"Comida, S.A."

jueves, 17 de junio de 2010 · 01:00

MÉXICO, D.F., 17 de junio (Proceso).- Al inicio, Robert Kenner sugiere la magia del reino de la abundancia, la cámara se desplaza a lo largo de interminables pasillos de supermercado con miles de empaques de todos colores, perfectamente ordenados, abre horizontes ocres y celestes de extensas granjas, muestra granjeros que como magos hacen crecer los frutos de la tierra. El documental Comida, S.A. (Food, Inc; EU, 2008) inicia con la suavidad y la seducción de un anuncio publicitario y se convierte, poco a poco, en una cinta de horror sobre las corporaciones productoras de alimento en la Unión Americana.

De la perfecta geometría de las líneas de producción al caos del matadero, el maltrato a animales y la enfermedad endémica que origina la manera actual de fabricar comida no sólo la llamada chatarra, sino aquella que se muestra impecable e inmaculada en los aparadores. Comida, S.A. exhibe su ambición educativa sin mayores pretensiones; el material que enseña es ya demasiado perturbador para abundar con excesos de página roja.

La apuesta de Kenner y del grupo de productores y coproductores que incluyen a Eric Schlosser y Michael Pollan, autores de sendos libros sobre la ingeniería de alimentos americana, era presentar un trabajo de corte académico que de alguna manera contribuyera a iniciar un movimiento de reacción ante la ignominia de las corporaciones y la complicidad del gobierno.

De hecho, el contraste entre la sobriedad del tratamiento y la violencia del tema –una forma de envenenamiento masivo de la población– que denuncia Comida, S.A., desconcierta a un cierto público habituado al estilo avasallador y prácticamente incontrovertible de Michael Moore; pero la gran desventaja del amarillismo del estilo del director de Sicko o de Matanza en Columbine, es que sacude profundamente a su público, pero dicha sacudida, la indignación y protesta del espectador ante la estupidez y el abuso de los poderosos termina siendo una forma de catarsis que libera, paradójicamente, del compromiso de actuar.

Los productores Eric Schlosser, autor de Fast Food Nation, y Michael Pollan, autor de El dilema del omnívoro, ambos investigadores y periodistas, ofrecen comentarios bien apoyados con datos y análisis críticos que abren una visión de conjunto sobre ingeniería de alimentos y juego político.

Producir comida en grandes cantidades y a bajo precio, resultado de un desarrollo económico sin precedentes, es una medida muy popular, a la gente le sobra que comer; poco importa que algunas familias, como la que presenta Kenner, tengan que alimentarse con comida chatarra –hamburguesas de la engordadora y célebre cadena– para luego comprar las medicinas y así poder sobrellevar diabetes y demás enfermedades endémicas, que provoca este estilo industrializado de llenar el estómago sin nutrirse. ¿Cuál es el verdadero costo, para la nación entera, de esta forma de vida?

Food, Inc., involucra de varias maneras a su público, apela a los sentimientos por el maltrato animal, al miedo a la enfermedad y al peligro de envenenamiento literal, al rechazo moral por la mentira. Pero sobre todo, apela a la inteligencia que debe rendirse ante la evidencia que se ve en la pantalla y se escucha en los comentarios de los especialistas. Kennen, Scholosser y Pollan saben que, aunque varios personajes del gobierno de Bush (again) defienden intereses económicos en la grandes corporaciones, también existen otros interesados en cambiar el estado de cosas; para ello se requiere apoyo popular, un descontento que pueda capitalizarse.

Sin embargo, el antídoto que ofrece Kenner presentando la forma de vida de un granjero tradicional parece simplista frente a la gravedad del asunto.

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