Teatro: "La retirada de Moscú"
MÉXICO, D.F., 18 de agosto (apro).- Un matrimonio tradicional y rutinario ha llegado a su límite después de más de 30 años de convivencia. Ella ha puesto toda su vida en él y él se mantiene abstraído en sí mismo sin ningún interés por la relación. Su hijo los visita y se convierte, sin quererlo, en un intermediario infructuoso.
La retirada de Moscú, escrita por el británico William Nicholson, de reciente estreno en el teatro Libanés bajo la dirección de Jorge Vargas y las actuaciones de Rogelio Guerra, Nuria Bages y José María de Tavira, hace un paralelismo del desastre que dejó el despliegue militar de las tropas napoleónicas tras el fracaso de la campaña a Rusia y la retirada repentina del padre de la casa familiar.
William Nicholson comenta que es una obra autobiográfica con la que elaboró y superó la separación de sus padres en su adolescencia. En este caso, el hijo es un hombre de 30 años que observa expectante la debacle. Para ella es una traición por no haberse planteado el luchar por algo construido durante tanto tiempo; para él es una liberación, un tanto cobarde y egoísta, pero que lo conduce a la felicidad.
La situación que plantea el autor es muy común en matrimonios añejos, y la obra refleja con exactitud la problemática de los implicados. El peso dramático recae en el personaje de Alicia, que evoluciona a lo largo de la obra yendo de la insatisfacción a la desesperación, para arribar poco a poco en la aceptación. Nuria Bages la interpreta con mucho realismo, pero no refleja esta transformación pues se mantiene en un mismo tono emotivo.
Rogelio Guerra, su contrapunto, tiene la dificultad de que no siempre se le escucha pues la sonorización del espacio tiene puntos sordos. El hijo es un personaje pasivo que aplaza su problemática personal frente a la circunstancia que se le presenta, y es interpretado contenidamente y con naturalidad por José María de Tavira. Al final él les escribe una conmovedora carta a sus padres y es en él donde cae la resolución de la obra, aunque el director la enturbió al poner simultáneamente a los padres leyendo en voz alta un poema de Pedro Salinas.
El problema de La retirada de Moscú en el teatro Libanés se encuentra en la concepción de la puesta en escena, que no propicia la intimidad ni el desarrollo de las emociones. En un espacio tan amplio donde los personajes hablan desde grandes distancias, están en constante movimiento y por lo general no entablan contacto visual, no es fácil que se desarrollen los vínculos energéticos. Los personajes no tienen tiempo para sufrir lo que les acontece ni expresar en el silencio su conflicto. Ellos hablan al público, escuchan dando la espalda o miran al vacío.
Pareciera que el principal espacio escénico propuesto por el autor fuera la cocina con antecomedor, y curiosamente es ahí donde se dan las conversaciones más fuertes en esta puesta. El director la ubicó del lado derecho, y en el fondo central colocó una maqueta con la retirada de Moscú para evidenciar la metáfora. Del lado izquierdo está el estudio que luego cubre con sábanas para dar a entender que es otro interior. Los espacios exteriores suceden al centro del escenario, en medio de la casa, con una luz que pretende aislarlos de lo demás.
Los códigos de dirección no corresponden con los de la propuesta dramática que no requiere de tanto, pues el conflicto no está en el movimiento ni en el espacio, sino en la palabra que refleja las relaciones y el interior de los personajes.