El origen
MÉXICO, D.F., 6 de agosto (Proceso).- Gracias a los cientos de millones de dólares (más de 700) que cosechó El caballero de la noche, Christopher Nolan obtuvo permiso y dinero por parte de los productores para realizar El origen (The Inception, EU-Gran Bretaña, 2010), cinta de trama complicada pero inteligente cuyo guión tardó 10 años en escribir.
Cierto, el laberinto narrativo y el juego de niveles que propone Nolan exige la atención constante del espectador, aunque no tanto como para arruinar la diversión propia del Blockbuster veraniego; por eso, no se justifica la negativa de Cinemex y Cinépolis para exhibir El origen, a menos de que el consorcio tema que el público se acostumbre a ver películas de mejor calidad… ¿Y luego qué hacemos con la chatarra y las franquicias de Hollywood, las más baratas y rentables?
Poco importa el prestigio del director, lo vistoso del reparto (Leonardo Di Caprio, Ellen Page, Marion Cotillard) o el sensacional manejo de efectos especiales; lo que más parece asustar a los exhibidores es el manejo de diferentes niveles de realidad en esta historia de sueños y bandidos del inconsciente, no vaya a ser que la gente no entienda.
Dom Cobb (Di Caprio) es un experto en el espionaje corporativo, sabe introducirse en los sueños de personajes clave y robar información; esta vez la misión consiste en implantar una idea en la mente del heredero de un multimillonario (Cyllian Murphy). Además de su socio (Gordon-Levitt) y el cliente que financia la operación (Ken Watanabe), Cobb forma su equipo con un arquitecto de sueños (Ellen Page), otro experto en suplantar personalidades, y uno más en narcóticos para estabilizar el sueño. El resto es acción entre sueño y realidad, balaceras en Mombasa, café parisino, fortaleza en el Ártico, peleas dentro de un hotel donde la gravedad cero produce espacios inspirados en dibujos de Escher.
En realidad, sólo son tres niveles, cuatro si se toma en cuenta el de la realidad (dentro del universo del relato); cada nivel bien acotado para los protagonistas y para el público por medio de señales claras, como ciertos objetos llamados tótems, o patadas, o muertes que sacan al personaje del sueño; las motivaciones de los héroes son obvias. El director es, ante todo, un estilista que no soporta que sobren o falten elementos en la toma, un arquitecto del relato que exige coherencia estructural; en sentido riguroso, no hay aquí lugar para la ambigüedad; como buen prestidigitador, Nolan busca controlar exactamente lo que quiere que vea su público, y hasta dónde.
Comparada con su dos referentes principales, Matrix y, sobre todo, eXistenZ, El origen resulta un juego de corto alcance, aunque muy entretenido; la cinta de los Whachoswki explora un conflicto platónico entre la realidad y lo virtual; la de Cronenberg es un laberinto de ambigüedades de sueños dentro de sueños, donde el dispositivo mismo que abre las puertas de inconsciente es una entidad viva que lo menos que provoca es adicción.