Orso Arreola y las memorias de su padre, "El último juglar"

jueves, 9 de septiembre de 2010 · 01:00

GUANAJUATO, Gto., 9 de septiembre (apro).- Orso Arreola quiso cumplir con “una tarea de plenitud” y se sentó ante una mesa en el patio del Museo Iconográfico del Quijote para hablar de su padre, Juan José Arreola, por la amistad que durante décadas unió a éste con Eulalio Ferrer, fundador del centro cervantista.
Las conmemoraciones del Bicentenario y del Centenario deberían servir, entre otras cosas, para recuperar y volver a difundir a dos creadores literarios del tamaño de Arreola y de Juan Rulfo quienes, en una pléyade de la que también forman parte José Emilio Pacheco y Antonio Alatorre, dejaron en sus obras valores como la dignidad humana y la belleza.
El reencuentro con esos autores, afirmó, contribuiría a las necesarias reflexiones que hacen falta “para refundar a México”.
Estas fueron sólo algunas de las palabras que Orso Arreola desgranó en la presentación del libro que, a propósito de y en comparsa con su padre, escribió hace más de una década: El último juglar. Memorias de Juan José Arreola, una reedición de Jus en este 2010.
Este juglar circula en bicicleta y casco por alguna avenida de la Ciudad de México en la vieja fotografía que aparece en la portada, con su característica melena casi blanca en pleno vuelo.
Dice la ficha de presentación de la editorial:
“Este libro es fruto de una larga y accidentada charla entre Juan José Arreola y su hijo, Orso. Es una charla apasionada y dulce, en otras triste y amarga, pero siempre regida por la verdad. Escribir lo que un padre le cuenta a su hijo es una de las formas más antiguas de hacer literatura, de transmitir la palabra. Pero este libro es, también, las tan esperadas memorias de uno de los escritores más importantes, curiosos y talentosos de la literatura mexicana del siglo XX.”
Fotografías inéditas y documentos de Arreola complementan la obra, escrita en primera persona.
“Este libro está hecho de mis recuerdos y de las cosas que conversé con mi padre --fueron las primeras referencias de Orso durante la presentación en Guanajuato--. De ninguna manera iba a desperdiciar la oportunidad de contarlas, de dejarlas escritas.
“Al morir él, me quedé con la satisfacción de que ya no quedaba nada por decir; ya nos habíamos dicho todo”, contó el autor. O coautor, si nos atenemos a palabras del creador de Confabulario: “Este libro es de Orso, pero también es mío. Lo hicimos entre los dos, pero él, al escribirlo y ordenarlo, le dio vida”.
La narración comienza en el año 1937, con el arribo del joven Juan José Arreola a la Ciudad de México desde su natal Zapotlán, Jalisco. El mismo año en que otro joven, Eulalio Ferrer, llegaba a México como uno más del grupo de exiliados españoles recibidos por el gobierno del general Lázaro Cárdenas.
    Orso dice esperar que este libro --cuya reedición aparece “como una resurrección”-- sirva para acercar a los jóvenes a ese escritor en ciernes, “al joven Arreola”.
El pretexto del viaje del posterior autor de La Feria era la intentona de hacer teatro en la capital del país.
Poco a poco, con las palabras de Orso se van desgranando también los recuerdos y las imágenes de su padre. Por ejemplo, en la casa familiar, en donde el niño Orso veía maravillado desfilar a Rulfo --“era como un tío para mí”--, Pacheco, Alatorre, Paz o Villaurrutia.
A esa casa llegó también, en el año de 1943, el chileno Pablo Neruda. En su viaje por México de ese año, un amigo le recomendó pasar a Zapotlán para escuchar a un joven declamador (Juan José Arreola) “para que le enseñe cómo se deben recitar sus poemas”.
Arreola fue marcado por las huellas de Kafka y de Dostoievski. Pero se revela también --y así lo detalló en la presentación el ensayista Carlos Mata-- como un minucioso inspector de la obra de Sigmund Freud, un aspecto poco conocido y rescatado en este libro.
Ante la fotografía de su padre con la capa negra sobre los hombros, Orso termina de describirlo, casi para sí: “Siempre mi padre me pareció como muy quijotesco, y no sólo por su apariencia… era una máquina verbal”.

Comentarios