Transitio_MX 04

martes, 11 de octubre de 2011 · 13:20
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Después de ocho días de exposiciones, actos en vivo, talleres y conferencias, este domingo 9 termina la cuarta edición del Festival de Artes Electrónicas y Video Transitio_MX. Organizado por el Centro Multimedia del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), el Festival de carácter internacional que se presenta cada dos años en diferentes recintos de la Ciudad de México, delata circunstancias que inciden tanto en la infraestructura científica y tecnológica que existe en nuestro país como, también, en el modelo de gestión artística que promueve el Consejo. Diseñado a partir de un interesante eje temático que, bajo el título de Afecciones Colaterales, trató de abordar los efectos –necesidad, gusto, adicción, padecimiento– que tiene el uso de herramientas tecnológicas contemporáneas en el quehacer artístico y la vida cotidiana, el festival puso al descubierto los anhelos, cegueras, petulancias e incapacidades creativas y administrativas de la escena mexicana. En lo que respecta a las dos principales muestras de prácticas electrónicas, lo más sorpresivo fue la presencia de piezas apagadas, inacabadas o con problemas técnicos. En el Foro 6 de los Estudios Churubusco –recinto que albergó a los artistas consagrados además de invitados y concursantes nacionales e internacionales–, a la mitad de la semana, el Tardigotchi –en referencia al famoso Tamagotchi noventero– de Douglas Easterly y Matt Kenyon todavía no llegaba en su versión final y lo que se exponía era sólo un prototipo, la planta de Guto Lóbrega no reaccionaba ante el aliento de los espectadores, y los libros de Marina Corach se mantenían inactivos. En la Fonoteca, en la exposición Afecciones Sonoras, la pieza interactiva de Amor Muñoz tenía un problema técnico que la convertía en un aburrido bordado, y las esculturas sonoras activadas con celdas solares de la tijuanense Carmen González se convertían en artefactos absurdos al estar permanentemente apagados. Curada por Bárbara Perea, la exposición de los Estudios Churubusco se configuró como una acertada y modesta síntesis de los distintos vínculos que ha tenido el arte y la tecnología desde los años setenta del siglo XX. Integrada con pioneros como la pareja de los Vasulka –procesos del video utilizados como elementos formales–, Jim Campbell, creador de nuevas realidades a partir de la alteración lumínica de imágenes tecnológicas, y Masaka Fujihata, instalador lumínico, visual y sonoro, la muestra se sustentaba con creadores jóvenes que ejemplifican diferentes tipologías del arte electrónico. Especialmente interesante en la Fonoteca Nacional –conjunto curado por Manuel Rocha– resultó la presencia de la tijuanense Carmen González. Representante de los artistas que optan por los códigos abiertos y la contemplación activa, su propuesta incide en un acto de activismo social, complicidad humana y conciencia ecológica. Carente de una estrategia de promoción y comunicación dirigida a ubicar, entender y disfrutar cada una de las propuestas, el evento comprueba el dañino aislamiento del subdesarrollado y acomplejado escenario del arte electrónico mexicano.

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