¿Semejanzas?

martes, 29 de noviembre de 2011 · 14:03
MÉXICO, D.F. (apro).- Muy señor mío: leída su carta a este buzón, con el debido respeto, debo decirle que lo que expone en la misma, en el mejor de los casos, ni siquiera puede admitirse como juego; en el peor, es una blasfemia. De inicio, eso de encontrar semejanza, de encontrar parecido a la democracia neoliberal con el Evangelio, no puede tomarse como juego ingenioso, pues es una superficialidad, ya que le falta verdad. Y hay más. Si nos atenemos a lo que afirma en su carta, que usted y sus amigos participantes en ese juego de parecidos son correctamente políticos y honestos y comunes ciudadanos del mundo global en que vivimos, me es legítimo suponer que serán buenos cristianos como hijos de la Civilización Occidental y Cristiana, que es la que ha conformado y rige mayormente la universalidad en la que nos movemos, y como buenos cristianos, no pueden ignorar que comparar a la democracia neoliberal con el Evangelio es una irreverencia suma, pues es algo así como comparar a un gitano con Dios, lo que es una blasfemia. No exagero, en modo alguno estoy viendo moros con trinchete en ese su juego de semejanzas. Vean ¿por qué?. Por poco que se piense se comprueba que hay una gran diferencia entre el Evangelio y la democracia neoliberal. El Evangelio fue, y es, ante todo, sobre todo y para todos, una buena nueva por ser promesa y cumplimiento de Redención. ¿Recuerda bien todo el significado de ese término? Por si no lo tiene presente, por lo que sea, hagamos una resumida memoria de sus múltiples facetas: por principio de cuenta y ante todo, es la demostración del infinito amor hacia toda humana criatura por parte de su Creador al sacrificar a su hijo en la cruz para rescatarnos del pecado original y de la muerte eterna, pues, como lo enseña la Iglesia, el arrepentimiento de los pecados que podamos cometer, una buena conducta o la fe, libran al humano de la muerte, ya que al final de los tiempos, tras el Juicio Final, los arrepentidos, los que hayan obrado rectamente o los que hayan tenido fe, alcanzarán la vida eterna. Vuelvo a decir: por poco que se piense, al final de la historia que es y representa la democracia neoliberal, según lo ha explicado clara y categóricamente F. Fukuyama, nada tiene que ver con el finalismo cristiano, ni tampoco las intenciones y acciones que llevan al mismo, ya que su pretensión de ser la salvadora de las personas y los problemas que los afectan, es una pretensión contradictoria, engañosa en el fondo, pues lo único que hace es realidad es halagar las pasiones humanas, sobre todo las malas ¿o me va a decir que ese su estimular la competencia entre los ciudadanos, entre trabajadores y empleados de una misma empresa y a estos con sus semejantes integradores de otras; ese su provocar la ambición, que bien puede llevar a la codicia al individuo; ese su alentar en los humanos la persecución y el conseguir el logro del éxito, como prueba cierta de haberse realizado; ese su fomentar el afín de la ganancia personal; ese su incitar, por todos los medios, que no son pocos, el consumismo en toda criatura humana, porque en ella, en la democracia neoliberal, lo que hace importante, lo que da relieve, estatus, rango, categoría o como quieran llamarlo, al individuo, es por lo que muestra, es por lo que ha conseguido él mismo, por lo que se ve tiene, por el lugar que por ese mostrar lo que ha conseguido y se ve ocupada en el aparador, vitrina o escaparate socia, y no por lo que en realidad es, todo ello, repito la pregunta: me va a decir en que contribuye y hace crecer el amor, la caridad, la armonía entre los prójimos? ¿Eso cree? Y eso no es todo: luego está que la mentada democracia neoliberal, capitalista en esencia, atiene por base fundamental el libre mercado competitivo, institución que sus partidarios y voceros exaltan y ponen como meta de todas las cosas, lo recomiendan por sus presuntas virtudes e incluso lo han ido imponiendo –y continúan haciéndolo—por todos los medios, incluso con guerras justificadas con falaces mentiras, en todos los países, a todos los gobiernos del mundo. Al respecto, bueno es recordar lo que dijo Jesucristo: que su reino no era de este mundo; que hay que amar al prójimo como a uno mismo; que hay que tratarlo como uno quisiera que el prójimo lo tratara a uno, y tener también presente que Jesucristo arrojó fuera del templo a los mercaderes. Le pregunto: ¿esas palabras esa acción del Dios Hijo, no tienen su significado, no encierran ningún valor? ¿Qué me responde? Como vera por lo expuesto en esta carta, me sobran razones para afirmar que se juego de semejanzas entre el cristianismo y la democracia neoliberal en que se enredaron usted y sus amigos, tiene más de blasfemia que de juego ingenioso e inocente. Con el sincero deseo de que la presente les sirva para encontrar el camino del arrepentimiento y llevar a cabo el propósito de enmienda, de ustedes servidor en Cristo. FRAY CANDELA

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