El arte como instinto de sobrevivencia
MÉXICO, D.F. (apro).- ¿Por qué son tan atractivos los lenguajes hiperrealistas? Al igual que en Monterrey, la exposición de Ron Mueck ha tenido una notoria afluencia de público en la Ciudad de México. Según reporta el Antiguo Colegio de San Ildefonso, se han recibido 100 mil visitantes en 30 días, y el dato no es sorprendente: las obras que manifiestan gran habilidad para imitar la realidad como la ve el ojo humano, provocan fascinación y admiración. Una característica arraigada en el gusto masivo y que, sin embargo, se contradice con los valores de complejidad, ilegibilidad y excesiva racionalidad que predominan en el arte contemporáneo.
Creador de un novedoso e irreverente discurso teórico que explica estas y otras circunstancias, el estadunidense Denis Dutton (1944-2010) publicó en 2009 un estimulante libro que aborda el origen y devenir del arte, a partir de las teorías de la evolución de Charles Darwin (Inglaterra 1809-1882). Desde su perspectiva, el ser humano, al tratar de sobrevivir y reproducirse desde la prehistoria, desarrolló instintos de adaptación que impactaron su cerebro, mente, emociones y, por consecuencia, sus gustos y preferencias. Convertidos en una especie de genética-estética, los instintos se heredaron durante el proceso civilizatorio en forma de valores que se relacionan, entre otros, con el fenómeno artístico.
Concebido como un producto transcultural que no depende de contextos históricos particulares, el arte concreta las motivaciones humanas que, si bien son iguales, al proceder de diferentes mentes generan una gran pluralidad de formas y contenidos. Entre los aspectos que se comparten se encuentran, por ejemplo, el gusto o necesidad por escuchar narraciones que ayuden a la sobrevivencia de experiencias difíciles o que fortalezcan la evocación de experiencias placenteras. Creadas desde la antigüedad griega a manera de tragedias hasta la actualidad en formato de novelas, las narraciones manifiestan la existencia de instintos artísticos.
En lo que respecta a la creatividad y el disfrute del arte, el autor se remite a la elección prehistórica de parejas sexuales. Interesados en atraer al otro, los seres humanos del Pleistoceno desarrollaron el humor, el ornamento y la habilidad manual como un medio para distinguirse, entretenerse y provocar la admiración de la pareja. Herederos de estos genes estéticos, los humanos del siglo XXI siguen admirando la habilidad manual y la ficción narrativa que caracteriza a la mímesis de los hiperrealismos.
Controvertido e interesante por las numerosas referencias a filósofos y teóricos del arte, el libro del también filósofo y académico de la Universidad de Canterbury en Nueva Zelanda, fue publicado en 2010 por la Editorial Paidós bajo el título de El instinto del arte. Belleza, placer y evolución humana.