Afinando

martes, 8 de noviembre de 2011 · 18:09
MÉXICO, D.F. (apro).- Estimado y buen amigo Inocencio Buenafé: con curiosidad y cuidado he leído su carta a este buzón, y con sorpresa, que no debería ser tanta dadas nuestras diferentes y contradictorias opiniones, he comprobado que en la misma se limita a citar a una de las dos principales corrientes que definen que es, para que y a quien sirve el Estado: a la que lo entiende, publicita y defiende como entidad constituida políticamente, organizada con el propósito de garantizar el orden y bienestar de las personas que lo integran por medio de un sistema de leyes que regulan las relaciones entre ellas. Me extrañó, insisto, en que no hiciera mención alguna de la otra gran teoría opuesta: la que concibe al Estado como la expresión y práctica jurídico política de un grupo social dominante, pues esta segunda teoría considera a la sociedad dividida en grupos y clases en conflicto que luchan por alcanzar el poder y que lo utilizan, una vez alcanzado, en provecho propio. Por supuesto, amigo mío, que no trato de decirle cual de las dos corrientes es la verdadera, la única digna de tenerse en cuenta, pues bien sé que ambas son primarias, básicas, sobre tema tan delicado y que tanto nos afecta, y que las mismas se han extendido a conceptos más amplios como los de régimen político, gobierno y administración, que a mi leal saber, más que aclarar, han enredado más las opiniones sobre lo que es el Estado. En lo personal, considero que si no se tienen en cuenta esos dos primarios y básicos conceptos de lo que es el Estado, difícilmente se puede esclarecer y explicar lo que es, para que y a quien sirve en verdad el Estado, ya que si nos enzarzamos en definiciones, en precisiones significativas y nos extendemos en las mismas, será tarea problemática llegar a puntos de acuerdo, pues en este tema del Estado, como en tantos otros, la palabra, más que para aclarar, únicamente sirve para enturbiarlo, por aquello de los intereses de cada quien y casi siempre, como dice la sabiduría popular, el que tiene más saliva traga más pinole –entendiéndose por saliva los recursos y poder que pueda disponer cada cual--; por otra parte, por los sofistas de la Grecia clásica, no ignoramos que la palabra lo mismo nos puede servir para defender, exaltar y hasta para condenar al diablo y al mismo Dios. ¡Ah! ¡Qué situación! No se puede negar que es para que cualquiera de buena voluntad desespere de la misma o para que s engañe sin querer e incluso para dar a los aviesos avisados que nunca faltan, oportunidad de dar a la mentira apariencia de verdad y así engañar al otro, como suele suceder con mas frecuencia de la que se debe para la buena marcha de esta globalidad en la que respiramos. Es lo que pienso, ¿y usted, apreciado amigo? Más no desesperemos, ya que a pesar de tan enrevesada, dramática e incluso siniestra situación, hay un remedio para poder llegar a saber que es, para que y hasta a quien sirve el Estado en determinadas situaciones. ¿Cuál es? ¡Los hechos! Pues por más verba de que haga uso en los diversos medios de comunicación de que pueda disponer el grupo o clase que se ha hecho del Estado, si los hechos no confirman su palabra, su palabrerío más bien, le pasará lo mismo que al pez, que bien puede morir por su boca, por lo que diga, por su palabra si los hechos demuestran que es inepto para comprender la realidad, o no quiere admitirla por lo que sea, que miente, con ello, los hechos pondrán en evidencia que no es sincero, que engaña, que está haciendo uso e incluso hasta abuso de lo que se ha dado en llamar doble moral, esto es, en decir una cosa y hacer otra, pues como igualmente dice la sabiduría popular obras son amores y no las buenas razones, así sean esta la llamada razón de Estado, la que con más frecuencia de la debida se ha empleado para justificar e instaurar medidas contrarias ala ley e incluso a la justicia, para establecer poderes represivos que afectan las libertades de los ciudadanos. Mi estimado amigo: pienso que si nos atenemos y nos tomamos el trabajo de analizar la buena relación que debe existir entre la palabra y los hechos, a la conveniente correlación que debe haber entre lo que se dice y lo que se hace, fácil nos será saber el tipo de Estado que nos ha tocado en suerte en cualquiera que sea el lugar de la globalidad en la que respiremos; si es un Estado que existe para servirnos, o nosotros existimos nada más que como servidores del Estado, de las personas que se apoderaron del mismo. En cuanto a su esperanza de que los denominados indignados sean los profetas y agentes de una renovación social, fervorosamente participo en la misma… pero el tiempo lo dirá. Lo que sí podemos hacer es opinar que clase de gobiernos son los que apalean y encarcelan a los indignados, mientras no tocan un pelo a los delincuentes de cuello blanco que han especulado y siguen especulando con todo y son los causantes de la crisis financiera que tiene temblando y sudando frío al mundo, a las mayorías que respiramos en la globalidad neoliberal. Opinar sobre ellos y tomar las debidas posiciones para que cambien de actitud. Con esto y un abrazo, su sincero amigo. JUAN CONTRERAS

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