¿Semejanzas?... ¡Por supuesto!
MÉXICO, D.F. (apro).- Respetables lectores: la presente sirve para comunicarles que servidor es de los que piensa, dice y sostiene que sí, que la democracia neoliberal o capitalista tiene semejanzas con El Evangelio. Es más, servidor considera que hay puntos de sus pensares que coinciden, como podrá comprobar el que continúe leyendo la presente.
Aparte de que ambas creencias son presentadas, predicadas y promocionadas por sus voceros y partidarios como soluciones finales, como unas “no hay más allá que las supere, como únicos caminos de salvación del género humano, los problemas que lo afectan y puedan afectarlo, como panacea y remedio universal, según expuso Bulmaro Penitente, semejanzas que fueron rechazadas y calificadas de blasfemias por Fray Candela, opiniones que vertieron en sus respectivas cartas a este buzón, servidor, según su leal saber y entender, considera que hay otras semejanzas más profundas entre ambas: sus maneras de ver y entender el individualismo y la libertad de la persona.
Para evitar confusiones, bueno será recordar que individualista es toda concepción del mundo, doctrina, teoría y obrar humano basado en la primicia del individuo y sus intereses particulares por encima de los intereses colectivos; que según estos sentires, pesares y haceres individualistas, conciben al individuo como una realidad existente por sí misma y por su propio querer, y, en la tabla de sus valores, conceden al individuo el valor más elevado, por oposición a todas las formas y exigencias de la comunidad, de la sociedad y del Estado mismo: al cristianismo le viene el individualismo desde el Decálogo, en el que Dios dirige sus mandatos al individuo, dice honraras, no matarás, no codiciarás; a la democracia neoliberal o capitalista en la que respiramos, tiene su origen en los sofistas griegos, para los que el hombre era la medida de todas las cosas.
Tampoco hay que olvidar que ambos individualismos van acompañados de conceptos sobre la verdad, la libertad, la voluntad, del libre albedrío, que en conjunto desembocan en un laberinto delirante formado por una galería de espejos corrientes, cóncavos y convexos, los que aparte de deformarla hacen difícil precisar donde en verdad está la persona y los reflejos de la misma, lo que da lugar a un régimen de mareante ambigüedad, de contradicciones, de falsas certezas, de incompatibilidades, al absurdo, como por ejemplo: el que se nos venda e incluso se nos imponga la idea de que la democracia neoliberal es equivalente al individualismo, pues ella es la garantía única del libre ejercicio del individualismo de todos y, al mismo tiempo, se nos chantajea en la amenaza --¡que la cumple!—de que si no nos plegamos a sus dictados, no seremos tomados en cuenta, que seremos echados a un lado del camino del existir por obsoletos, por ser seres de más, por sobrar en la vida.
Cosa semejante ocurre con la interpretación que del Evangelio hacen las distintas iglesias cristianas, que aseguran que Dios nos creó por amor, y por el infinito amor que nos tiene nos dio el libre albedrío, y al mismo tiempo nos amenazan con el castigo de eternos e infinitos tormentos en el infierno si no nos plegamos a lo que Dios manda. Pregunto: los que tal dicen y sostienen, ¿no se dan cuenta en el callejón que meten al supremo amor, a la infinita bondad, omnisciencia, omnipresencia y omnipotencia divina?
Ante estas situaciones de ambigüedades y contradicciones de hecho en los pensares, decires y obras en ambas creencias, considero, que así como el poeta Octavio Paz hablaba de las trampas de la fe, que es legítimo hablar de las trampas de la libertad, de la verdad, de la voluntad, del libre albedrío tal y como son entendidos y explicados por diversas iglesias cristianas como también por la democracia neoliberal o capitalista en la que nos movemos.
Ante esta situación de anómalas incertidumbres que llevan a dudas y al temor, pienso que es lógico y necesario examinar si esas trampas se deben a la naturaleza misma de ambas creencias, pues tanto el uno como la otra tienen sus ambigüedades, su cara y cruz, su lado luminoso y su lado oscuro; o si bien se deben esas trampas, en el mejor de los casos, a ineptitudes de los individuos, o, en el peor, a un plan con maña armado por las malas intenciones, por intereses particulares de individuos o grupos de los mismos, que tienen su nombre y apellido aunque lo ignoremos por falta de transparencia.
Respetables lectores de la presente: como verán, semejanzas entre la interpretación que hacen iglesias cristianas del Evangelio y la democracia neocapitalista, las hay, ¿pero qué pensar de la imprecisión, de la ambigüedad de las mismas?
Sin más por el momento y sinceramente a sus órdenes.
LIGORIO D’REVUELTAS