¿El derecho o el revés?

viernes, 27 de mayo de 2011 · 13:38
MEXICO, D.F. (apro).- Señor T. Hobbes: con gran interés he leído su carta a este buzón, en la que explica, según su parecer, el que tantos de su congéneres vivan desencantados, frustrados y resentidos en esa globalidad en que se mueven. Estoy de acuerdo con usted, pero no en todo. De acuerdo, cuando dice que los que son representantes (con sus excepciones, por supuesto) de los llamados pilares de la sociedad: políticos, financieros, jerarcas religiosos, militares, dueños de industrias, del comercio, de medios de comunicación son los protagonistas y los agentes poderosos de las tensiones, diferencias e injustas contradicciones socioeconómicas que angustian y hasta desesperan a tantos de esos sus ciudadanos de la globalidad tan mentada. No lo estoy cuando, haciéndose eco de creencias religiosofilosóficas, considera y sostiene que el hombre es inclinado a la maldad por ser malo por naturaleza (a pesar de haber sido hecho a imagen y semejanza de una divinidad toda amor y bondad), por lo que en lugar de ver al prójimo como Abel veía a Caín, lo ve como Caín vio a Abel, esto es, merecedor de ser asesinado, lo que hace, como usted dijo y dijo bien, mi don, que cada hombre en estado de naturaleza, sea un lobo para el hombre, lo que da en la atroz y trágica situación de una continua guerra, de la que únicamente se puede salir cuando se reconoce que los otros son sus iguales y acuerda con ellos someterse al poder, o bien de un solo hombre o a un determinado grupo de hombres, esto es, cuando se somete a un gobierno… que igualmente puede ser pervertido, corrompido por la innata malicia humana, como usted mismo admite y señala en su obra magna: LEVIATAN. Igualmente estoy en desacuerdo con usted por la razón de que ese su pensar  de que los humanos son criaturas de naturaleza maligna, ha servido y sigue sirviendo para que integrantes de grupos de poder político, religioso, militar, de mercado y medios (que son una minoría) vean y traten a los que no pertenecen a esos grupos (que son los más) como corderos de un rebaño al que es natural y hasta legítimo pastorear en beneficio de los intereses que ellos representan. Por si todo lo anterior fuera poco, por añadidura hay que tener en cuenta que tantas y tantas veces ha ocurrido así que no pocos de los más de ustedes, los humanos, los que sufren y padecen el poder de los menos, han caído y siguen cayendo en el desencanto por no creer en nada, por creer que hagan lo que hagan es inútil, pues la humanidad es como burro de noria que da vueltas y vueltas en un mismo círculo. Me va a perdonar, mi estimado don, pero ese su apego a la idea deque el hombre es malo por naturaleza, por la naturaleza misma de esa idea, lleva al hombre a un conformismo no de desencanto, sino de desesperación, pues contrariamente alo que dice la Biblia (que el sábado ha sido hecho para el hombre), confirma lo contrario, que el hombre ha sido hecho para el sábado, o sea, que la sociedad (es decir, que las instituciones, las leyes, la economía, el mercado etcétera) existe independientemente de los seres que la integran, pues ella es una realidad por ella misma y los seres que la integran lo son por ella y no ella por ellos, por lo que deben acatarla, esto es, tributarle homenaje de sumisión y respeto… lo que viene de perlas a los grupos de poder de decisión de la misma. Ante estas realidades contradictorias, del derecho y al revés, que conforma tan cerrada trama social la idea de que el hombre es malo por naturaleza, pienso que es preferible la opinión de los que han pensado y piensan lo contrario, que la humana criatura es buena en estado natural, pues la misma confirma la creencia de que la sociedad (sus instituciones, leyes, economía, trabajo, mercado, etcétera) es hecha por y para el hombre y él tiene la libertad y el derecho, cuando la malicia o la ignorancia la pervierte y la convierte en una camisa de fuerza para su existir, de cambiarla y por más que se equivoque, de caer una y otra vez en el error, siempre le queda la posibilidad y la esperanza de volver a empezar, de intentar de nuevo construir una sociedad donde pueda ser libre y feliz como lo fue en el estado de naturaleza. ¿Qué eso no es más que una utopía? Puede que lo sea, ¿pero no es mejor motor social que el conformismo generado por el desencanto y la desesperación? Mi estimado T. Hobbes, le deseo y espero que sus congéneres, los humanos, tengan más suerte que nosotros, pues aunque son racionales, los veo y los siento como racionales de granja a los que los grupos de poder de la misma, los usan y los tratan como los humanos nos tratan a nosotros, los animales domésticos. Sin más por el momento. VIEJO MAYOR    

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