Lourdes Arizpe y el deterioro de la convivencia y la ética pública

miércoles, 22 de junio de 2011 · 19:16
MÉXICO, D.F. (apro).- Cuando se firmó el Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN), el gobierno de Carlos Salinas de Gortari ofreció “el oro y el moro”. Pero a decir de la antropóloga Lourdes Arizpe, si el desarrollo capitalista produce “ganadores” y “perdedores”, el Consenso de Washington (cuyo planteamiento de base consistió en abrir las economías a la inversión y a la influencia de las políticas de desarrollo de las instituciones de Bretton Woods, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial) lo hace de manera “salvaje”. La investigadora del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la UNAM, exdirectora de Cultura de la UNESCO y miembro del Comité de Políticas de Desarrollo del Consejo Económico y Social de Naciones Unidas, considera que el libre mercado en América Latina ha logrado pocos avances económicos y sociales, y por el contrario ha favorecido el aumento de la desigualdad económica: “En México creció la concentración de riqueza, la generación de monopolios, duopolios y oligopolios, el desempleo y la precarización del empleo.” Y en este problema ve una de las explicaciones para la escalada de violencia que sufre el país, pero no la única pues hay que ir deslindando las verdaderas causas políticas, económicas, sociales y culturales de esta escalada, pero también del deterioro de la sustentabilidad social que ha traído como consecuencia: “La explicación suficiente tiene que ver con la destrucción de la sociedad agraria, la imposición de nuevas vulnerabilidades a las mujeres, el abandono de la educación pública y la lealtad cívica, la pérdida de las identidades políticas y nacionales y la debilidad del Estado para enfrentar una criminalidad organizada a nivel internacional.” La antropóloga expuso lo anterior durante su participación en el coloquio México en los escenarios globales, organizado por la UNAM en febrero pasado, y cuya memoria está ya publicada y disponible para descargar (http://www.dgcs.unam.mx/gacetaweb/suplementos/Escenarios.pdf) y agregó: “Los pocos avances económicos y los cambios políticos en México han llevado a un deterioro generalizado de las normas sociales de convivencia y de ética pública. Todo ello lleva a que estén en marcha procesos sociales que provocan desequilibrios sociales graves que se manifiestan en los aumentos de asesinatos, feminicidios, tortura, drogadicción, violencia doméstica e incluso suicidios entre los jóvenes, sobre todo las jovencitas.” Se requiere, considera, detener ese deterioro e iniciar el camino a la reconstrucción de las políticas económicas y sociales y para ello un primer y necesario paso es cambiar el pensamiento en torno al desarrollo (lo que implicará transformar las concepciones que dieron pie a los tratados económicos y la idea del libre mercado): “México no es una economía, es una sociedad, y como tal requiere de una política de desarrollo que comprenda de forma integral una línea de acción económica y una línea de acción social, con un vigoroso apoyo, sin favoritismos, a las asociaciones ciudadanas. Todo ello manejado por una administración política que lleve a todos los actores a negociar un desarrollo compartido.” Propone también, entre otras medidas, reconstruir la vocación del Estado para servir a todos los mexicanos “sin favoritismos políticos ni religiosos”; impulsar desde el Estado un proceso de negociación y corrección que detenga las causas y detonantes de la violencia y no sólo sus síntomas, ello implica reconocer la desigualdad, la exclusión la imposición de una nueva sumisión a las mujeres, el abandono de la sociedad agraria y la inacción frente a los graves delitos en torno a las migraciones. Asimismo, dice, México debe adherirse a las nuevas corrientes internacionales que abogan por ajustes al modelo de desarrollo económico; que el gobierno deje su visión doctrinal que “sólo concibe acciones punitivas contra las conductas ilícitas”, para atender los análisis político, científico e intelectual que permitan atender los factores que provocan la violencia y así lograr acciones eficaces en contra de ella desde todos los campos. Y además de revertir el abandono, la exclusión, de las comunidades campesinas y barrios pobres de las ciudades, reconocer y generar conciencia de las nuevas vulnerabilidades de las mujeres: pérdida del poder adquisitivo, desempleo, precarización del empleo, aumento del trabajo familiar y doméstico, entre otros. En suma, concluye, “reconstruir una visión de justicia e igualdad que se oponga a los intereses particulares.”

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