"El murciélago"

martes, 28 de junio de 2011 · 19:56
MÉXICO, D.F. (Proceso).- El murciélago (Die Fledermaus) es una opereta cómica estrenada en Viena en 1874, cuya inolvidable música fue compuesta por Johann Strauss hijo (1825-1899), conocido desde su época como El rey del vals. Escribió una docena de operetas, de las cuales la más famosa es ésta, que alterna partes cantadas y partes habladas. Se basa en una comedia alemana de Julius Roderich Benedix llamada Das Gefängnis (La prisión), que a su vez proviene del vodevil Le Réveillon, de Henri Meilhac y Ludovic Halévy (los libretistas de la ópera Carmen). En el divertido libreto de El murciélago se hace alusión y homenaje a otras óperas, por ejemplo la serenata del tenor en su entrada del primer acto es una clara alusión a La Traviata; el hecho de que el tercer acto se desarrolle en una prisión es una alusión al Fidelio de Beehtoven... Esta pieza es una joya entre las operetas, el público mexicano la adora y acude con devoción cada vez que se programa. Desde la época de la compañía de zarzuela de los papás de Plácido Domingo y aún antes, en México El murciélago se canta en español, al igual que otras como La viuda alegre, de Franz Lehar. Hace poco más de veinte años, en el Teatro de la Ciudad, Fernando Lozano dirigió ambas obras auspiciadas por el ISSSTE. Sin duda, aquélla fue la mejor versión de los últimos años. Ya en este siglo, en el 2007 se presentó en Bellas Artes otra Fledermaus, cantada en alemán y hablada en español, que no gustó y fue criticada la innovación bilingüe. La nueva producción de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México repite aquel error: parlamentos en español y canto en alemán. ¿Para qué? Si todo el elenco y el público son mexicanos, por ende hispanoparlantes y sobre todo, amén de la tradición, que hay una traducción eficiente… ¿por qué no usarla? Al igual que en 2007, el personaje de Frosch, el carcelero borracho que no canta, lo (des)hizo Hernán del Riego, quien entonces tampoco gustó y recibió severas críticas por sus morcillas políticas tipo carpa de ínfima categoría, que en El murciélago están del todo fuera de lugar. “¡Chale Carnal!”, le decía a Franz, director de la prisión. ¡De no creerse! La Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México fue ubicada sobre el escenario, tras una cortina “de gasa” translúcida, robando la mitad del espacio a la escenografía y los cantantes, de manera que el coro ya no cabía y hubieron de colocarlo en la primera fila de butacas. Para cantar, sus integrantes se ponían de pie y volteaban al público, después se sentaban. ¡Pero si hay un foso para la orquesta y se puede usar!, y así evitar todas estas incomodidades. La gala fue cortada por Josefo Morales, el director y “adaptador” de la versión y la obra perdió el alma. Sin gala de plano no es El murciélago. En el segundo acto transcurre la fiesta en casa del príncipe Orlofsky, quien brinda a sus invitados la actuación de algunos artistas. Strauss escribió varias polkas para este momento, y la obra quedó con el formato de Grand Opera que incluye solistas, orquesta, coro y ballet. Buena escenografía y vestuario en estilo Art Decó-minimalista, de Rosa Blanes Rex Triunfó la música, que finalmente es lo más importante. ¡Qué gran Einsenstein hizo el barítono Armando Mora!, bien actuado, simpático, disfrutándolo. Muy bien su pareja, Rosalinde, interpretada por Yvonne Garza, guapa, buena actriz y mejor soprano. Estupendo el bajo Charles Oppenheim (Franz) que por derecho propio ya se convirtió en el bajo buffo mexicano de la década y sigue cosechando éxitos uno tras otro. Excelentes el tenor Víctor Hernández Galván (Franz), Liliana del Conde (Aldele), Héctor Sosa (Príncipe Orlofsky) y el director concertador: Rodrigo Macías. l

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