"Libros... ¿para qué?"

miércoles, 29 de junio de 2011 · 19:31
MÉXICO, D.F. (apro).- No ignoro, mis estimados humanos, que tienen razones suficientes para sentirse confundidos, desencantados y hasta asustados del mundo en que viven y, en consecuencia, numerosos momentos si no es en todos los minutos de sus vidas, tienen la urgente necesidad de superar los anteriores y otros parecidos sentimientos, lo que no es pocas ocasiones, su apremio por deshacerse de ellos los llevan a extraviarse en sus caminos de salvación, de liberación, agravando, en vez de eliminarlos, esos sus sentires de turbación, inseguridad y temor. Por lo anterior, veo con regocijo que, en esa globalidad en la que viven, desde hace unos años a la fecha se están llevando a cabo una serie de campañas revalorizadoras del libro. En lo personal y por lo que atañe, les informo que más de una vez he lanzado tres entusiastas ¡hurras! por las mismas… pero tengo mis dudas respecto de su éxito. No lo digo por pesimista, sino que sé por experiencia que el libro por sí mismo no les va a liberar de su confusión, desorientación, inseguridad y miedos. Ustedes tienen un dicho que asevera lo siguiente: “No hay libro, por malo que sea, que no tenga algo de bueno”, cierto, pero no lo es menos lo que les voy a decir: no hay libro, por bueno que sea, que no encierre algo y hasta de mucho malo, ejemplos: el Viejo y el Nuevo Testamento, o sea, la Biblia, libro excelente que, para millones y millones de ustedes, los humanos, es la misma palabra de Dios; libro creador de pueblos, de cultura, de civilización, generador de altos y conmovedores valores morales… e inspirador al mismo tiempo de los más mezquinos y siniestros fanatismos. Para comprobarlo no hay más que recordar los Diez Mandamientos y la brutal entrada del pueblo elegido en la Tierra Prometida; a los mártires cristianos vejados y sacrificados en el circo de Roma y al Santo Oficio, a la despiadada persecución de que fueron objeto inconformes y críticos de lo escrito en la Biblia, a los quemados vivos por rectificar, negar o rechazar la letra de la misma; a las estúpidas y crueles guerras de religión entre creyentes en lo expuesto en la Biblia. Otra obra que está en el mismo caso es el libro, también sagrado para millones y millones de hombres, el Corán, que sus seguidores deben leer en árabe, por ser esa la lengua en que fue dictado a Mahoma. Hay otros textos que los humanos no tienen tan en cuenta, aunque los mismos han cambiado el mundo en el que viven y, por lo tanto, de los que deberían tener al menos un conocimiento aunque fuera elemental… ya que hay millones de ustedes que ni siquiera los conocen. Cito algunos como ejemplo: “Sobre las revoluciones de los orbes celestes”, de Nicolás Copérnico; “El discurso del método”, de René Descartes; “El contrato social”, de J. J. Rousseau; “El origen de las especies”, de Charles Darwin, obras todas ellas criticadas y perseguidas con feroz saña por la Santa Madre Iglesia Católica y Apostólica de Roma y puesta en el negro índice de los libros prohibidos a sus fieles… hasta que esa Iglesia, avergonzada y arrepentida de tan estúpida y siniestra cerrazón, apenas ayer eliminó tan ignominioso --para ella-- índice. Luego están esos otros libros que por unos cuatro y medio siglos fueron sus preferidos: las novelas de todo género, consumidas con ávido deleite por los más en su forma de folletón en los periódicos, caracterizadas por lo común por una intriga emocionante de gran y viva acción, aunque a veces insólitas, poco verosímiles y excesivamente sentimentales y hasta lacrimosas, rasgos de las que no creen frecuentemente las consideradas obras literarias, leídas por los menos, pero ambas de gran atractivo para ustedes, los bípedos implumes, pues le ofrecen variados y seductores caminos para fugarse a mundos virtuales. Por todo lo expuesto en la presente, insisto, tengo mis dudas sobre el éxito de las campañas a favor del libro… bueno… bien, sí, en algo y puede que hasta de mucha utilidad les sean… pero para ello, sin renunciar a su individualidad, tendrán que usar y consumir de un modo reflexivo, crítico, las coincidencias y desacuerdos que encuentren en ellos… ¡Ah!, pero cuidado, mucho cuidado con los textos que les dejen plenamente satisfechos por coincidir plenamente con sus pensamientos, palabras y obrar, pues pueden convertirlos en sórdidos y violentos fanáticos… recuerden lo que hicieron la Biblia y el Corán con sus más ardorosos fieles. Sin más por el momento, queda de ustedes, estimados mamíferos pensantes. LA LECTURA

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