Neomexicanismos: superficialidad en el MAM (I)
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Superficial, acrítica y ambivalente resulta la exposición que, bajo el título de ¿Neomexicanismos? Ficciones identitarias en el México de los ochenta, se presenta en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México.
Relevantes no sólo por su dinamismo creativo sino, también, por haberse gestado en una década –los años ochenta del siglo XX–, sumamente rica y compleja por sus transformaciones culturales, económicas y políticas tanto a nivel nacional como internacional, las estéticas “neomexicanistas” merecen una revisión teórica e histórica que trascienda la seducción que genera su iconografía.
Definida en el boletín de prensa como la “primera revisión histórica de la producción artística de los ochenta en México”, la exhibición no cumple con lo que promete a los ciudadanos. Organizada a través de contenidos que ponderan la retinalidad y recreación de estereotipos visuales de “lo mexicano” por sobre el análisis del origen, significado, legitimación institucional y posicionamiento comercial de los lenguajes, la exhibición no es una revisión ni es la primera que se realiza. En 1998, del 17 de marzo al 14 de junio, la Galería de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público presentó la muestra Neomexicanos: visiones y revisiones de dos décadas.
Recientemente, de noviembre de 2010 a febrero de 2011, el Instituto Cultural de México en San Antonio Texas, E.U., expuso Neo-Mexicanism. A new figuration: Mexican Art of the 1980s (“Neo-mexicanismo. Una nueva figuración: arte mexicano de los 1980’s”), proyecto curatorial de la académica estadunidense Teresa Eckmann basado en su reciente libro, Neo-Mexicanism: Mexican figurative painting and patronage in the 1980’s.
El primer aspecto que debilita a la “revisión” es la carencia de un análisis crítico sobre la pertinencia del término. Las poéticas que aborda la muestra, ¿realmente responden a “investigaciones” sobre los imaginarios relacionados con lo mexicano y lo nacional, como señala la curadora Josefa Ortega? Generadas en pleno auge de las teorías y tendencias postmodernas, las estéticas identificadas posteriormente como neomexicanas, forman parte de los apropiacionismos que caracterizaron la década a nivel internacional.
Originados a través del diálogo crítico y plural con distintos valores de la modernidad, los apropiacionismos incidían en la transgresión de las narrativas y discursos de la historia del arte. Irreverentes respecto a las normas artísticas de la originalidad, buen gusto, respeto a la alta cultura y desprecio a las estéticas populares, numerosos artistas de México y el mundo incidieron en la recreación de visualidades provenientes tanto del gran arte como de iconografías urbanas, rurales, tradicionales y masivas. Inmersos en este contexto, los autores plantearon poéticas que, como señaló el teórico Frederic Jameson, se caracterizaron por la fragmentación y combinación de distintas imágenes, la esquizofrenia icónica –indiferencia ante la lógica narrativa de las apropiaciones– y el pastiche.
Este último relevante ya que, a diferencia de la parodia que critica frontalmente, el pastiche se basa en la presentación de imágenes sin evidenciar significados. La pintura mexicana ochentera no parodia: crea pastiches que el espectador significa a partir de sus valores. Imágenes que, lejos de expresar “dilemas identitarios”, se regodean en la permisibilidad artística posmoderna para utilizar referencias visuales que pertenecen al imaginario cultural, doméstico y cotidiano de los artistas.
Desde esta perspectiva de vínculos teóricos, estéticos y artísticos internacionales, ¿es pertinente aceptar el término de neomexicanismos? ¿Cuáles son las modernidades, ismos o mexicanismos que se convirtieron en neo?
Al margen del acierto que conlleva recordar y exponer la vitalidad de la pintura mexicana ochentera, la exposición presenta otros aspectos débiles (continuará).