Mahler en el diván

jueves, 11 de agosto de 2011 · 20:32
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Durante este mes de agosto, la Cineteca Nacional presenta un ciclo de cine alemán ofreciendo un panorama de la producción más reciente (2010) del país. Desde la presencia de Tom Tywer, famoso por Lola, corre Lola, con su ménage de Tres (Drei), hasta el cruce de familias alemanas con la dictadura argentina, El día que no nací (Das Lied in mir). Las obsesiones del cine germano no cambian mucho, cambia el enfoque. Si en la época de Fassbinder resaltaba el recelo y la fascinación de la sociedad alemana hacia los inmigrantes, ahora destaca la preocupación de las nuevas generaciones de hijos de inmigrantes por afirmar su identidad; ya sea un joven pianista homosexual de origen turco contra el atavismo familiar en Sasha, o el documental Neukolin (Neukölln) sobre un trío de hermanos de familia libanesa, bailarines y cantante, y su sueño del hip hop. Más por lo que despierta el tema que por su logro, destaca Confesiones en el diván (Mahler auf der Couch; Alemania, 2010) del dúo de directores, padre e hijo, Percy y Felix Adlon (Bagdad Café), reconstrucción de época que dramatiza el encuentro entre Gustav Mahler y Sigmund Freud en Leiden, en 1910, casi al final de la vida del gran músico austriaco. La inquietud de Mahler (Johannes Silberschenider) por consultar a Freud surge cuando Alma Mahler (Barbara Romaner), su esposa 19 años menor, se hace amante del joven arquitecto Walter Gropius (creador de la Bauhaus). Mahler había cancelado ya dos veces (según la ley de resistencia inconsciente), finalmente Freud interrumpe sus vacaciones en la playa (ni el mismo Freud podía negársele al compositor del Titán), y la sesión de psicoanálisis in extremis duró cuatro horas; la cinta no deja muy claro este punto, y sorprende leer comentarios que hablan de varios encuentros. La precisión importa aquí porque los directores desaprovechan el dramatismo y hasta el humor potencial del hecho. Aunque existe material de sobra acerca de la vida y época de estos dos íconos del siglo XX, hay poco sobre la entrevista, un par de comentarios de Freud y la mención del episodio que hace Alma Mahler en sus memorias. A Freud le sorprendió la capacidad de Mahler para entender, pero el músico se resiste al diagnóstico de un complejo materno. Confesiones en el diván es una cinta atractiva, una cita a la cual uno no puede negarse; no obstante, los directores se hunden en la solemnidad de personajes de leyenda y escenas de testimonios frente a la cámara; falta la distancia que hubiera permitido el humor. El esquema psicoanalítico es demasiado obvio a estas alturas de siglo XXI, por lo menos a nivel divulgación; los directores sólo confían en el prestigio y las estatuas de estos grandes hombres, pero no son capaces de evocar el impacto y la magia del psicoanálisis en su momento, como lo hace, por ejemplo, Thomas Mann en La montaña mágica. Según La Grange, el gran biógrafo de Mahler y amigo de Alma en su vejez, ésta odiaba al fundador del psicoanálisis porque poco tiempo después del fallecimiento de Mahler, Freud mandó cobrar la cuenta de su consulta.

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