Imitación

jueves, 8 de septiembre de 2011 · 19:38
MÉXICO, D.F. (apro).- Apreciado lector: no sé si la naturaleza termina por imitar al arte, como dijo Oscar Wilde, pero lo que sí es un hecho, por lo que no queda más remedio de admitirlo, es que los humanos, en diversas medidas, imitamos o representamos a diversos personajes de cuento, novela y teatro. ¿Que me equivoco? Puede. Pero arriesgaré algunos ejemplos por los cuales podrán juzgar si estoy equivocado o no si terminan de leer la presente. Comenzaremos por el sentimiento del amor, ese concepto tan traído y llevado por poetas, filósofos e incluso por la religión y por lo que sea tan deseado por el común de nosotros, pues todos, en algún tiempo de nuestras vidas, hemos tenido momentos románticos, en que sabiéndolo o ignorándolo acaso, según el sexo, nos hemos sentido y hasta representado o bien el papel de la Bella Durmiente o el del Príncipe besucón despertador de la misma. Igualmente, en nuestra existencia, por lo general, ha habido ocasiones románticas en las que hemos jugado, y otros juegan, el papel de Julieta y Romeo, puede que no en un rol o papel de primer plano, pero al menos de segunda y hasta de tercera categoría, pues como dice el refrán: “Algo es algo, dijo el diablo, y se llevó a un obispo”. En esto del amor, por supuesto, tampoco faltan los que han sido y son ganados, con razón o sin razón, por los tormentosos y torturadores celos o los que han sido o son víctimas del rabioso y cegador despecho, como le sucedió a Otelo, el moro de Venecia, cuyo padre espiritual fue Shakespeare, y les sucede en el libro y representan cuando suben a escena a Citemnestra y Medea, aunque, felizmente, no con tanta pasión como para llegar al crimen. Afortunadamente, ahí está el divorcio como solución cuando nos pueda ganar el desencanto, la indiferencia, el aburrimiento o el cansancio por la pareja… bueno, lo admito, hay excepciones que, como siempre, confirman la regla. Luego están los que, por esto o por aquello, por poquedad de ánimo, no saben decir no, que son como piedras llevadas por las corrientes de agua, seres sin voluntad propia. Ejemplo: Galy Gay, el protagonista de Hombre por hombre, de Bertold Brecht, personaje sin opiniones propias, que se limita a repetir lo que dicen otros, por lo que suele cambiar de modos de pensar con lamisca facilidad que se muda de calcetines, al punto extremo que puede convertirse de un ser inofensivo, de un mandilón, en un brutal y sanguinario soldado de quien o de quienes sepan manipularlo al punto de señalarle quién es el enemigo… que suele ser el o los que amenazan los privilegios del o los manipuladores, convirtiéndole así de un ser potencialmente libre, en una marioneta, en un objeto que se mueve, sí… pero movido por los hilos invisibles de la voluntad de otro u otros. Una variante curiosa y significativa de los que no dicen no a los sistemas establecidos, los que sean, es el conformista por conveniencia, es decir, el individuo adaptado a las circunstancias existentes, sean ellas de carácter público o privado… Siempre que las mismas no le impidan, no le pongan trabas a su libertad de actuar en beneficio de sus muy particulares intereses, aunque ese su actuar sobrepase la barrera de lo moral, de lo ético y llegue al engaño, a la corrupción, que pueden hacerlo su víctima por el ejercicio de los mismos, como le ocurre a Biedermann, un corrector y respetado hombre de orden, personaje de Los incendiarios, obra del suizo Max Frich, que en el fondo es un personaje cruel y brutal que lleva al suicidio a uno de sus empleados, pero que se considera a sí mismo un tipo práctico, un listo, un vivo que sabe cómo manipular a los otros, creencia que lo lleva al punto de la estupidez de ofrecer a los incendiarios los cerillos para que quemen su propia casa. Aquí termino con los ejemplos por considerar que son suficientes. Usted, lector de la presente, juzgará si tuve razón o no cuando al inicio de la misma dije que los humanos imitamos, en diversas medidas, a personajes de cuento, novela y teatro. Para comprobarlo no hay más que mirar a los prójimos. Espero que estos ejemplos igualmente le sirvan para ir conociéndolos mejor, claro, en la medida en que los compare con los personajes de sus lecturas. Sin más por el momento, su seguro servidor. DOCTOR MAX P. DANTE

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