Cuerpo y belleza en la Grecia Antigua

martes, 10 de enero de 2012 · 20:51
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Diseñada por el Museo Británico de Londres como un producto itinerante de exportación cultural, la muestra Cuerpo y belleza en la Grecia Antigua es modesta en su contenido, lucidora en su museografía y poco rigurosa en su interpretación curatorial. Expuesto desde abril de 2009 en museos de España, Corea del Sur, China y Japón, el producto londinense se exhibe actualmente en el Museo Nacional de Antropología como un acto de reciprocidad por la exposición Moctezuma: Aztec Ruler que se presentó entre septiembre de 2009 y enero de 2010 en el museo de la capital británica. Interesante por su temática, espléndida por su contenido y exitosa en la recepción del público, la exhibición sobre el último gobernante azteca organizada en colaboración con el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México no merece una reciprocidad tan desigual. Integrada por atractivas creaciones prehispánicas y virreinales –esculturas en piedra, mosaicos, objetos en oro, cerámicas, arte plumario, enconchados– provenientes de colecciones gubernamentales y privadas tanto nacionales como extranjeras, la selección sobresalió no sólo por el protagonismo de cada una de las piezas sino, también, por la exclusividad internacional que le otorgó al recinto europeo. Muy diferente resulta la exposición de arte griego. Integrada por 131 piezas entre las que abundan las vasijas y las figuras de pequeño formato, la muestra Cuerpo y belleza en la Grecia Antigua se concentra más en la representación corporal que en el análisis de la belleza. Ajena a la confusa, compleja y apasionante ambivalencia que caracteriza a esta categoría estética en la antigüedad, la muestra se concentra en la descripción de los valores formales y culturales relacionados con la construcción icónica del cuerpo femenino y masculino a través de los imaginarios divinos, atléticos, monstruosos, teatrales, retratísticos y eróticos. Organizada a partir de temáticas, la curaduría británica ignora las transformaciones históricas que identifican la trayectoria visual de la antigüedad al fusionar, museográficamente, la abstracción geométrica de la civilización cicládica (3,000 a. C.), con el rigor corporal del clasicismo (siglos V a IV a. C), la expresividad del helenismo (IV al I a. C.) y la expresiva tosquedad de la retratística romana (hasta el II d.C.). Atractiva por algunas esculturas de mediano y gran formato entre las que destaca una Afrodita con los brazos restaurados a finales del siglo XVIII y una copia romana del Discóbolo que realizó Mirón en el siglo V a. C. –y la cual, a diferencia de otras copias, se caracteriza porque al restaurarla se le colocó la cabeza viendo al frente y no hacia el disco–, la exposición concentra su mayor riqueza en las terracotas de pequeñísimo formato. Provenientes algunas de Tanagra y pertenecientes al subtema correspondiente al nacimiento, matrimonio y muerte, las piezas alojadas en tumbas y santuarios delatan gustos y valores de la sensibilidad popular y cotidiana del mundo antiguo. Importante por constituir una reciprocidad que incide en la diplomacia cultural, la exhibición Cuerpo y belleza en la Grecia Antigua comprueba el lamentable y sumiso subdesarrollo en el que se encuentra la política exterior cultural de nuestro país.

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