Lo sepan o no lo sepan

lunes, 19 de noviembre de 2012 · 21:16
MÉXICO, D.F. (apro).- Distinguido señor don Armando Rollos; ¡no y no!, siento no estar de acuerdo con su opinión, pero así es. Me parece que los que se disfrazan de zombis, si bien no son simples monos de imitación, como usted rechaza, y con razón, en lo personal, en modo alguno los percibo como seres que se transfiguran por un día, como usted, siguiendo las teorías teatrales de ese tal Nicolás Evreinoff y las palabras de Pablo Picasso sobre el arte en general, los ve y sugiere los veamos, según se deduce de su carta a este buzón. Para servidor, esos tantos y tantos de congéneres que se disfrazan de zombis el día 1 de noviembre; bueno, también se disfrazan de vampiros, licántropos, Frankenstein, diablos, brujos, brujas y otros monstruos parecidos, pero sobre todo de zombis para manifestarse multitudinariamente en diversas ciudades del mundo, moda que data de unos años y que cada vez es más popular y va ganando terreno en todos los países; esos zombis, que son los más, no son, como usted bien dice, simples simios que imitan, no, pero servidor tampoco los ve como seres que se transfiguran por un día, como usted los ve, para servidor, que, lo confieso, es de la onda de los que piensan que son inquietantes símbolos de esta globalidad en la que respiramos, a esos zombis por un día los percibo como individualidades que se encuentran en la divertida y dramática situación de Monsieur Jourdain, el protagonista de El burgués gentilhombre, obra de Moliere, personaje que se caracteriza, entre otras cosas, en que llevaba más de 40 años hablando en prosa sin saberlo, justo hasta el día en que su maestro de filosofía le hizo ver y reconocer tan gran hecho. Vea por qué digo y sostengo lo que acabo de escribir. Si va al diccionario, encontrará que él mismo dice lo siguiente sobre significado de la palabra zombi: que es una persona que se supone muerta y ha sido reanimada por arte de brujería con el fin de dominar su voluntad, por lo que la misma es un dócil, sumiso y obediente esclavo del brujo que lo revivió. Hay que reflexionar sobre el tema, preguntémonos ¿qué pasa en la globalidad en que nos ha tocado vivir? Pues que en gran medida se encuentra dividida y enfrentada por dos teorías diferentes: la que afirma y defiende que todos somos iguales y la que proclama y reclama que, felizmente, todos somos diferentes y hasta únicos y ahí estamos perdidos, quien más y quien menos, en los laberintos de las discusiones y los pleitos incluso generados por ambas en su empeño por demostrar si los más o el individuo, quien de los dos es el genuino, el verdadero representante de la verdad, por lo menos en la actualidad de nuestros días. Esta confrontación no es de hoy, poco tiempo después de la Primera Guerra Mundial, naufragio de tantas cosas, espíritus avispados comenzaron a hacer advertencias sobre los peligros de uniformización y monotonía que encierra la homogeneización de las costumbres y de las ideas. Uno de ellos, Stefan Zweig, escribió lo siguiente, al respecto, en su obra El mundo insomne: “Millones de individuos se mueven del mismo modo al ritmo de cinco o seis melodías asmáticas, en todas las pistas entre la Ciudad del Cabo y Estocolmo, entre Buenos Aires y Calcuta. La moda invade casi simultáneamente todos los países. Antes hubiera tardado años de llegar de París a otras capitales y de allí a las provincias; además, los trajes regionales le oponían límites casi infranqueables. Hoy, Nueva York impone a las mujeres el peinado a la gargonne… También al cine, la radio y un sinnúmero de otros elementos de la uniformización se empeñan en borrar cada vez más toda individualidad. Vestidos y barbas iguales obran desde fuera sobre la personalidad y producen cuerpos y almas idénticas”. Distinguido Armando Rollos, usted dirá si, sí o no, a casi un siglo de haber sido escrito lo anterior, ese trabajo intencional de uniformización, que tanto tiene que ver con el control de los individuos para así mover su voluntad con el fin de que tomen ciertas determinaciones –como zombis--, no cuenta con más medios y más efectivos como, por citar un solo ejemplo, la seductora y por eso tan penetrante televisión. En lo personal así lo creo, ¿Y usted? Y también pienso por ello que los que se disfrazan de zombis para exhibirse masiva y públicamente, no lo hacen por ser monos de imitación ni individuos que se transfiguran, no; lo hacen porque, como Monsieur Jourdain, que ignoraba que llevaba más de cuarenta años sin saber que hablaba en prosa, ignoran que los han o están convirtiendo en zombis, y lo único que llevan a cabo es hacer más evidente el papel que están jugando o desempeñando en sus vidas diarias. En pensarlo me da escalofríos, y más cuando reparo que se dice que el cerebro es para los zombis un manjar y que harán todo lo posible para conseguirlo. Con un cordial saludo y sinceramente a sus órdenes. LIGORIO D’REVUELTAS

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