Cine: Después de Lucía

viernes, 2 de noviembre de 2012 · 11:56
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Sorprende la fluidez narrativa y la firmeza en el manejo de actores en un director tan joven, Michel Franco, que presenta su segundo largometraje, Después de Lucia (México-Francia, 2012); el drama de esta familia mutilada ocurre en diferentes planos, en lo social y en lo psicológico, en las relaciones familiares, la escuela, los medios, la justicia; la angustia de Alejandra (Tessala), una chica acosada en la escuela, resuena en direcciones opuestas, la soledad del adolescente, la imprudencia de los adultos y la necesidad de pertenencia. Física y emocionalmente, Alejandra es el chivo expiatorio de una generación que pretende estar por encima del mal y del bien, a la que no le espantan las imágenes de horror, sexo y violencia que carga y descarga en sus juguetes electrónicos; la generación que pinta Michel Franco se revela tan prejuiciosa en lo moral como la peor porfiriana, más cruel porque cuenta con medios más sofisticados y eficaces para espiar y castigar. Ana es grabada en un celular haciendo el amor con un compañero de la prepa, la típica primera vez de la comedia hollywoodense es punto de partida para la persecución y la agresión física de los demás chicos y chicas. Por supuesto, Después de Lucía denuncia el acoso, el famoso bullying que destruye la vida de estudiantes y escolares y deja huellas para siempre; pero el talento del director no es precisamente el de pontificar, sino la capacidad de explorar los fetiches de la generación del celular y del iPad. Ana se convierte en un fetiche más donde se descarga el morbo y la frustración, un jueguito de celular que hay que aprender a manipular. Escudado en la depresión de su propio duelo, la pérdida de Lucía, su esposa, el padre de Alejandra da por hecho que comunica con su hija, pero en esta historia cruel de juventud el director apunta al peligro de la falta de atención; la realidad de la sociedad en que vivimos es implacable, la vulnerabilidad de una joven de 17 años abre el apetito de los chacales. El sambenito, simbolizado aquí por la mutilación del cabello, no lo lleva el culpable sino la presa más fácil. La mejor cualidad de esta cinta es la de mantener un suspenso, propio del thriller, por medio de un lenguaje ascético, con planos fijos que obligan al público a participar en la violencia a través de sus propios juicios, sobre todo porque la violencia es moral y psicológica; imposible no tomar partido. La distancia con que filma Michel Franco es apenas la justa para que el espectador respire, pero respira estrujado por el miedo; la cámara no se mueve y Alejandra no expresa su padecimiento, pero el testigo carga con la angustia y el dolor de la chica. Cierto que la denuncia del acoso escolar es algo que debe tomarse en serio por parte de los padres de víctimas y verdugos, por maestros y autoridades; Después de Lucia tendrá que convertirse en una frase histórica, no porque la película provoque necesariamente una reforma, sino porque expresa un sentir general en este país que quisiera acostumbrarse a la violencia cotidiana, pero, que gracias a Dios, no puede.

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