Vigencia de Mariátegui: Arte y dinero

viernes, 23 de noviembre de 2012 · 21:42
MÉXICO, D.F. (Proceso).- En la página del New York Times que los sábados reproduce el periódico Reforma, el 10 de noviembre pasado, con la firma de Anita Patil, se publicó una nota de un interés poco usual: las tiendas Costco de abarrotes y artículos domésticos va a ampliar su departamento Hogar y Temporada con la sección por internet Obras de Arte, en la cual ofrecerá gráficas de Andy Warhol, Marc Chagall, Henri Matisse y muchos más de igual prestigio a precios muy accesibles, para responder al democrático plan de “arte para todos”. Pero resulta que hace más de medio siglo el señor Alfonso Gracia, refugiado español que había establecido en la ciudad de Monterrey, Nuevo León, una librería selecta, tuvo la feliz ocurrencia de instalar dentro de su negocio una pequeña sección de dibujos, estampas y pinturas, los cuales vendía a precios accesibles, con la posibilidad de hacer pagos a plazos. Entonces en Monterrey aún no funcionaban museos o galerías, pero ya existían entre la gente adinerada coleccionistas enterados y exigentes; pero la propuesta de Alfonso Gracia hizo que también la pequeña burguesía (empleados, profesionistas, educadores, etc.) pudieran adornar sus casas con imágenes de buenos artistas, principalmente jóvenes. La cuestión del arte y el que lo subvenciona o adquiere es una historia no de siglos sino de milenios, cuyo carácter fue cambiando al ritmo de la evolución socio-económica de las sociedades. De esto se ocupó el muy notable escritor peruano José Carlos Mariátegui (Lima, 1895-1930). Político y ensayista, en 1928 fundó el Partido Comunista, y dos años antes la revista Amauta, donde quedó consignado su pensamiento americanista. El 14 de octubre de 1925, en la revista limeña Mundial publicó el artículo “El artista y la época”, reproducido póstumamente en 1958 en el tomo 6 de las Obras Completas, organizadas por sus hijos con respeto y admiración por su progenitor muerto prematuramente. Pese a los 87 años transcurridos, el ensayo de Mariátegui no ha perdido un ápice de vigencia, por lo que me permitiré hacer una síntesis de los párrafos ligados al tema del arte y el dinero en tiempos más recientes.   u u u “El artista contemporáneo se queja, frecuentemente, de que esta sociedad o esta civilización no le hace justicia. Su queja no es arbitraria. (…) La burguesía quiere del artista un arte que corteje y adule su gusto mediocre. Quiere, en todo caso, un arte consagrado por sus peritos y tasadores. La obra de arte no tiene, en el mercado burgués, un valor intrínseco sino un valor fiduciario. (…) El éxito de un pintor depende, más o menos, de las mismas condiciones que el éxito de un negocio. Su pintura necesita uno o varios empresarios que la administren diestra y sagazmente. El renombre se fabrica a base de publicidad. (…) El artista debe sacrificar su personalidad, su temperamento, su estilo, si no quiere, heroicamente, morirse de hambre. (…) “Piensa que el artista de la Edad Media, del Renacimiento, etc., encontraba en la clase dominante de entonces una clase más inteligente, más comprensiva, más generosa. Confronta el tipo del Papa, el cardenal o del príncipe con el tipo del nuevo rico. De esta comparación, el nuevo rico sale, naturalmente, muy mal parado. (…) La élite de la sociedad aristocrática tenía más educación artística y más aptitud estética que la élite de la sociedad burguesa. Su función, sus hábitos, sus gustos, la acercaban mucho más al arte. (…) Ante un cuadro de Rafael, un señor del Renacimiento no se comportaba como un burgués de nuestros días ante una estatua de Archipenko o un cuadro de Franz Marc. (…) La élite burguesa se compone de banqueros, de industriales, de técnicos. La actividad práctica excluye de la vida de esta gente toda actividad estética. (…) El señor feudal que contrataba el Tiziano sabía muy bien, por sí mismo, lo que valía el Tiziano. Entre el arte y sus compradores o mecenas no había intermediarios, no había corredores. No existía, sobre todo, la prensa. El plinto de la fama de un artista era, exclusivamente, grande o modesto, su propia obra. No se asentaba, como ahora, sobre un bloque de papel impreso. Las rotativas no fallaban sobre el mérito de un cuadro, de una estatua o de un poema. (…) Los periódicos pueden exaltar al primer puesto a un artista mediocre y pueden relegar al último a un altísimo. (…) “La publicidad, el réclame, en general, son en nuestro tiempo omnipotentes. La fortuna de un artista depende, por consiguiente, muchas veces, sólo de un buen empresario. Los comerciantes en libros y los comerciantes en cuadros y estatuas deciden el destino de la mayoría de los artistas. Se lanza a un artista más o menos por los mismos medios que un producto o un negocio cualquiera. (…) La posición justa, en este tema es la de Oscar Wilde quien, en su ensayo sobre El alma humana bajo el socialismo, en la liberación del trabajo veía la liberación del arte. (…el arte depende hoy del dinero; pero ayer dependió de una casta. El artista de hoy es un cortesano de la burguesía; pero el de ayer fue un cortesano de la aristocracia. Y, en todo caso, una servidumbre vale por la otra.”   u u u En el No. 3 de Amauta (noviembre de 1926) Mariátegui publicó el ensayo “Arte, revolución y decadencia”, donde expresaba: “No podemos aceptar como nuevo un arte que no nos trae sino una nueva técnica. Eso sería recrearse en el más falaz de los espejismos actuales. Ninguna estética puede rebajar el trabajo artístico a una cuestión de técnica. La técnica nueva debe corresponder a un espíritu nuevo también. Si no, lo único que cambia es el paramento, el decorado. Y una revolución artística no se contenta de conquistas formales. (…) Las escuelas se multiplican hasta lo infinito porque no operan fuerzas centrífugas. Pero esta anarquía, en la cual muere, irreparablemente escindido y disgregado el espíritu del arte burgués, preludia y prepara un orden nuevo. (…) En esta crisis se elaboran dispersamente los elementos del arte del porvenir. El cubismo, el dadaísmo, el expresionismo, etc. Al mismo tiempo que acusan una crisis, anuncian una reconstrucción. (…) “El sentido revolucionario de las escuelas o tendencias contemporáneas no está en la creación de una técnica nueva. No está tampoco en la destrucción de la técnica vieja. Está en el repudio, en el desahucio, en la befa del absoluto burgués.”   u u u La iniciativa que en su momento tuvo en Monterrey Alfonso Gracia, y la que ahora anuncia la empresa Costco, sirvieron y servirán como instrumentos para la formación de un público más amplio para las artes. Si bien hay en ello un pronunciado sentido del negocio, o si se quiere una especie de pacto entre el comercio y la estética, las derivaciones pueden encaminarse a una multiplicación desinteresada del placer ante los objetos artísticos. Malo sería que sólo se tratara de cultivar el gusto por las modas. Estas iniciativas podrían quizás servir para aminorar el exceso de lucro y de mercado en torno de las artes, que en estos días están alcanzando niveles enajenantes y aún patológicos. Hay que tratar de evitar que la publicidad encierre a la producción de los artistas en una “estética de la mercancía”, cuyas características son el interés material y la utilidad o el valor inmediatos. Las exposiciones universales y las subastas, al cobijar el arte como mercancía y estimular un consumo dependiente, marcan como tarea impostergable la emancipación social e individual del tráfico de los objetos artísticos y de los movimientos para el análisis y la creación estética.

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