"Por su bien, les escribo"

lunes, 26 de noviembre de 2012 · 19:05
MÉXICO, D.F. (apro).- Imprevisibles (¿por imprevisores?... habría que averiguarlo) humanos: me tienen con el alma en un hilo, como ustedes dicen, ya que compruebo que después de siglos de haber sido uno de los pilares de sus vidas, con tristeza e inquietud veo que estoy perdiendo terreno en sus existencias, que me van convirtiendo lentamente en una actividad secundaria para muchos y casi soy inexistente para otros más, que me van abandonando por la imagen. Ese es el motivo de la presente a este buzón. Lo siguiente, lo admito, es que hay algo que me anima y da esperanza: el que entre ustedes no falten los empeñados en que servidora vuelva a ser otra vez lo que anteriormente fue, por cientos de años, en sus vidas: el vigoroso estímulo, la ayudante eficaz de su progreso; uno de los móviles primordiales de la ampliación de sus pensares, la gran difusora de sus descubrimientos científicos, de sus aplicaciones técnicas, así como de los novedosos estilos en la literatura, para, en fin, que ustedes los humanos me practiquen y se me aficionen y vuelva a ser lo que fui para sus tatarabuelos, bisabuelos, abuelos y, hasta ayer, sus padres: una eficiente colaboradora y difusora de nuevos y originales sistemas del pensar humano, una competente auxiliar en la realización de nuevas formas de organización social y elemento capaz de contribuir a reanimar creencias y, en caso de ser necesario, incluso para iniciar y difundir otras nuevas. Amén. Que esas buenas intenciones de los que me publicitan en todos los medios en estos días se cumplan por el bien de ustedes, los humanos, pues como saben y si lo ignoran se los informo, si me dedican, si me practican cotidianamente 20 minutos, así sea como simple pasatiempo, por distraerse, sin fatiga, provocaré la actividad de sus cerebros, les abriré puertas y ventanas a su imaginación y fantasía, puede que contribuya a la afirmación de lo que ya saben y hasta quizás les facilite la asimilación de nuevos conocimientos, por lo que el tiempo que me dediquen no será tiempo perdido. ¡Chin! Perdón, la preocupación de querer decirles mucho en el poco espacio de una carta, me ha hecho caer en el olvido de la obligada cortesía de presentarme, a lo que hay que añadir que, por lo hasta aquí expuesto, alguno de los distinguidos lectores de la presente, si es que tengo la suerte de tenerlos, se confunda y crea que la autora de la misma es la escritura, pues no es así. Para aclarar esa confusión, han de saber que de mi se ha dicho que cuando ustedes, los humanos, han terminado su educación, sus estudios profesionales, puedo ser uno de los elementos más poderosos para reforzar e incluso ampliar la misma a los mismos, y también que si todos me practican, aunque sea por gusto, cada hogar puede ser muy bien una escuela y cada biblioteca una facultad; con esto les he dicho quien soy, el medio que les infunde aptitudes para reflexionar, para hacer preguntas, para relacionar las reflexiones que sugiere con los conocimientos que ya han adquirido; así es, soy la lectura de la que hace casi dos milenios, Quinto Fabio Quintiliano dijo lo siguiente: “La lecturas os deja libertad plena; no está uno apremiado por la rapidez de la excitación, puede uno volver sobre sus pasos a cada instante ya para aclarar sus dudas, ya para retener mejor lo que me ha leído. Así, pues, nunca está de más leer y releer y así como masticamos nuestros alimentos hasta reducirlos casi a líquidos, para digerirlos más fácilmente, así en las lecturas, debemos no devorar precipitadamente, sino masticar, triturar, poner, por decirlo así, nuestras lecturas, en estado líquido, para que con mayor seguridad se graben en nuestra memoria y den su fruto”. Como se puede juzgar, consecuencia de lo que dijo Quintiliano, es que el ejercicio de servidora es mucho más provechoso si se hace con método que sin él, pues con lecturas sin ton ni son, se corre el riesgo, el peligro de que el uso de servidora sin orden y sin concierto, lleve, como observó uno de ustedes, un tal Montaigne, de caer en la ignorancia doctoral, o lo que es lo mismo, a ser zopencos librescos, o personas tan leídas como incultas, como dijo otros de ustedes, un tal Alexander Pope, citas que vienen en un libro que les enseñará a hacer un buen uso de una servidora: CÓMO LEER UN LIBRO, de Mortimer J. Adler y Charles van Doren de la Editorial Debate. Sin más y con el ardiente deseo de que, por su bien, lector de la presente, se convierta en uno de mis apasionados partidarios y seguidores. LA LECTURA

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