7 psicópatas y un perro: Dios los hace, ellos se juntan
MÉXICO, D.F. (apro).- Marty (Collin Farrell) es un escritor que tiene una gran idea para una película. El proyecto lleva por título 7 psicópatas, pero no tiene a los psicópatas y no sabe casi nada de la historia, tan sólo que le gustaría que no fuera una cinta violenta.
Marty tiene un amigo llamado Billy (Sam Rockwell), un actor desempleado que no está de acuerdo a la postura de Marty sobre el guión.
Charlie está convencido que debe de haber muchos disparos, muerte y sangre. Aun así, se encarga de darle ideas a su amigo para que vaya avanzando en su proyecto.
Aparentemente, no hay forma de que el guión de Marty pueda avanzar, pero al parecer tampoco la película. Pero existe un gran detalle: Billy tiene un amigo llamado Hans (Christopher Walken) con quien tiene un negocio particular: Juntos se dedican a secuestrar perros para después cobrar la recompensa que otorgan los dueños a quien los encuentre.
Las cosas se complican cuando Billy secuestra al perro del tipo equivocado, un mafioso llamado Charlie (Woody Harrelson).
Ese es el contexto de 7 psicópatas y un perro dirigida por Martin McDonagh, quien dirigiera también En brujas, estelarizada por el mismo Collin Farrel.
En un principio, la película parece sólo una historia divertida y violenta, con grandes actuaciones, pero poco a poco vemos que detrás de todo este desmadre sin sentido existen serios conflictos existenciales que atacan a cada uno de los psicópatas y principalmente a Marti.
Al final de cuentas, estos psicópatas —entre ellos un extravagante sujeto llamado Zacharia (Tom Waits)--, no son unos psicópatas cualquiera, en mayor o en menor grado, todos estos tienen corazón y todos ellos impactarán en el alma de Martín, no sabemos si para bien o para mal pero su vida no podrá ser la misma.
7 psicópatas y un perro termina siendo una cinta conmovedora, no apta para aquellos que buscan emociones light; la historia de McDonagh es capaz de sacudir fibras sensibles relacionadas con la confrontación de nuestra propia mortalidad.