Teatro: "El chofer y la Sra. Daisy"

viernes, 14 de diciembre de 2012 · 18:15
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Con una pieza ligera como la obra de teatro El chofer y la Sra. Daisy, nos acercamos al proceso de amistad entre dos personas a lo largo de más de 30 años. No es fácil la relación: las diferencias de status, la ideología y el carácter marcan los obstáculos que bien podrían solucionarse con el lugar común del enamoramiento, pero el dramaturgo norteamericano Alfred Uhry profundiza en lo que, sin muchas palabras explícitas, se va forjando con hilo invisible entre Daisy y Jack. El chofer y la Sra. Daisy, que actualmente se presenta en nuestro país protagonizada por los primeros actores María Rojo y Salvador Sánchez, fue una película exitosa que en 1989 obtuvo el Oscar a la mejor película, y su autor el Premio Pulitzer un año antes. Aunque pareciera que la cinta dio pie a la adaptación al teatro, ya que en los paseos en coche sucede gran parte de la historia, el autor la ideó inicialmente para la escena asumiendo los recursos que ofrece el teatro. En su primer estreno en Nueva York el chofer manejaba sentado en una banqueta, y en la puesta en escena que ahora se presenta en el teatro Rafael Solana, dirigida por el joven y talentoso dramaturgo Diego del Río, construye la convención con tres sillas y una mesa circular a manera de manubrio. El teatro es un juego de niños donde los espacios y los objetos se convierten en otra cosa, y si en un principio podría chocarnos esta transformación, cuando la convención está bien hecha vemos lo que los creadores escénicos nos hacen ver. El diseño de escenografía, realizado por Atenea Chávez y Auda Caraza, conocidas también por su acertado trabajo en Incendios y Bosques, por ejemplo, combinan el exterior con el interior sin que nos salgamos de la convención. Rodeados de puertas antiguas donde prevalecen los blancos, éstas se abren o cierran para dar aire a la escena o mantenernos en la intimidad de una casa o una oficina. La iluminación de Matías Gorlero es magnífica al dar, con la luz, infinidad de espacios y atmósferas de gran belleza. Alfred Uhry recorre en su obra tres décadas en la vida de una mujer y un hombre de edad avanzada y va de los 60 hasta los 90 años, lo cual implica un reto actoral para los protagonistas. María Rojo crea un personaje entrañable que, de una mujer fuerte e intolerante, encerrada en sus propias ideas y costumbres, progresivamente se va debilitando por la edad. No deja ese carácter ácido y frío, lo cual es un acierto tanto del autor como de la actriz, pero el espectador crea una empatía con ella donde termina queriéndola a pesar de su difícil personalidad. María Rojo se apoya tanto en la expresión corporal como en un trabajo interior. Su altivez se refleja en su modo de andar y decir, y poco a poco se va encorvando, se le dificulta el andar, pierde visión y la mano le tiembla. No está caricaturizado, pues la naturalidad crea verosimilitud, y ese es un logro que también trabaja Salvador Sánchez, cuya actuación está dada no tanto a nivel corporal sino interpretativo, donde el paso de los años se hace visible a través de su comportamiento y trabajo interior. El hijo, interpretado por Ari Telch, no logra dar la complejidad que requiere el personaje. Su mal manejo de la voz y sus vicios gestuales no nos hacen ver al hijo de Daisy sino a un Ari Telch que se impone en la escena. A diferencia de Daisy y Jack, que se muestran siempre con el mismo vestuario diseñado por Tolita y María Figueroa, Bobby cambia de trajes en cada aparición, como si fuera un desfile de modas, y ni eso ayuda a transmitir su evolución. El chofer y la Sra. Daisy es una obra de teatro sencilla y convencional, con personajes entrañables llenos de matices y contradicciones que nos permiten adentrarnos en el valor de la amistad. En esta obra está claro el trasfondo social del momento (1948-1973), donde la lucha contra el racismo era significativa y Martin Luther King su representante. Daisy refleja este impulso de superioridad frente a la gente de color y que es vencido con el paso del tiempo. En el microcosmos de una relación vemos cómo el valor de la amistad traspasa cualquier diferencia.

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