La Alameda Central, un histórico paseo

martes, 3 de abril de 2012 · 17:07
MÉXICO, D.F. (apro).- Entrañable no sólo para quienes la han frecuentado en sus paseos de fin de semana, la Alameda Central es evocada con emotividad y belleza por el historiador Efraín Castro Morales: “…este viejo jardín virreinal, imperial y republicano, en permanente decadencia y renovación, ruina y novedad, siempre grato a todos los mexicanos, nostalgia de viejos y asombro de niños, alegría de pobres y gozo de ricos, siempre rodeado por los testimonios del México, cambiante, tradicional y moderno, que permanecerá, alameda sin álamos, perpetuo actor y espectador, contemplando el largo devenir de la historia de una antigua y gran ciudad, donde aun se puede soñar en el pasado, pero también en el futuro.” El gobierno de la Ciudad de México ha iniciado un plan de rehabilitación del parque más antiguo de América Latina, en el cual se invertirán más de 60 millones de pesos para mantenimiento y remozamiento. El concurso para la licitación del proyecto se abrió el viernes 30 de marzo, cerrará el 9 de abril y el 24 del mismo mes se anunciará al ganador. El fallo se emitirá el 3 de mayo próximo. En tanto se desarrolla todo ese proceso es más que pertinente recordar la historia del famoso parque, detalladamente contada por Castro Morales en su libro Alameda Mexicana. Breve crónica de un viejo paseo, editado en 2004 por la editorial poblana Museo Mexicano, aunque se publicó originalmente en el año 2000. En 154 páginas, el exmiembro del Consejo de la Crónica del Distrito Federal y exdirector de Monumentos Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), relata desde los orígenes de este tradicional paseo hasta el momento en el cual el terremoto de 1985 afectó su entorno y cambió para siempre el rostro de esa zona del Centro Histórico de la Ciudad. Incluso describe y distingue los diferentes tipos de álamo, los que fueron más difundidos en la Nueva España y cómo desde el siglo XVI las alamedas fueron un elemento importante de las ciudades, destinado a la recreación y esparcimiento de los vecinos y durante siglos fueron los únicos jardines públicos. No necesariamente han tenido todos álamos pero, explica el historiador, se ha llamado así a los sitios arbolados o “huertos de recreación”. Desde el siglo XVI, añade, fueron un espacio urbano “característico de casi todas las ciudades novohispanas”. Cita como ejemplo Puebla, Guadalajara, Campeche, Mérida, Oaxaca, Morelia, San Luis Potosí, Toluca y Aguascalientes, aunque indica que algunas de estas alamedas han desaparecido, otras han sido modificadas, mutiladas, pero “siempre representan momentos de interés de la historia de su desarrollo urbano”. La historia de la Alameda Central se remonta también al siglo XVI. Relata el historiador poblano que el 14 de enero de 1592 el cabildo de la ciudad discutió en una reunión la petición del virrey Luis de Velasco, el Joven o el Segundo, de hacer “una alameda ‘adelante del tianguis de San Hipólito, en donde esta la casa y tenería de Morcillo’ con una fuente y árboles para ornato de la ciudad, ‘salida y recreación de los vecinos’”. La obra se autorizó el 18 de febrero de ese mismo año. No siempre tuvo las dimensiones ni el diseño actual. El libro presenta algunas imágenes antiguas. Una de ellas, por ejemplo, muestra al “Paseo de la Mui Noble Ciudad de México” en el siglo XVIII, con el Acueducto de Santa Fe al frente y al fondo el convento de Corpus Cristi, del cual ya sólo se conserva ahora la capilla. Hacia 1771, estando como virrey Antonio María de Bucareli y Ursua, se duplicaron sus dimensiones. El historiador habla también de sus obras de arte y monumentos, el más emblemático el más emblemático ahora el Hemiciclo a Juárez, así como de los proyectos planteados para el parque en diferentes épocas de la historia, desde el virreinato (incluso Manuel Tolsá tuvo una propuesta), hasta la imperial y republicana. Adamo Boari, constructor del Palacio de Bellas Artes, también tuvo el suyo. No pasa por alto que, ya en el siglo XX, Diego Rivera realizó el mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, para el salón comedor del entonces lujoso Hotel del Prado (ahora desaparecido), hermosa crónica de la historia mexicana que vio transcurrir la alameda”. Falta conocer, en próximos meses, el proyecto específico que ya en el siglo XXI dará un nuevo rostro al paseo. Ojalá no pase por alto su historia, ni avasalle el patrimonio cultural que ha preservado, como ha sucedido con otras plazas de la ciudad que al ser restauradas, cambian su rostro no siempre para bien.

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