Teatro: "Mujeres soñaron caballos"
MÉXICO, D.F. (Proceso).- En el pequeñísimo comedor de una casa, los invitados se reúnen a cenar: tres hermanos con sus respectivas parejas. La violencia contenida en esta familia se va recrudeciendo hasta llegar a situaciones extremas. El espectador sólo es un testigo que se asoma a una dinámica donde las verdades se dicen a medias, las mentiras ocultan verdades ambiguas y donde el individualismo es el motor de cada uno de ellos.
Mujeres soñaron caballos, escrita hace ya más de una década por el argentino Daniel Veronese y con un sinfín de presentaciones en Iberoamérica, cumple su tercera temporada en el Foro Shakespeare bajo la dirección del mismo autor y con un buen reparto mexicano: Rosa María Bianchi, Arturo Ríos, Sophie Alexander-Katz, Arturo Barba, Antonio Vega y Ana Zavala.
El autor, también responsable del texto original La forma que se despliega, Líquido táctil y Un hombre se ahoga, visita el realismo con nuevas convenciones: La propuesta no es para un teatro frontal y de mucho público (aunque en el Foro Shakespeare y en festivales internaciones así se presente), por lo que el espectador casi puede oler el sudor de los personajes, observar sus tics y sobresaltarse ante la violencia física.
El espacio escénico, reducido a 5 por 5 y con una mesa al centro, contiene la intención de exacerbar el estado de ánimo de los personajes y los sentidos del espectador. Implica un reto tanto para el director como para los actores y ejemplifica el estado claustrofóbico en el que se encuentran miles de familias mexicanas de clase media o baja y de cualquier otro país.
En esta aglomeración de cuerpos también se concentran las palabras que fluyen sin cesar de manera simultánea o solitaria. El autor/director subraya la posición del espectador voyeurista que observa a personajes que hablan al mismo tiempo; conversan, discuten y monologan creyendo falsamente que el otro escucha. No logramos comprender bien a bien de lo que se habla; nos enteramos a retazos de las historias, muchas dudas quedan y sólo algunas se aclaran. No sabemos los pormenores del negocio familiar que es motivo de conflicto, ni lo que pasó realmente con la muerte de los padres de la más joven y de muchas cosas más.
La ambigüedad de Mujeres soñaron caballos refleja lo que realmente sucede entre los seres humanos: las pocas certezas con las que nos movemos y las capas que cubren a las personas antes de llegar a su centro.
Un ingrediente importante de este realismo del siglo XX manejado por Veronese, es la posibilidad de mostrar los pensamientos de algunos de los personajes. En este caso la mujer menor habla mientras impera un silencio en la reunión; su manera de expresarse refleja lo que pasa por su mente y que aunque el espectador lo escucha, nadie de los que habitan en ese rincón lo perciben.
En una propuesta tan rigurosa en el aspecto realista, exige de los actores una gran verosimilitud, y Rosa María Bianchi, Arturo Ríos y Sophia Alexander-Katz lo consiguen. El resto del reparto también, aunque con problemas en la velocidad del decir, la neutralidad de la emoción y el emplastamiento de las palabras.
Las mujeres de tres hermanos sueñan caballos; y cada uno de los sueños reflejan obsesiones, dudas del pasado o ilusiones a conseguir. Sueñan en este microcosmos crudo y violento donde el desasosiego interior y la falta de afecto destruye y autodestruye a cualquier persona y a cualquier sociedad.