¿Tendrán razón?
MÉXICO, D.F. (apro).- ¡Pues no, no y no! Lector de la presente, la cual escribo para hacer de su conocimiento (que la Santa Madre Iglesia católica nos perdone, pues es de las más emperradas en que lo hagamos) que nos negamos a nacer en esa globalidad en que viven, en la que en nombre de la democracia y la justificación de liberar a los pueblos de gobiernos dictatoriales se desatan guerras, aunque para ello se haga uso de la falacia, las mentiras más viles; guerras que dejan a esos pueblos en ruinas, con cientos y hasta miles de viviendas de civiles, edificios históricos y culturales, reventados por las bombas; con cientos, con miles de mujeres y hombres, niños y viejos, mutilados de por vida, cuando no muertos, hechos de dolor y horror que se despachan con el hipócrita nombre de “daños colaterales”, que dejan a esos pueblos dizque liberados igual o peor que antes de su liberación; más pobres y con un futuro incierto y conflictivo.
Eso por una parte. Por otra, déjeme decirle, cuando no nos morimos de la risa, nos repugnan hasta el vómito los tantos discursos santurrones, las declaraciones, apologías, recomendaciones a favor nuestro, toda esa retórica de si debemos ser protegidos, de si nuestros derechos son sagrados, que si somos el futuro, lo mejor de la humanidad, ¡que debemos ser respetados y se nos debe dar la mejor educación!, cuando en ese su mundo se calcula que los niños que están trabajando en condiciones de esclavitud, superan ya el 10% de la fuerza laboral del planeta, lo que representa más de 400 millones trabajando, entre otros casos, en la prostitución infantil, en el terreno del narcotráfico, o se les recluta como soldados para que asesinen.
Nos gana el estupor y nos enfurece el escuchar que tenemos y debe respetarse nuestro derecho a una buena alimentación, cuando la realidad es que millones de infantes no tienen para comer y 30 mil de ellos mueren cada día en el mundo de hambre o bien por enfermedades de fácil tratamiento. Nos reímos y nos rechinan los dientes cuando escuchamos o nos enteramos que debemos recibir la mejor de las educaciones, cuando la verdad es que en esa su globalidad, como nunca antes, se gasta más en armas y se recorta el gasto público en educación, y la triste realidad es que millones de criaturas no van a la escuela o reciben una educación deficiente… lo que es tanto como condenarlos a la ignorancia… a ser posiblemente esclavos de los que saben más, deseen y puedan explotarlos… ¿Faltan personas así en el mundo?, ¿o más bien sobran? ¿Qué contesta usted a esta pregunta, lector de la presente?
Nada más pensar que nuestro nacimiento podría aumentar en uno más a los 150 millones de discapacitados que existen en el mundo, de los cuales muchos de ellos, por causa de discriminación sistemática, no tienen la oportunidad de recibir educación, atención de la salud y apoyo adecuado para vivir y crecer con dignidad, nos enciende en ira.
El saber que por prohibir la educación sexual en las escuelas, justificada dizque por respeto y el derecho a la vida… y el miedo a que la misma fomente el sensualismo, la voluptuosidad, el desenfreno sexual… prohibición promovida e impulsada por grupos religiosos, en especial por la Santa Madre Iglesia católica, que no sólo se opone a esa educación, sino sataniza el derecho al aborto de las mujeres, censura el uso de cualquier control natal, y condena y persigue hasta el uso del condón, decisiones todas que facilitan en grado sumo que podamos se engendrados en menores de edad, incuso en niñas de 16 y hasta de 12 años, con toda la problemática que eso representa o bien que podamos nacer ya con sida, pues bien, esas realidades hacen que nos crujan los huesos y nos rechinen los dientes de cólera.
¡Ah!, si tantos y tantos de los que se preocupan por nuestra vida prenatal nos defendieran con la misma obstinación y enjundia desde el momento mismo en que vemos la luz y comenzamos a respirar en esa conflictiva globalidad de ustedes, los vivientes, y no se parecieran tanto a los que de manera irresponsable, sin conciencia, se dedican a llenar de niños al mundo… olvidándose después de ellos.
Estos hechos, y otros muchos más parecidos que sería largo enumerar, con los motivos, las razones, lector de la presente, son por las que nos negamos a nacer. Usted dirá si son válidas o no.
En nombre de todos los que todavía no hemos sido ni siquiera engendrados.
EPICENO NONATO