"Ópera Prima @ El Colectivo" (II y última)
MÉXICO, D.F. (apro).- La danza contemporánea se abrió paso en la tercera edición del reality Ópera Prima producido por el Canal 22. Después del gran éxito que tuvo la pasada edición de ballet se esperaba, como sucede en los Estados Unidos, Inglaterra y Francia, entre otros países, que otras formas de movimiento lograran convertirse en éxito de rating.
No fue muy difícil darse cuenta quiénes eran los mejores bailarines en este caso, desde el inicio descollaron la mayor parte de los que llegaron a la final que se llevó a cabo en el Palacio de Bellas Artes el 9 de junio. Pero más allá del talento dancístico el reality Ópera Prima@el colectivo también se convirtió en una contienda coreográfica donde no todos salieron bien librados.
Mucho habría que revisarse sobre el nuevo quehacer coreográfico, las nuevas tendencias y búsquedas, pero para un concurso en reality estaba claro que se necesitaba muy buenos creadores para poder lograr lo mejor de los participantes. Pero como se sabe a voz en cuello en el gremio de la danza, hay un mayor número de extraordinarios intérpretes que de buenos coreógrafos.
Por ejemplo, Cecilia Lugo directora de Contempodanza creó una pieza de gran dificultad que realmente significó un gran reto para los bailarines. Lo mismo sucedió con Lourdes Luna directora de Créssida Danza Contemporánea que remontó un fragmento de una exitosa pieza montada para una importante compañía de Corea; Jorge Domínguez, excoordinador Nacional de Danza impuso retos formales e interpretativos, Gabriela Medina utilizó una sección muy fuerte de movimiento de una pieza antigua para hacer lucir a sus bailarines y José Rivera con sus pasarelas contestatarias obligó a los bailarines a montarse en tacones brutales.
Pero otros se quedaron tristemente a la mitad del camino como fue el caso de Ruby Gámez con unos vagabundos bastante trillados, Jaciel Neri con luchadores asidos de los lugares comunes y limitados en la acción, Ernesto Contreras con una pieza aburridísima y algunos que hubieran tenido una referencia positiva previa como Laura Rocha y Mirna de la Garza pero que no alcanzaron las tesituras anteriores.
La parte más delicada fue sin duda la final en el Palacio de Bellas Artes donde se esperaba un verdadero despliegue coreográfico y que resultó en una experiencia anticlimática que sólo levantó vuelo por el entusiasmo del público y la indignación de algunos de los participantes a los que tal vez el montaje les costó no haberse colado a la lista de ganadores, ese fue el caso de Flor Garfias Bucio en la coreografía de Brisa Escobedo que además de ser una creación poco apropiada para un concurso, resultaba predecible y se sostenía en una trivial canción estadunidense.
Se sabe que la coreógrafa tuvo serios problemas con los bailarines que materialmente se oponían a interpretar la coreografía por el temor de que les jugara en contra. Llegaron a un acuerdo pero ni así la libraron: Con un pésimo vestuario que incluía una horrenda coronita en la cabeza de Flor la bailarina quedó fuera de concurso.
Algo parecido le sucedió a Nancy López quien arrancó fuerte en el montaje de Saúl Maya, pero como la obra misma, la bailarina se fue diluyendo poco a poco.
El peor caso fue sin dudarlo el de Karen de Luna Fors, quien prácticamente padeció la pieza de Magdalenna Brezzo.
Sin tomar en cuenta que se trataba de un concurso de bailarines tuvo la ocurrencia de utilizar una plataforma de dimensiones limitadas que obligaba a los bailarines a moverse mientras subía y bajaba inútilmente y los exponía a una caída que hubiese resultado fatal. Si en alguna función bailó mal Andrés Yaroslav Villafuerte fue en la final. Si no ha sido por la trayectoria que llevaba hubiese quedado fuera.
Lo único salvable de la final fueron Alicia Sánchez, con un una pieza para ocho bailarines, y Duane Cochran quien se llevó la función con un montaje sencillo con la pieza Flor de Azalea del músico mexicano Manuel Esperón que hizo lucir de forma brillante a María González y espectacularmente a Eduardo Esquivel, el mejor de la noche. Ambos por supuesto resultaron ganadores del segundo y tercer lugar respectivamente.
Así las cosas habría que revisar sin ánimos pseudodemocráticos quién sí puede crear para un concurso trasmitido vía televisión hecho para el lucimiento de los bailarines y quién no.
Por último hay que señalar que el mejor coreógrafo del reality fue Mizraim Araujo. Exbailarín y creador poderoso de una infinidad de obras --muchas de ellas al alimón con Lourdes Luna--, merecería regresar a la primera fuera de la creación nacional.
Experto en parcour, indómito, escalador y ferviente promotor de la danza con jóvenes marginales, hizo trabajar como pocas veces a los bailarines del reality y logró resultados escénicos y mediáticos sorprendentes muy por arriba de lo esperado.