Fausto Ponce y el prodigio de las cartas

martes, 10 de julio de 2012 · 13:34

Al escribirte, Amada, necesito, Tener el pulso firme y despejado Y el corazón tranquilo y reposado. (Marzo 14 de 1941)

MÉXICO, D.F. (apro).- Como un escribano pensante sobre un secreter de madera vieja labrada por el tiempo, don Fausto Ponce Sotelo escribió entre 1938 y 1943 una serie de poemas que testimonian un arte actualmente extinto, la magia del papel como vehículo y mensajero de íntimos sentimientos. Durante sesenta años páginas suaves con aroma de tinta, guardando pensamientos, durmieron en una carpeta postromántica, que en esta era de prontitudes adquiere gran valor, no sólo como documento personal sino como una forma literaria de construir, con la libertad que otorgaba la vida en décadas donde valores sensitivos prevalecían. El poema sobre papel y la carta portaban la esencia personal, textura, aroma, sellos y estaban improntadas por la personalidad del escribiente, de allí su fortaleza individual. Poemas para Marta 1938-1943 (Editorial Esfuerzo, D.F., 2004), reúne 56 poemas que Fausto Ponce Sotelo (Campeche 1915-Ciudad de México 1992) envió durante su noviazgo con Martha Padilla (Ciudad de México 1921-2007) y que ella fue copiando pacientemente a máquina tal como los recibía. Se casarían en ese 1943. En esos años, en Campeche y Mérida, una vena de poetas y músicos fue una estirpe inspirada que dejó huellas literarias en la cultura. El simbolismo francés de la segunda mitad del XIX alimenta la gran poesía europea que abre el siglo XX. En esta época todavía pervive el esteticismo con gran influencia en México. La poesía de Fausto Ponce contiene elementos que se inscriben en esa corriente de expresión. En la primera mitad del siglo XX, en que estos poemas son escritos, prevalecía el lirismo de versos y la rima, como el del 5 de abril de 1939 a propósito de una despedida. Como confirma Patricia Violi: “Para hacerse palabra, el amor requiere una distancia, una ausencia: la felicidad no se cuenta, se vive, el deseo puede decirse”:
Permite que recargue mi cabeza Sobre la tibia claridad de tus mejillas Y que resbalen mis lágrimas sencillas Por el sendero azul de mi tristeza.
La decisión de hacer público lo privado en ocasiones, debe celebrarse. Lo encontramos claramente en Cartas a Ricardo de Rosario Castellanos, (1925-1974) rescatadas por su hijo y publicadas, que conforman la correspondencia de gran valía histórica y testimonial, trascendiendo el ámbito de la intimidad y aportando al interés público su existencia. Un espacio documental donde el lector se asoma como observador conmovido por las expresiones vertidas desde el ámbito emocional. Los poemas de Fausto Ponce, parafraseando a Rosario Castellanos, “son como de viaje, como en sueños… como quien ama un río… como quien hace casa para el viento.” Aquí, una muestra:
Y mientras pondré en mi vida Una gota de ilusión. ¿Regresarás alma mía? ¿Regresarás corazón? Y esta otra, donde se antoja recordar a Manuel Gutiérrez Nájera: “Así quiero morir, entre el follaje, ser una ave que posa complaciente. Y mientras más perdido en el paisaje, Cerrar los ojos, así, muy suavemente.

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