La Guelaguetza... un abuso
MÉXICO, D.F. (apro).- Extraordinaria en su convocatoria, elitista por sus precios y un negocio redondo para la Secretaría de Turismo de Oaxaca, La Guelaguetza –según las autoridades estatales– “representa las raíces más profundas de las diversas culturas” del estado.
La festividad, inventada desde sus inicios con fines políticos, tiene hoy en día un trasfondo de corrupción, discriminación y tráfico de influencias.
Policía armada, perros y detectores de metales “cobijan” año tras año La Guelaguetza, un evento en el que no sólo destacan los bailes de las siete regiones oaxaqueñas, también se presenta a la Diosa Centéotl, quien es elegida durante un concurso de corte discriminatorio, cuyas bases demandan que las jovencitas participantes realicen arengas políticas y sean calificadas por lo “auténtico y curioso” que pueda resultar su vestuario.
De acuerdo con videos obtenidos por Apro, algunas concursantes presumen la belleza de su región y afirman frente al público que no usan calzones ni ropa interior, y que son buenas para el “metate y para el petate”.
La gente ríe y los jueces consideran que lo expresado habla de un carácter recio y decidido en las mujeres oaxaqueñas.
En el auditorio del Cerro del Fortín, construido al aire libre, se dan cita las delegaciones de jóvenes bailadores que viajan hasta la ciudad de Oaxaca para mostrar sus bailes.
Los boletos para asistir al evento, cuyos precios oscilan entre 500 y mil pesos, se agotan rápidamente y entonces hacen su aparición los revendedores, que pueden vender hasta en 15 mil pesos cada boleto.
Casi como regla, los asistentes van vestidos de algodón o lino blanco y portan lindos sombreros de palma. Llevan, además, cojines, porque los asientos son duras plataformas de cemento.
Ya en el auditorio, mueven felices los paliacates que reciben de los bailarines, mientras corre el mezcal, la bebida preferida entre los oaxaqueños.
Según los folletos que regala la Secretaría de Turismo, La Guelaguetza tuvo su inicio cuando las comunidades se reunían en el Cerro del Fortín para bailar sus danzas.
“Al parecer estas fiestas tienen su origen en le época colonial y están relacionadas con la llamada fiesta de Corpus del Templo del Carmen Alto, edificio que los Carmelitas construyeron en las faldas de un cerro al que los zapotecas habían llamado la Bella Vista”, se lee en el texto.
Y fue así como surgieron así los llamados “Lunes del Cerro”.
De acuerdo con documentos que se encuentran en el Archivo Estatal de Oaxaca, La Guelaguetza se “inventó” a propósito del centenario del natalicio de Benito Juárez, en 1906. Según los documentos, para el festejo se pidió a los maestros de las comunidades que organizaran a sus alumnos con algunos bailes.
Posteriormente se agregó el vals denominado “Flor de Piña” y se decidió que la fiesta se cerrara con la “Danza de la Pluma”, interpretada por danzantes que cargan un penacho de enorme peso y hacen variaciones en saltos de altísima complejidad.
La Guelaguetza reúne danzas de las siete regiones oaxaqueñas: Cañada, Sierra, Mixteca, Valle, Itsmo de Tehuantepec, Alto Papaloapan y Costa. Y son los alcaldes de las localidades, no especialistas en el tema de las culturas populares, quienes hacen la selección de los danzantes que representarán a su región.
Al final del evento, los danzantes regalan a los asistentes mezcal, chapulines, mole, tortillas, frutas, chile, bolsas y artesanías oaxaqueñas.
Ninguneados
Provenientes de todo el estado, las delegaciones de bailadores y músicos que participan en La Guelaguetza son de origen campesino, y para ellos es un honor presentarse en la ciudad de Oaxaca para mostrar sus bailes.
Nadie recibe dinero por presentarse en el evento, la transportación que se les ofrece es de pésima calidad y la mayoría duermen en albergues, donde apenas reciben un lunch.
Además, en el auditorio no se les proporciona un lugar para cambiarse de ropa, por lo que deben utilizar los propios autobuses que los transportaron desde sus pueblos hasta la capital oaxaqueña.
Terminada su actuación en el Cerro del Fortí, los danzantes se presentan en varios auditorios de Oaxaca y ciudades aledañas, sin que reciban un pago por ello.
Y, por su fuera poco, una especie de comité pro defensa de la autenticidad de la Guelaguetza puede impedir la participación de algunos de los bailarines si determina que su vestimenta no cumple con las condiciones de “pureza”.
Según datos de la propia Secretaría de Turismo, en los días que se presenta La Guelaguetza hay una gran derrama económica en el estado, pero ningunos de los bailarines es partícipe de las ganancias.
Año tras año, los danzantes deben competir con otros grupos de su misma comunidad para ganarse el derecho a participar en La Guelaguetza, que se ha convertido en el show dancístico más importante del país.