¿Cómo la ven?

martes, 31 de julio de 2012 · 15:06
MÉXICO, D.F. (apro).- Desconcertantes y desconcertados vivientes: para ir centrándoles un tanto me voy a tomar la libertad (espero que me la perdonen) de ofrecerles algunas reflexiones sobre su situación, tanto individual como social en ese mundo en el que se mueven. Ustedes juzgarán si las mismas son ciertas o, por el contrario, están equivocadas. Como no ignoran, entre sus estudios de lo social, no faltan los que dicen y sostienen que en esos sus días de posmodernidad viven en una realidad de muchedumbres solitarias, como señalara D. Riesman. Posmodernidad en que cada persona, más que otra cosa, es en esencia una vívida angustia existencial, generada y alimentada por el sofoco producido por el número de los otros, la mecanización y los sucesivos y rápidos cambios que está causando la tecnología en la vida de los individuos y sus sociedades, hechos todos que han están ocasionando nerviosismo, creando conflictos, desorganización que están conformando un mundo de anomia, es decir, una realidad caracterizada por el predominio de relaciones sociales carentes de significación y de poder unitivo. De relaciones en las que (en gran medida debido a la competencia demandada e incluso impuesta por el libre mercado) no brotan, no se dan fácilmente experiencia ni conciencia de solidaridad entre los miembros del cuerpo social, los humanos; lo que hace que los individuos se vuelvan hacia sí mismos, se inclinen al egoísmo, se conviertan en narcisistas al ver, comprobar y hasta sufrir que, como personas, poco o ningún impacto, poca o ninguna influencia decisiva pueden ejercer en lo social. Por supuesto, lo anterior no es toda la verdad, pues sobre la mayoría humana en situación de anomia, están las minorías selectas o rectoras: las élites del poder (como las calificaron estudiosos de las mismas: Pareto, Mosca, Mannhein, Wrigth Mills, por ejemplo), es decir, las minorías que dentro de la sociedad ocupan un lugar de privilegio gracias a sus funciones de mando, de control o por su riqueza. Las hay que están constituidas por políticos profesionales; otras, por poderosos financieros; otras más, por grandes industriales, a las que hay que añadir las formadas por religiosos y militares. Las mismas, en ciertos momentos, han luchado y luchan entre ellas para ver quien domina o es más importante, pero en cuento se dan hechos que ponen en peligro sus respectivos privilegios, se unen y hasta se confabulan para conservarlos…aunque con ello se opongan a los intereses de la sociedad realmente democrática. Ante esta situación de crisis, de pérdida de esperanza en el futuro, pues como dicen los ideólogos de las élites del poder, se ha llegado: al final de la historia, al ocaso de las revoluciones, al fracaso de las utopías, al crepúsculo del deber, a la era del vacío, al imperio de lo efímero, por lo que no queda más que refugiarse, como ya señalé, en el yo y seguir con más de lo mismo. ¡Ah!, pero esa situación encierra sus peligros, pues las personas a punto de perderse en la anomia, los refugiados en el yo egoísta por la misma, bien pueden caer en la tentación del anhelo de un líder que los tome en cuenta, que prometa sacarlos de su angustiosa situación…y luego resulte que los engañó, como ha ocurrido tantas veces (no tienen más que ir a la historia para confirmarlo), lo que pone de manifiesto que los pueblos, las masas se parecen a los individuos que se pierden por una femme fatable; lo que demuestra que los pueblos, las masas son como las personas: seducibles. Ante las situaciones expuestas, desconcertantes y desconcertados vivientes, no me extraña que en esa posmodernidad en que viven, dizque democrática, en nombre de la verdad, la libertad, el bien común incluso y hasta de la democracia, les sea impuesta la conocida ley del embudo, que no es más que la práctica de la doctrina de EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS…claro, por parte de los que tienen en sus manos las decisiones, o sea, las élites del poder. Lectores de la presente: ¿cómo la ven?, ¿qué piensan de su contenido? Si dudan del mismo, permítanme que me repita: vayan a la historia…o miren a su alrededor y podrán aclarar su duda. ¡Ah!, se me olvidaba: la doctrina de que el fin justifica los medios, se ha atribuido a los jesuitas. ¡Error! La realidad es que, en esencia, se debe a servidor de ustedes, mas como es larga la explicación de esa paternidad así como los equívocos que han tenido lugar en su interpretación, les prometo que lo haré en otra carta a este buzón. Sin más por el momento, no se despide, les dice hasta la próxima. ARISTÓTELES DE ESTAGIRA

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