La danza de las elecciones

martes, 31 de julio de 2012 · 15:13
MÉXICO, D.F.(apro).- Si algo quedó claro durante las campañas electorales es que ninguno de los candidatos a la presidencia de la República tenía un proyecto cultural coherente y aproximado a las múltiples y diversas realidades del país. La danza escénica, así como aquella que forma parte de diversos rituales y manifestaciones religiosas, nunca apareció en ninguna de las propuestas, y lo mismo sucedió con el baile popular que convoca a miles de personas de forma cotidiana y que no requiere de apoyo institucional, si no es para aspectos de infraestructura o apoyo técnico. Esta significativa ausencia es un claro diagnóstico de la propia formación de cada uno de los candidatos y del grupo de asesores que aparentemente los apoyó en la realización de sus propuestas de campaña. En la reunión a la que convocó la candidata panista, Josefina Vázquez Mota, en el museo Franz Mayer, para hablar de su proyecto cultural, se hizo énfasis en la lectura, la producción editorial y la posibilidad de difundir cierto tipo de música en las escuelas. Sin la menor idea de lo que el campo cultural implica, la aspirante presidencial no tardó más de 20 minutos en señalar a “nuestra cultura como el más grande bastión para nuestra identidad”. Con el trillado discurso de que México se sustenta de sus “maravillosas tradiciones”, Vázquez no obtuvo mayor eco, mas que algunos aplausos de la mínima comitiva del mundo de la danza que no excedía de dos o tres invitados, que además nunca supieron exactamente para que habían sido invitados y mucho menos qué podrían obtener después de haber padecido cerca de 12 años de un sistema tributario que prácticamente los ha ahogado y que no da margen de maniobra para la profesionalización de la danza y mucho menos para la preservación del patrimonio cultural que implican ciertos bailes y algunas danzas que sobreviven a manera de relictos de culturas tradicionales. Por su parte, Andrés Manuel López Obrador, candidato de la izquierda, nunca se refirió a la danza ni a las formas escénicas. Estricto en su ideario político, aunque sensibilizado por la experiencia de haber trabajado al lado del poeta Carlos Pellicer, durante su gestión al frente del gobierno del Distrito Federal, no puso la atención debida en la importancia de hacer un diagnóstico cultural para la Ciudad de México y fomentó ciertos esquemas arcaicos populistas de la difusión del arte. A pesar de tener a su lado a intelectuales como Enrique Semo, el tabasqueño no logró fortalecer ni crear las bases para el desarrollo de la danza tampoco. Y del PRI, más valdría empezar a preocuparse por lo que se avizora. Durante toda su estancia en el poder, el partido nunca se preocupó siquiera por hacer un inventario de bienes culturales tangibles y simbólicos, y propició esquemas falsos y un tanto ridículos sobre la danza. Durante sus múltiples sexenios en el poder no hubo una línea conductora que fomentara el desarrollo de la danza. Así, mientras Luis Echeverría hacía intercambios con el gobierno cubano para instrumentar su técnica de ballet, su esposa hacía demostraciones de bailes folklóricos inventados para su propio lucimiento. Las escuelas primarias y secundarias públicas tenían como formación artística una desintegrada concepción de eventos escolares, y la formación dancística se relegó a bailables del día de la madre y el día del maestro, y en últimas épocas a precarias exhibiciones de supuestos valses de graduación. Incapaz de aceptar hablar de sus propuestas --si es que las hay-- culturales ante los medios, el candidato priista, Enrique Peña Nieto, es un misterio, y está claro que casi nunca ha tocado un libro y jamás se le ha visto en eventos artísticos importantes, es más bien asiduo al canal de las estrellas. Acompañado de figuras que durante muchos años han llevado las riendas de ciertos proyectos culturales, se sabe que su propuesta es delegar la cultura a personalidades de ese campo. Y, por supuesto, durante sus mesas de trabajo la danza no apareció por ningún lado. Siempre sobrellevando dificultades enormes, los proyectos dancísticos a nivel nacional han prosperado hasta ahora por el interés de quienes los dirigen. Y más allá de las protestas por las típicas maquinaciones mapacheras del PRI, si hay que hacer resistencia cultural tendrá que hacerse para defender a los creadores con una verdadera obra y para preservar los intercambios culturales que se han logrado establecer, con grandes centros educativos de arte como la Universidad de Juilliard y el Carnegie may, y para exigir un nivel de enseñanza superior de alto nivel. La educación por la danza con proyectos como el que encabeza Lucina Jiménez; el ordenamiento de los centros de formación artística que ha defendido Marisela Jacobo; los nuevos proyectos para bailarines de ballet que ha iniciado Cuauhtémoc Nájera; la difusión del danzón como el baile popular más importante del país, por parte de Miguel Angel Zamudio, y los proyectos comunitarios como el de Gabriela Medina, entre otros, son prioritarios. Los nuevos centros de formación artística en los estados que presiden compañías como Delfos Danza Contemporánea en Sinaloa; Lux Boreal Danza Contemporánea en Tijuana, Baja California; Núcleo Antares Danza Contemporánea en Hermosillo, Sonora, se han consolidado de forma casi independiente y no deben quedar desprotegidos. Y lo mismo debe de suceder para los proyectos de la llamada “no danza” que puntean Evoé Sotelo, Benito González, Tania Solomonoff y Nadia Lartigue, entre otros, quienes también han logrado abrirse un espacio especial. Pase lo que pase, la única salida ante el desastre de estas elecciones manchadas en la ignominia de la pobreza económica e intelectual será la resistencia del propio gremio dancístico. Preservar lo ganado a punta de espada en estos complejísimos últimos 12 años es la única salida ante lo que parece el embate de los búfalos que nada dejarán a su paso.

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