Abre el Museo del Primer Depósito de Arte Contemporáneo en Guanajuato
GUANAJUATO, GTO. (Proceso).- En una antigua casona de esta ciudad, ubicada en la calle de Pocitos, un rostro de luna en bronce recibe desde el 1 de junio a los interesados espectadores del arte contemporáneo nacional. Es el primer recinto que se abre en la localidad para la pintura, la escultura, la fotografía y otras expresiones surgidas a partir de la llamada “ruptura” mexicana.
La cara de luna es una inconfundible cabeza creada por la artista inglesa Leonora Carrington (1917-2011). Bajo los altísimos techos de este inmueble de una de las más antiguas calles de Guanajuato, otras piezas de la artista forman parte de la curaduría en la que también se acomodan la enorme figura de Gabriel Macotela, Mujer en rojo o Caballo de madera de José Luis Cuevas.
Con estos nombres convive el trabajo fotográfico y la obra de varios guanajuatenses, pues según explica el grabador, pintor y escultor Javier Hernández Capelo, se trata de integrar la producción local “y no sólo estar importando arte”.
El proyecto es producto de la asociación de Capelo y del fundidor y escultor Alejandro Velasco Mancera, actual cabeza de la Fundición Artística Velasco, que durante décadas se ha encargado de convertir al bronce las visiones oníricas de Carrington, como lo ha hecho con Cuevas, Macotela y con otros muchos artistas plásticos en México y Latinoamérica.
Alejandro Velasco reconoce que es su primer paso como iniciador de un museo-galería, en donde se quiere no sólo exponer –y vender– las piezas que junto con Capelo seleccionó de la colección del taller de fundición, sino también abrirse a las nuevas generaciones de jóvenes creadores mediante talleres y, por lo pronto, una bienal de escultura cuyo primer premio para los nuevos artistas será fundir su pieza con Velasco.
Así, el Museo del Primer Depósito de Arte Contemporáneo es producto de la complicidad “y del vicio por el arte” entre Velasco y el artista guanajuatense, para combinar la muestra de las piezas de los grandes artistas del periodo “que han trabajado mucho, que no han nacido de un milagro sino de su trabajo y su trayectoria” con las nuevas generaciones.
“Cuando me invitó Capelo no me creí con la capacidad –confiesa el fundidor Velasco–, pero empezamos a abrir puertas en el taller, a descubrir el acervo en las bodegas, y es parte de lo que se ha hecho ahí. Iremos haciendo una rotación de piezas con otros artistas que tenemos. Para nosotros, decimos que se tiene que ser un vicioso del arte, porque si no tienes el vicio, no sirves.”
Para Capelo, contar con los grandes talleres de los Velasco para promover eventos como una bienal nacional representa “una enorme puerta por donde los artistas jóvenes van a poder entrar rápido al oficio, lo que nunca es fácil”.
Velasco Mancera, quien por cierto también exhibe aquí algunas piezas propias, dice:
“El taller –fundado en 1946 por Jesús Velasco, padre de Alejandro– ha trabajado con gente nueva y siempre estamos con la idea de que debe haber nuevas generaciones, creativos, pero con mucha idea, con mucho profesionalismo. Sólo queremos poner el ojo; ojalá no nos falle, lo vamos a intentar, no tenemos miedo, vale la pena empezar.”
Ambos esperan que este concepto –en el que también se colocan obras de Enrico y Américo Hernández, Jazzamoart, Vladimir Cora y fotógrafos como Carlos Marmolejo y Antonio Galindo– detone una propuesta integral en otros ámbitos de la creación artística local.
“Parte del trabajo del artista es integrarse, salir –subraya Capelo–. Nos corresponde hacer nuestra propia historia, estar vigentes, porque los acervos que tienen los demás museos son muy respetables, pero tenemos que hacer colecciones y acervos de la obra del momento, y apoyarnos en la obra de Leonora, de Cuevas, quienes son lo más cercanos a nosotros.”
Lo cierto es que en este nuevo museo guanajuatense se colocarán periódicamente piezas “que no se ven en muchas partes”, precisa Velasco, quien desde principios de los noventa se encarga de convertir al bronce toda la obra de Leonora Carrington.
Esta posibilidad obedece a la relación de trabajo que el fundidor estableció con muchos de estos artistas al darle dimensiones a una maqueta, a un dibujo, en la factura de una obra que cambia su escala, que impacta al espacio.
“La responsabilidad del fundidor es reafirmar el proyecto –dice Capelo–. El bronce es un proyecto tan complicado que, desde el principio, Alejandro debe ver si la obra es factible o no es factible.”
–¿Y le ha dicho que no a algún artista?– se pregunta al fundidor.
–Claro. Si te dijera con Soriano cuántos “no” hubo. Con Leonora igual; eran sueños, se plasman en un dibujo, se quiere transportar a la tercera dimensión, y hay que saber decir si funcionan o no.
“Al principio es difícil, pero cuando ellos entienden que no se puede, porque técnicamente les tenemos que ayudar a resolver eso, no se pierde nada. Entonces un dibujo queda como eso, o se transforma en una pintura, y vamos con otro modelo, y otro y otro. A veces, la idea se tiene que transformar mucho para convertirse en tercera dimensión.”
Como ejemplo están los personajes de Carrington:
“Son tan mágicos… y la escultura los lleva todavía más allá.”
El Museo del Primer Depósito tiene en su haber varias de las piezas de la artista avecindada por tantos años en México, a cuyos sueños el bronce les dio el “sí”.