Cine: Ciclo de cine alemán

viernes, 17 de agosto de 2012 · 22:09
MÉXICO, D.F. (Proceso).- En el ciclo de cine alemán que organiza el Instituto Goethe en colaboración con la Cineteca Nacional se nota un gran cuidado en la selección de películas. Desde cineastas como Andreas Dresen, que empieza a ser mejor conocido en México, hasta nuevos realizadores con material innovador como Jan Zabeil (Berlín, 1981) con El río solía ser un hombre (2011). Las obsesiones del cine alemán no han cambiado mucho, la experiencia de lo cotidiano, el enfrentamiento a la realidad de la enfermedad y la muerte, la capacidad o incapacidad de expresar emociones; o la herida de la separación de Alemania, tema que pese a la reunificación seguirá como una historia sin fin, como lo cuenta, de forma paradójica, Bárbara (2012) de Christian Petzold. La cinta de Jan Zeibel también parte de una obsesión muy alemana, el colonialismo y el choque del hombre extra civilizado frente a la naturaleza en su estado puro, el descubrimiento y la incapacidad de comprender otras culturas. Sin duda una remota herencia del romanticismo alemán en busca de los mitos perdidos; pero Zeibel también hereda la fuerza poética de los grandes románticos. Aquí, un joven (Alexander Fehling) viaja por África y atraviesa la sabana en Botsuana; cuando el viejo pescador que lo lleva en barca por el río desaparece, empieza un recorrido por los desolados y maravillosos parajes africanos que semejan un viaje por el Hades (el inframundo de todos los mitos). Se trata de un viaje iniciático, una lucha por la sobrevivencia del hombre frente a la naturaleza que destapa el miedo y la confusión existencial; una metáfora, como la Odisea o El corazón de las tinieblas; la gran épica no es tanto sobrevivir los obstáculos como vencer el terror, lo más difícil es que el héroe se descubra a sí mismo y rompa con los espejismos del control que le promete su propio condicionamiento cultural. Jan Zabeil comenzó el rodaje con un guion abierto, un tanto en la tradición de Wim Wenders; pero la relación con su actor, la convivencia con el entorno y el trato con la gente terminan por estructurar la historia, una especie de acto mágico impuesto por la sustancia vital que fluye por el río. Una vez al descubierto, el alma del río anima todo eso que se llama naturaleza; el protagonista navega en una especie de transe que comparte con el espectador. La salida vulgar sería hablar de lo hipnótico, el término es contemplación; no es que las imágenes se hagan irreales, sino que revelan una realidad. La crisis de sobrevivencia del principio se vuelve un acto contemplativo; Jan Zabeil va por buen camino. Son contados los cineastas que han logrado una visión contemplativa en el cine, Tarkovsky, Dreyer, Malick, Miyazaki, a veces Herzog, David Lynch, Reygadas; es decir, aquellos capaces de crear una epifanía con la cámara.

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