Arte: La pintura termosensorial de Rubén Ortiz

martes, 21 de agosto de 2012 · 18:39
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Desde sus inicios en los años ochenta, Rubén Ortiz Torres (México, 1964) se caracterizó por la construcción de una poética realista basada en la narrativa de la imagen y la sensualidad del color. Agudo en la observación de códigos y órdenes estéticos tanto artísticos como populares, el espléndido pintor y artista multidisciplinario desarrolló un lenguaje basado en relaciones icónicas que alteraban la convención –o lo que se esperaba– de lo representado. Audaz en la exploración de nuevas posibilidades para géneros tradicionales –como el retrato–, Ortiz, inmerso en los apropiacionismos posmodernos de carácter crítico y lúdico, también evidenció la deconstrucción de la identidad nacional y la hibridación cultural mexicano-estadunidense a través de la interrelación y resignificación de figuras y objetos simbólicos, como pirámides, sarapes, gorras de beisbol y personajes como Bart Simpson. Sólido en su concepto creativo, el artista, quien a partir de 1992 radica en la ciudad de Los Ángeles, ha mantenido la subversión e hibridación de estéticas populares y artísticas, renovando los signos de procedencia. Interesado desde hace varios años en la cultura chicana, Rubén Ortiz incursionó en las poéticas cromáticas camaleónicas de los autos low rider. Atractivas por su posibilidad de cambiar el color de las carrocerías dependiendo de la ubicación del espectador, estas pinturas industriales se caracterizan por una estética estridente, táctil y sensual. Presente actualmente en la Ciudad de México, Ortiz expone en la Galería OMR una selección de piezas realizadas entre 2010 y 2012 que reproducen los cromatismos de las carrocerías low rider. Producidas con pinturas industriales que transmutan y multiplican sus tonalidades dependiendo de la intensidad de la luz y el calor, las tersas superficies, en formatos geométricos bidimensionales y tridimensionales de mediano formato, pretenden subvertir valores artísticos e imposiciones institucionales. Lo primero, a través de la similitud óptica con vocabularios artísticos abstracto-minimalistas, y lo segundo debido a la permisibilidad de tocar las piezas. Una acción significativa porque permite ver, durante algunos minutos, las huellas humanas sobre la superficie pictórica. La alteración de las imágenes tecnológicas como un medio para cuestionar lo representado queda registrada en la muestra con dos videos, entre los cuales destaca uno realizado en 1985 en colaboración con el prestigiado fotógrafo cinematográfico Emmanuel Lubezki, a partir de imágenes televisivas de noticiarios. Su crítica a la institución curatorial se manifiesta discretamente en un video que da título a la exposición: Retrospectiva en un minuto. Perteneciente a la new media painting (pintura en nuevos medios), su actual propuesta pictórica oscila entre la curiosidad retinal, la coherencia conceptual, la afectividad popular y la simplicidad industrial.

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