Cine: "Metal y hueso"

viernes, 21 de septiembre de 2012 · 19:59
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Dentro del Tour de Cine Francés de este año, Metal y hueso (De rouille et d’os; Francia, 2012) condensa la mejor tradición del cine de ese país, la capacidad de pensar y hacer pensar, con la intensidad de la acción y emoción del cine americano; todo esto sin grandilocuencia. El director Jacques Audiard (De latir mi corazón se detuvo) muestra sus influencias sin recato, del naturalismo de los hermanos Dardenne a la acción descabellada de Tarantino y David Fincher. Stéphanie (Marion Cotillard), entrenadora de orcas en Antibes, pierde las dos piernas en un horripilante accidente; Ali (Matthias Schoenaerts), emigrante belga, guardia de discoteca y cancerbero de almacenes, la había conocido en una bronca en la disco; posteriormente a la catástrofe, el par de marginales comienza un despreocupado pero insólito romance; cada uno tendrá que pasar por su propio infierno. Puesta así, la anécdota da flojera; el melodrama estadunidense de superación personal querría asomar sus viscosos tentáculos; Audiard, a Dios gracias, le tuerce el cuello a cualquier género, como demostró en El profeta con los gánsteres del penal. Este realizador, literato y filósofo, mantiene la columna vertebral del sistema pero rompe el código a cada paso; la lástima hacia la mutilada se torna asombro; la irritación contra la bestialidad de Ali, compasión y admiración. Stéphanie y Ali tendrán que cambiar, no en volverse alguien diferente, sino en eso que ya eran desde el principio; opuestos en la superficie y parecidos en el fondo en su fascinación por el riesgo. Libremente adaptada de un par de cuentos del canadiense Craig Davidson (Rust and Bone), escritor asociado con Chuck Palahniuk, el autor de Club de la pelea muestra en Metal y hueso personajes desesperados que sufren de claustrofobia y escapan de las franjas que impone la sociedad, pero la zona de libertad es transgresión y el precio es muy alto. Audiard articula el contraste entre espacios cerrados, carcelarios, como el hospital, el departamento, los almacenes, la perrera, contra el mar y la montaña. Stéphanie y Ali actúan en espectáculos de alto riesgo; jugar con ballenas asesinas equivale a pelear clandestinamente sin reglas; dos tipos de gladiadores modernos. Destapar, perder el falso pudor y además disfrutar la liberación del exhibirse, circula como savia a lo largo de la cinta; los muñones de las piernas mutiladas, las prótesis –benditos efectos especiales– toman su lugar en la imagen, se integran al sexo sin falso pudor. ¿Es posible humanizarse entre los escombros, la herrumbre (traducción literal de rouille) y los huesos de las estructuras colapsadas de la sociedad?

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