De lo grotesco e insultante

lunes, 24 de septiembre de 2012 · 21:15
MÉXICO, D.F. (apro).- “Nada más grotesco e insultante que aconsejar economía a los pobres. Viene a ser lo mismo que aconsejar que coma menos aquel que se está muriendo de hambre”. Esto, desconcertantes humanos, lo escribió hace más de un siglo uno de ustedes, un tal Oscar Wilde. Bueno, se equivocó en eso de creer que no se podía llegar más allá, pues desde entonces a ese su tiempo de ahora se siguen cometiendo acciones tanto o más grotescas e insultantes como las que él expresó. Para muestra, un botón: las reformas laborales que se han impuesto y siguen imponiéndose en diversos países. Acciones, según dicen sus partidarios –curiosamente políticos e empresarios principalmente–, para sacar a sus respectivas naciones… ¡faltaba más! pues ya se sabe que la patria es primero… de la pobreza con el menor costo posible, de la ineficiencia productiva, hacerla más competitiva y más atractiva para los inversionistas, recomendaciones sugeridas cuando no exigidas –curiosa coincidencia– por los administradores mundiales del dinero: el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Banco Central Europeo y los bancos Centrales de esas respectivas naciones. Bien, esa es una cara de las citadas reformas laborales, la otra es grotesca e insultante para el trabajador, para el ser que no tiene, como recurso para vivir, más que la venta del trabajo que pueda realizar, ya que las nuevas reglas laborales van a alargar la edad de las jubilaciones. Llevarán a cabo el juego de borrón y cuenta nueva con los derechos adquiridos en tiempos pasados por los trabajadores con sus luchas e incluso sangre por conseguirlos, y harán más difícil la creación de sindicatos fuertes y conseguir contratos colectivos. Y, por añadidura, van a hacer más fácil y más barato el despido de los trabajadores en las empresas, mejor dicho, a los dueños de las mismas, los empresarios, es decir, que éstos puedan reducir salarios y prestaciones de los trabajadores contratados según las necesidades o conveniencias de las empresas de las que son dueños… si la empresa tiene pérdidas, podrá reducir los horarios de trabajo… pagando menor salario, por supuesto, suprimir el reparto de utilidades y hasta despedir a los empleados que considere necesario… también podrá, según sus necesidades y conveniencias, cambiar el horario y la jornada de trabajo, los turnos en el mismo, la fecha de vacaciones, e incluso podrá contratar al trabajador por meses de terminados, semanas, días e incluso horas. Igualmente, esas reformas laborales ponen más dificultades al derecho de huelga de los obreros. Díganme, desconcertantes humanos, si todas esas medidas no son grotescas e insultantes al reducir el único y limitado recurso con que cuentan los trabajadores para poder vivir: la venta del trabajo que sepan y puedan desarrollar. Díganme, contradictorios humanos, si esas medidas no dañan, no hacen más vulnerables, física y psíquicamente, a esos seres, que son los más, a los que como único medio que tienen para seguir viviendo es la posible venta de su trabajo. E insisto, díganme si, en consecuencia, por ello resultan o no grotescas e insultantes esas medidas para tantos y tantos de ustedes, el que, para seguir respirando en esa su sociedad, no le quede nada más que la cada vez más competida venta de su trabajo. Y dramático resulta que esas reformas laborales se deban en gran parte a la necesidad de la ganancia en las empresas, para que así puedan reinvertir las mismas para hacerse más y más grandes y de ese modo puedan asegurar los empleos ya existentes e incluso crear otros nuevos, y también se deba en gran medida a la necesidad de no desincentivar y estimular en todo lo posible las inversiones de capitales, tanto naciones como extranjeros. Inquietante es, como lo prueba lo expuesto en la presente, que todas esas nuevas medidas laborales han sido y están recomendadas, exigidas e incluso impuestas por el capital financiero, el nacional y el internacional. Y risible es, si no fuera trágico para su existir, desconcertantes humanos, el que esas sus vidas y las nuevas definan, dependan y sostengan el poder financiero en sus jugadas a cinco bandas de capitalización, préstamos, inversiones, hipotecas e intereses. A la luz de esos hechos, remedando a un dicho anónimo que por ahí rueda, me considero con derecho, por la experiencia adquirida en el trato que me han dado y dan, a despedirme de ustedes diciéndoles: “Si, el dinero los mueve y los sostiene, de la misma manera que una soga sostiene a un ahorcado… estrangulándolos”. EL TRABAJO

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