¿Qué decir?

miércoles, 2 de enero de 2013 · 18:53
MÉXICO, D.F. (apro).- ¿Es de los que callan o de los que dicen sí o de los que dicen no?, en cualquiera que sea la longitud y latitud en que se encuentre, estimado lector, y lleve a cabo la lectura de la presente. ¿Cree usted que es una pregunta ociosa? Puede que sí, puede que no, depende… pero es determinante para saber, usted y su servidor, que clase de personas somos, sobre todo cuento las respuestas que demos a dicha pregunta, responde a un pensamiento, acción o hecho consumado que afectan, para bien o para mal, al prójimo y a nosotros mismos. Se lo aseguro. Tomemos un ejemplo para aclarar lo expuesto. Tenemos a la globalidad en la que vivimos, régimen económico, político y social que se nos ha vendido y sigue vendiendo como el omega o punto final de todas las posibles maneras de vivir en sociedad que se han experimentado a lo largo de la historia del humano, y cuya ideología presume de ser incuestionable, por considerarse que es la mejor que se aviene a la naturaleza humana. Si usted y su servidor, estimado lector, apoyamos el ideario de la actual globalidad, si decimos si a la misma y llegamos incluso a apuntalarla activamente, si criticamos, si reclamamos que se ponga un hasta aquí a los críticos del mismo y hasta lo rechazan de palabra y obra, contra los que se manifiestan públicamente contra el pensar y el hacer actual de lo globalidad en que nos vemos obligados a respirar, contra las disposiciones o “recomendaciones” de los centros de administración y decisión internacionales de la misma, como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, los políticos, tanto nacionales como internacionales, y los grupos de presión de cada país, o sea contra los empresarios, los dueños de los medios de comunicación que la defienden y publicitan, y exigen incluso que se lleven a cabo las “recomendaciones” mentadas más arriba, para que la globalidad siga funcionando como lo ha hecho hasta la actualidad. Si tal hacemos, extendiendo el término que Humberto Eco aplicó a la cultura, considero que nuestro sí en este caso bien nos podría llevar a ser vistos y calificados de fieles y entusiastas integrados a la globalidad, o sea, personas cuyo optimismo los conduce a creer, como al inefable doctor Pangloss, que la globalidad actual es lamedor de las posibles en el mundo. ¿Qué dice a esto, estimado lector? E igualmente, si por ignorancia, conveniencia, o por vergüenza o miedo al qué dirán, a que nos vean, nos señalen, critiquen e incluso nos discriminen y hasta nos acosen, usted y servidor, nos limitaremos acallar, sin mover tan siquiera un dedo ni en pro ni en contra la globalidad en la que moramos y mori8mos en nuestros días, por aquello “el que calla otorga” y puede que también por lo de “tan culpable es el que mata a la vaca como el que le sujeta zapata”, no pocos de nuestros prójimos nos verían y por ello se sentirían con derecho para colgarnos del cuello el letrerito, para ellos despectivo y hasta insultante, de integrados. Apreciado lector, al respecto, ¿cuál es su opinión? Siguiendo con nuestras supuestas respuestas, imaginemos ahora que por ser pesimistas, es decir, de esas personas que ven todas las cosas como vasos medio vacíos en vez de verlos como medio llenos; o bien por ser de esos individuos resentidos con el mundo porque las cosas no son como ellos quisieran que fueran o por las razones que quiera, estimado lector, usted y su servidor, resolviéramos decir no a la globalidad y llegáramos a manifestarlo en palabras y acciones, contra esas sus “recomendaciones” citadas por considerarlas perjudiciales y más aún a sus resultados, esto es: a la disminución o “adelgazamiento” del Estado denominado de bienestar, a la reducción de las soberanías nacionales, a los “recortes” en el gasto social por parte de los gobiernos, a las reformas laborales que los mismos van imponiendo en sus países y otros hechos parecidos que va convirtiendo en realidad la globalidad en la que nos movemos como condición de su existir y seguir existiendo como es; en este caso, estimado lector, como bien sabe, ese nuestro supuesto no a la misma, nos convertiría a los ojos de no pocos de nuestros prójimos en apocalípticos, en individuos que ven en ella –la actual globalidad—como una caída en el horror y el espanto. Como cierre de la presente, estimado lector de la misma, permítame que le haga una última pregunta: en lo personal ¿quién juzga que tiene la razón, los que dicen si o los que dicen no a la actual globalidad, los integrados o los apocalípticos?. ¿Qué me dice? Con el respeto que me merece, de usted su s. s. JUAN LANAS

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