Mátalos suavemente: ¿Y ahora quién podrá ayudarnos?
MÉXICO, D.F. (apro).- Mátalos suavemente (Killing Them Softly, EU-2012), dirigida por Andrew Dominik, es una historia cruda y hasta cierto punto desesperanzadora que se desarrolla poco antes del primer triunfo de Obama como presidente de los Estados Unidos.
La película gira en torno del robo de una partida ilegal de cartas a manos de tres sujetos: Johnny Amato (Vincent Curatola), Russel (Ben Mendelsohn) y Frankie (Scoot McNairy). El primero es la mente maestra del plan, y los otros dos son los ejecutantes.
El plan parece sumamente peligroso por dos motivos: Uno, si algo sale mal todos podrían terminar muertos, aunque existe un handicap a favor de nuestros tres ladrones, que trataré más adelante. Y dos, Johnny transpira inexperiencia, al igual que Russel, pero este ultimo posee la desventaja de hablar demasiado.
Por otro lado tenemos a un grupo del crimen organizado que maneja el negocio de cartas, representados por un sujeto mayor, muy parecido a un ejecutivo de alto nivel (Richard Jenkins), cuyo nombre nos es desconocido.
Nuestro misterioso grupo contrata regularmente a una banda de matones encabezada por un tal Dillon (Sam Shepard), quien tiene como segundo de a bordo a un sujeto llamado Jackie (Brad Pitt).
Al grupo anterior habrá que sumar a un matón asociado que responde al nombre de Mickey (interpretado maravillosamente por James Gandolfini).
Por ultimo, está el encargado de dirigir las sesiones de juego, un tipo carismático llamado Markie Trattman, quien alguna vez --y este es el handicap de Johnny-- cometió un autorobo en uno de sus juegos y fue perdonado.
Así que la cuestión es la siguiente: si alguien roba la sesión de juego de Markie, el crimen organizado pensará que fue él, así que irán a ajustar cuentas con Markie, mientras los verdaderos ladrones se salen con la suya.
Mientras Obama convence a los votantes con idealismos maravillosos, la cinta nos muestra un Estados Unidos sumamente cruel, donde impera la lógica del dinero y la ley del más fuerte; un mundo donde los ideales no tienen cabida y donde Obama resuena como un eco distante, incapaz de transformar o entender esta realidad.
Las actuaciones son maravillosas, los diálogos son agudos, la violencia es brutal y el mensaje de la historia despierta más interrogantes que respuestas.
¿La realidad no tiene cabida para idealismos? ¿O serán los idealistas los únicos capaces de transformar una realidad que se acerca a la barbarie? O quizá… todo es cuestión de vivir y dejar vivir.