Ópera: Dos visiones de "El holandés errante"
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Prosiguiendo las festividades mundiales por el bicentenario de Richard Wagner, la antigua Compañía Nacional de Ópera, hoy Ópera de Bellas Artes, en coproducción con el Festival Internacional Cervantino, han presentado la nueva producción de El holandés errante, también conocida como “El buque fantasma”, que desde hacía 19 años no se escenificaba en nuestro país, por lo que no es exagerado afirmar que mucho de nuestro joven público no la conocía o nunca la había visto en escena. Difícil, yo diría que hasta tremenda vocalmente, El holandés…, como buena obra wagneriana, no es para cualquier cantante sino sólo para algunos con condiciones muy especiales, sobre todo en los papeles protagónicos. A esto debe agregarse que por la historia que cuenta, dónde y cómo la cuenta, esta obra es bastante estática por lo que, escénicamente, tienen que convertirse esas dificultades en un buen espectáculo, so pena de aburrir terriblemente al respetable. Por fortuna, en la primera función del 3 de octubre, nos encontramos con una estupenda puesta en escena debida a Arturo Gama, director a quien no conocía en esta faceta, pero su currículum nos cuenta que hace ya varios años se inició como bailarín con el Ballet Independiente dirigido entonces por Raúl Flores Canelo. Al montaje contribuyen de manera fundamental el diseño de iluminación de Patricia Gutiérrez y la estupenda, por práctica, funcional, sencilla e imaginativa escenografía de Robert Pflanz, responsable también del vestuario y de la video-proyección. En lo vocal igualmente nos encontramos con una afortunada conjunción de cantantes, la mayoría extranjeros, que cumplieron a cabalidad con las exigencias técnicas exigidas y, más importante, con el sentido musical y la necesidad de trasmisión de sus personajes. Como se sabe, el argumento de El holandés… es sencillo: Se trata de un capitán de navío que, por sus pecados, básicamente el de soberbia, ha sido condenado a navegar eternamente, o hasta que encuentre el amor de una mujer que sea fiel hasta la muerte. Para hallar su redención, el capitán Philip Vanderdecken puede descender a tierra durante un día cada siete años. Si no encuentra a la mujer en cuestión durante el día señalado, debe volver a su peregrinar otros siete años y así ad infinitum. Uno de estos descensos a tierra es lo que nos narra la obra y de cómo el condenado conoce a Senta, quien le jura amor, aunque tiene un enamorado, Erik, quien al verse desplazado clama que la chica está poseída, y pretende reconquistar su amor. El holandés escucha los reclamos de Erik, cree que Senta lo traicionó y, por tanto, ahora sí ya sin redención posible, vuelve al mar. Sin embargo, ella le es fiel y, ante su marcha, se lanza al mar ahogándose. En ese momento el barco se hunde, una inmensa luz aparece sobre el océano anunciando la redención del condenado, y ambos, marinero y enamorada, son bienvenidos en el cielo. Dividida en tres actos, El holandés… se redujo a uno solo en la versión de Gama, con una duración total de dos horas con quince minutos. Esto solo nos da ya la medida de lo ágil que resultó el montaje y, el hecho de que nadie haya abandonado la sala antes del final, nos habla de lo bien que fue recibida la presentación. Bien la dirección musical de Niksa Bareza y la coral de Pablo Varela. Esta producción viaja al Festival Cervantino y, en la ciudad de México, podrá verse el próximo martes 15, a las 8 de la noche, en Bellas Artes.