El último verano de Lennon en Bermudas

lunes, 18 de noviembre de 2013 · 21:49
MÉXICO, D.F. (apro).- El pasado 14 de noviembre se puso a la venta el álbum interactivo John Lennon: The Bermuda Tapes -App, “John Lennon: las cintas de Bermudas” con aplicaciones para iPad e iPhone, recordando la singular travesía del exBeatle por el Mar Caribe entre junio y julio de 1980 cuando compuso las piezas de su LP final Double Fantasy con Yoko Ono, antes de morir un 8 de diciembre hace 33 años en Nueva York (http://www.lennonbermudatapes.com/). Dicha aplicación (app) sólo para dispositivos Apple dirigida por el cineasta Michael Epstein (director con Yoko del film Lennon NYC, 2010) y el artista digital Mark Thompson, contiene una sección auditiva (Listen) con canciones que John creó y grabó caseramente esos meses, muchas ya dadas a conocer por ella en las compilaciones póstumas John Lennon Anthology (1998) y Acoustic (2004) o en la extensa serie radifónica The Lost Lennon Tapes (1988-1992). La otra sección (Play) de esta nueva app incluye un recorrido virtual por la aventura “misteriosa y prácticamente desconocida” que viviera John navegando las tormentosas aguas del Caribe con su hijo Sean Ono Lennon, de cuatro años de edad, y los tres tripulantes del barco Mega Ray durante seis días, luego de zarpar el 6 de junio de 1980 desde Newport, Rhode Island. Asimismo, el usuario del álbum puede visitar de forma interactiva el Jardín Botánico donde surgió el título de Double Fantasy, y la “Disco 40” de Hamilton, capital de Bermudas, siguiendo las huellas de la bitácora de John a través de su voz conforme a una de las últimas entrevistas que registró para la historia David Sheff de Playboy, el jueves 11 de septiembre: --¿Qué quiere decir el título del álbum Double Fantasy? --Es una flor, un tipo de fresia; aunque lo que significa para nosotros es la proyección de una misma idea por dos personas en armonía mutua y ahí está el secreto. Pueden estar juntas, pero si reflejan dos imágenes distintas ya se verá con el tiempo cuál fue la más poderosa para que cumpla las fantasías de una de esas dos personas, o de plano no cristalece en nada y sea puro revoltijo. --¿Cuáles son sus gustos musicales actualmente? --Nos gusta todo tipo de música, dependiendo de la hora… Disfruto a los B-52 porque oigo que están haciendo lo de Yoko. Es grandioso. Si Yoko regresara a su antiguo sonido, se andaría comentando: “Sí, ella está copiando a los B-52.” Frederic Seaman, quien en febrero de 1979 fue contratado por John y Yoko como asistente personal, convivió con ambos en un departamento contiguo al piso que habitaban del edificio Dakota en Nueva York, mientras Helen Seaman, su hermana, cuidaba al niñito Sean. Se convirtiría en el confidente de John en Bermudas y sería uno de los primeros en desmitificar a la feliz pareja hacia 1991, cuando publicó The Last Days of John Lennon, “Los días finales” (Dell Publishing, 314 páginas), memorias desacreditadas por Yoko que aún esperan ser traducidas al castellano. A la muerte del ídolo, Fred Seaman se enfrascó en escandaloso pleito legal con Yoko tras extraer del Dakota los diarios que escribiera John en los últimos siete años de su vida ahí. Perdió la demanda y lo sentenciaron a cinco años de libertad condicional por “robo de mayor cuantía”, el 14 de julio de 1983. Hay quien piense que Seaman se vengó eventualmente redactando intimidades a lo largo de los 13 capítulos de su libro, donde asegura que Yoko manipulaba como títere al músico de Imagine; era adicta a la heroína, y que justo en 1980 sostuvo un “romance” con el coleccionista de arte Sam Green, sugiriendo que por esta relación no lo acompañó a Bermudas. “Bermudas”, capítulo décimo Cuenta Fred Seaman que el 1 de mayo de 1980 le compró un velero al joven experto en navegación marítima Tyler Coneys, por órdenes de John Lennon quien le dijo: “Toda la vida he querido tener mi propio barco, no me aguanto más las ganas de aprender a navegar (con Tyler).” John lo llamó Isis, diosa egipcia de la fertilidad. A finales de mayo, decidió abandonar su larga reclusión en el Dakota para emprender el viaje por el Caribe con Coneys en su barco Megan Jaye y someterse a una “rápida limpia” en Bermudas durante cinco días. Yoko (a quien John llamaba cariñosamente Mother, “Madre”) permaneció en el Dakota supuestamente arreglando negocios pendientes con su “amante” Sean Green y jurando viajar a Bermudas “en una o dos semanas”. El 13 de junio, Seaman tomó un vuelo para alcanzar a John, junto con el pequeño Sean Ono Lennon y la cocinera Uda-san. Se reencontaron en la casa de Knapton Hill que John compartía con los Coneys. “Al momento en que vi a John, lo noté transformado. Había perdido la palidez que adquirió durante los cinco años en el Dakota. Desde que lo conocí me daba cuenta que se veía como si padeciera alguna enfermedad degenerativa. Ahora estaba bronceado, y exudaba salud y vitalidad. John sacó su guitarra del estuche y comenzó a entonar cánticos marinos de Liverpool. Sean se puso feliz con aquella improvisación de su papá y bailó graciosamente en ronda por la estrecha sala. Entonces John habló con entusiasmo sobre su viaje en barco…” --No puedes imaginarte cómo es cuando miras a tu alrededor y todo lo que ves es agua y cielo— dijo John. “A pocos días de zarpar en Newport, el barco navegó entre una potente tormenta a mitad del Atlántico, desatando todos los demonios. Golpeado por los altos oleajes y chicoteado por furibundos ventarrones, el barco Megan Jaye comenzó a saltar cual montaña rusa entre la mar encrispada. Esa tempestad había durado ya casi dos días y cuando al término del primero los Coneys cayeron en la inutilidad debido a los mareos, John dirigió el timón. Atribuyó su inusitada fortaleza a la dieta macrobiótica de arroz salvaje y sopa de miso. “—Así que ahí me tienes al mando –dijo John—con el viento y el mar azotándome ola tras ola. ¡Al principio me aterroricé, pero el Capi Hank se encontraba a mi lado y entonces me sentí relativamente a salvo, pues sabía que no iba a dejarme cometer ninguna estupidez! Pero luego él también enfermó y se recluyó abajo en su camarote. “John rió, sacudiendo la cabeza con incredulidad. Completamente solo al timón con el destino del barco en sus manos, John advirtió que era una cuestión de “vida o muerte”. Una vez superado su pánico inicial, John enfrentó las circunstancias y con firmeza guió la nave a través de la tormenta. “—Cuando acepté la gravedad de la situación –continuó--, algo superior a mí se impuso y repentinamente perdí los temores. De hecho empecé a disfrutar la experiencia, y comencé a cantar y a gritar viejos cánticos marinos de cara a la tempestad, sintiendo un regocijo total. Fue un momento magnífico…” Solamente en otra ocasión John se había sentido tan “centrado” y “a tono con el cosmos”, dijo, cuando en 1961 Los Beatles se hallaban en la cima como banda en vivo, extenuando a públicos de Liverpool y Hamburgo noche a noche. --Supe entonces que nada podía frenarme y que Los Beatles iban a hacerla en grande, tarde o temprano. Fue la única vez que me sentí realmente dueño de mi destino. “Por haber sobrevivido gracias a sus propias habilidades y valor, John se metió nuevamente a fondo en su propio ser primal, indestructible, juvenil. De súbito, comprendí que estaba viendo al John Lennon que él mismo me había descrito alguna vez, un hombre en plena abundancia de sus poderes, un tipo ansioso de vida y sin acobardarse por ella.” Pronto, aquella energía se volcaría en creatividad y comenzó a escribir canciones de vuelta: Living on Borrowed Time (“Viviendo tiempo prestado”), Face It (“Encáralo”), y otras que incluiría en su álbum de regreso musical Double Fantasy. Ausente Yoko, no cesaba de componer piezas y grabarlas prolijamente en cintas caseras, apoyado por Seaman en los bongóes. Cierta noche lo movió el ímpetu de salir a divertirse yendo a la discoteca local de Hamilton, “40 Ladrones”,  mejor conocida como “Disco 40”. “Cuando llegamos, un mar de greñudos en la puerta nos indicaba que el sitio estaba repleto. Pagué nuestra admisión y entramos. El club se había atascado de adolescentes y John comenzó a voltear buscando alguna chica para danzar. Sin embargo, todas las que sacó a bailar lo rechazaron. “—Deben pensar que soy medio raro o algo por el estilo –dijo con desgano. Buscamos lugar en el bar y bebimos una cerveza. En determinado instante, desde las bocinas estalló Rock Lobster (“El rock de la langosta”), una canción popular del grupo B-52. John se maravilló al escuchar que una de las vocalistas femeninas del conjunto entonaba el sonido alto de falsete tirolés en reminiscencia de los cantos gritones de Yoko. “--¿No te parece increíble? –exclamó--, ¡están haciendo lo de Yoko! “Galvanizado de repente por el descubrimiento de que los manierismos vocales de Yoko habían influido a esa banda new-wave, John comenzó a especular sobre “vender” a Yoko como un talento que se despreciaba, cuando en realidad se había adelantado a su época. “--¡A ‘Madre’ le encantará! –expresó entusiasmado--, ella siempre se queja de que nadie la toma seriamente como cantante de rock. ¡No puedo aguantarme decirle que por fin su momento ha llegado! “De hecho, yo le había grabado una cinta a John con el primer álbum de B-52 cuando salió, pero él ni siquiera se molestó en tocarlo. Ahora estaba picado por la curiosidad e hizo planes para ir de compras el lunes temprano antes que cualquier otro asunto, en pos de cintas de más grupos new-wave que estuvieran ‘haciendo lo de Yoko’.” La algarabía de John se detuvo al ser reconocido por tres jóvenes que se acercaron. Respetuosamente, el más apuesto le preguntó: --Disculpe, ¿no es usted de casualidad John Lennon? ¿Qué anda haciendo usted aquí justamente en Bermudas? --Mi esposa me envió hasta acá para que tomara unas vacaciones de trabajo –respondió, “presumiendo el haber navegado desde Newport. Los chavos se veían impresionados, y casi auguré que les contaría de cómo al mando del timón del Megan Jaye logró sortear las nefastas tormentas. Sin embargo, cuando el líder del trío se presentó como reportero de un diario local, John gruñó y me lanzó una mirada de preocupación… “—Escucha, yo vengo de incógnito, ¿ves?, y en serio les agradecería a ustedes, muchachos, que no le digan a nadie que estoy aquí… “Los periodistas invitaron la siguiente ronda de cervezas y tras consumir otra, los ojos de John se tornaron vidriosos y su rostro perdió colorido. “—Mejor nos piden un taxi –dijo a las dos de la mañana--, ya se pasó mi hora de dormir.” De regreso a la amplia Villa Undercliff que habían rentado por seis semanas a partir de mediados de junio, John se sintió mal y al bajarse del taxi, volvió el estómago. Pasó la noche de aquel viernes vomitando pero también compuso Steppin’ Out (“Salir del paso”) en recuerdo de la visita a la “Disco 40” y cuando al día siguiente por la tarde su hijito Sean lo llamó para que los acompañara al aeropuerto pues arrivaba de Nueva York su nana Helen, la hermana de Fred Seaman, se negó. Pero luego la recibió “mansamente” en la cocina, mientras cenaban los bocadillos nocturnos preparados por Uda-san, prometiendo llevarlos a comer el domingo al restaurante de los Jardines Botánicos de Bermudas. “Vestidos todos de blanco, desfilando por las veredas del Jardín Botánico, debimos haber lucido como una orden religiosa encabezada por el gurú John. Él parecía un flacucho asceta con su pelo recogido hacia atrás en cola de cabello. Helen se asemejaba a una candidata discípula que cuidaba al travieso Sean, quien zumbaba a nuestro alrededor entrando y saliendo del macizo floral. Uda-san era la venerable monja, con sus manos apretadas sobre el abdómen en plegaria silenciosa. Supongo que yo era el acólito. Habíamos ido a comer al restaurante italiano de los jardines. “Después, deambulamos por los caminos aromáticos, donde quedamos intoxicados por los olores y las imágenes exóticas. Era un día típico de Bermudas y su clima: soleado, con un cielo azul que mareaba y una temperatura superior a los 30 grados refrescada por la brisa. Uda-san, Sean y Helen se detuvieron a observar los changuitos columpiándose por las ramas de los árboles. John y yo seguimos avanzando, inclinándonos para leer las diminutas señales apostadas a la mitad del colorido profuso y brillante de las flores. “Finalmente, llegamos a un área plantada de lirios que anunciaban nombres como Alas de ángel, Emperatriz púrpura, Reina de bronce y Excélsior blanca. En la zona donde se localizaban las fresias, John se detuvo ligeramente empinado ante una pequeña señal rectangular de fondo negro que tenía grabadas las palabras Double Fantasy en letras aúreas. “—Doble fantasía –dijo con suavidad--. “Miró reflexivamente la flor  durante un momento. Entonces, su cara se iluminó: “--¡Eso es! –exlamó—¡Ya tengo el título del álbum que había estado buscando! “Para entonces, su disco había evolucionado rumbo a convertirse en proyecto doble, diseñado para revivir no sólo la carrera de John, sino también de su matrimonio. John y Yoko se presentarían nuevamente en público con su amor, cantando juntos para que todo el mundo los oyera. “—No me puedo esperar más para contarle a ‘Madre’ que he hallado el título perfecto de nuestro álbum –repetía mientras iba trotando arriba y abajo con su traje todo blanco por los senderos llenos de fragancia y color, correteando bajo los rayos del Sol entre las explosiones floridas de rosas y azules y morados y anaranjados--. “Era como algo sacado de una fábula, en la cual el héroe se levanta para un nuevo sueño de vida.” Double Fantasy salió al mercado el 14 de noviembre de 1980 y la app del álbum “John Lennon: las cintas de Bermudas”, conmemora su aparición hace 33 años, afirmó Yoko Ono.

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