Teatro: 'El círculo de cal'

martes, 12 de febrero de 2013 · 20:07
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Siempre es reconfortante volver a la esencia teatral, a las convenciones natas del teatro que manifiestan situaciones dramáticas con sus propios recursos: telas, máscaras, telones pintados y trucos escénicos. Con El círculo de cal (El círculo de tiza caucasiano), Bertolt Brecht llevado a la escena por Luis de Tavira, vuelven a la carga para mostrar nuestra realidad mexicana marcada por la desigualdad, la prepotencia del que está arriba en la escala social y la generosidad humana. La obra de teatro El círculo de cal, escrita por Brecht en 1944 terminada la Segunda Guerra Mundial, aborda la problemática bélica subrayando la violencia y el juego de poder como materia prima. La puesta en escena de la Compañía Nacional de Teatro no pretende mexicanizar la obra, pero hace una adaptación donde los reyes y condes son caciques, senadores y políticos afines a nuestro contexto. Se vuelve cercana, como si se ubicara en el periodo posrevolucionario, y desde ahí transcendiera a la universalidad contemporánea. La historia retoma una leyenda china, pero también tiene que ver con el pasaje bíblico del Rey Salomón, el cual pone a prueba a dos mujeres que alegan ser madres del mismo pequeño. En la obra de Brecht, el gobernador y su esposa huyen y ésta se olvida de su hijo. La generosidad de la cocinera, interpretada con brillantez por Erika de la Llave, hace que asuma los riesgos y proteja al niño. Pasan por un sinfín de obstáculos y logra mantenerlo oculto y vivo. Al terminar la guerra civil, la madre, protegida por el poder político y carente de toda ética, reclama al niño y se entabla un juicio lleno de argumentos, para determinar el destino del pequeño. Pero aquí, a diferencia de nuestra realidad, ella, interpretada por Mariana Jiménez, pierde y a la cocinera, la verdadera madre, se le hace justicia. Con El círculo de cal se constata que el teatro político de Brecht está más vivo que nunca, sobre todo por su visión crítica y los mecanismos que utiliza. El teatro épico con su efecto de distanciamiento proporciona al espectador, no la frialdad emotiva de Meyerhold, pero sí una propuesta antiilusionista: es la realidad pero no una fotografía o una nota periodística de ella. Los recursos escénicos que El círculo de cal utiliza son sorprendentes: El trabajo actoral, donde sobresalen Mariana Gajá, Enrique Arreola, Luisa Huertas, y Rodrigo Vázquez, entre otros, se inclina al expresionismo y a la caricatura de los personajes. El pulimento gestual diseñado por Citlali Huezo dota a los personajes de una gran expresividad, apoyándose en las máscaras para no revelar al actor sino al personaje ideado. Las máscaras parecieran estar hechas de media o de un material que deja ver el brillo de los ojos y apreciar los movimientos del rostro. Los personajes estilizados en su gestualidad nos acercan al cómic, al clown y al mismo tiempo nos alejan de ellos mismos. Junto con las botargas y diversos aditamentos nos hacen sentir en todo momento que estamos ante una creación teatral, una distorsión de la realidad, como en el esperpento, pero que la refleja auténticamente. En las cuatro horas que dura el espectáculo, aunque el juicio se vuelve interminable, pueden admirarse las resoluciones escénicas que el director maneja. La música en vivo, aunque no presente, involucra al corrido como forma narrativa o produce sonidos que asemejan el llanto de un niño, un trueno o el aviso de una catástrofe. Los coros, los personajes que narran o el dueto que guía, diversifican las formas dramáticas. El escenario crea la ilusión de profundidad y perspectiva y una tela en movimiento se convierte en un río caudaloso atravesado por un puente colgante donde pende la vida de una mujer y su hijo. El rompimiento más contundente se da en el prólogo donde en un video se muestra a un grupo del municipio de Cherán, Michoacán, discutiendo de quién es la tierra: de los que la cuidan desde hace siglos o de los talamontes que la aprovechan. La analogía es poderosa porque deja ver una sociedad compleja, donde las respuestas se alejan de las fórmulas y nos invitan a la reflexión.

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