¿A qué se debe?

martes, 19 de marzo de 2013 · 15:33
MÉXICO, D.F.(apro).- Habitantes de la Tierra: con sorpresa no exenta de risa, me he ido enterando que después de dos siglos y medio cumplidos desde mi visita a su planeta, de la cual dio noticia uno de los suyos conocido como Voltaire, siguen siendo los mismos obcecados, presuntuosos y soberbios seres que conocí por esa fecha, por lo que tienen toda la razón cuando dicen que son los únicos animales que tropiezan una y otra vez en la misma piedra: ¿por ingenuos, por su natural fidelidad a algunas ideas o por, como decían sus congéneres, habitantes de la Roma clásica, stultorum infinitus est numerus, esto es: el número de los tontos es infinito, a lo que su servidor añade: de lo cual se aprovechan los listos, los avisados ¿Qué contestan al respecto? Sigo y sostengo que son presuntuosos y tienen tan alto concepto de ustedes mismos, que la mayoría, a pesar de que han tenido que admitir que su pequeño planeta, la Tierra, no es el centro del universo y que el universo no gira alrededor de la Tierra, siguen pensando, llevados principalmente por sus diversas religiones, que son los reyes de la creación y que el universo entero, las miríadas de estrellas que brillan en el cielo nocturno, han sido creado para el hombre, y son tan soberbios y orgullosos que están seguros de que esa su suposición es la pura y única verdad, cuando no es más que un convencionalismo, esto es, un conjunto de opiniones o procedimientos basados en ideas falsas que, por comodidad, conveniencia o por profunda necesidad psicológica se tienen como verdaderas. En relación a esto, ¿Qué pueden decirme? Y lo peor no es lo que acabo de escribir. Hay algo más siniestro y trágico en su naturaleza. Cuando los conocí, al ver lo tan, pero tan pequeños que eran, consideré que por ser antes constituidos por tan poca materia, serían seres mayormente inclinados a lo espiritual, a hacer el bien antes que hacer el mal, pero ustedes mismos me demostraron con sus hechos que tienen más materia que la que se precisa para hacer el mal, si es que el mal procede de la materia, y más inteligencia, si proviene de la inteligencia; y sus hechos siguen demostrándolo. Díganlo si no es así sus continuos enfrentamientos religiosos, económicos, de mercados y geopolíticos, que han generado y alimentan toda una ideología que habla, como su futuro más previsible de una inevitable, despiadada y brutal guerra entre las culturas, en mascaradas no pocas veces por sus creencias religiosas, libertad, respeto a los derechos humanos y otras cosas parecidas. Díganlo si no es así, el que, superando lo que decían los dirigentes de la Roma clásica: si vis pacem, para bellum (si quieres la paz, prepara la guerra), en esos sus días han llegado al perverso extremo de legalizar y legitimar la cínica ideología de la “guerra preventiva” contra países que se suponga que en un futuro pudieran ser competidores en lo económico, en lo comercial o en la estrategia geopolítica, ¡y eso se hace al tiempo que, a bombo y platillo y a todos los niveles, se proclama y pondera la libre competencia en todos los renglones de su vivir! Ante esta situación tan ambigua no puedo por menos repreguntarme si la misma se debe a su ignorancia, por estar manipulados y no saberlo, o bien por sometimiento, por miedo o conveniencia, a poderosos intereses ya establecidos, sean los mismos nacionales o internacionales. ¿Cuál es la repuesta, lectores de la presente? El que sean como son, considero que se debe a su soberbia y a su malicia o doblez de conducta, ambas característica bien representadas por dos personajes de la literatura de ustedes: Humpty Dumpty y el monje Gorenflot, ridículos hasta lo risible. Humpty Dumpty es la representación del narcisismo soberbio, obstinado y tonto, pues cree que todo lo que dice, que cada palabra que pronuncia es la correcta y tiene el significado que él le da, por la sencilla razón de que él así lo quiere y afirma. Símbolo de la extrema malicia, capaz de todo cuando de satisfacer se trata sus deseos, sean los mismos físicos o mentales, es el monje Gorenflot, que en día de obligatorio y riguroso ayuno se le antojó un apetitoso pollo y satisfizo su deseo recurriendo a la reta de bautizarlo, y dándole el nombre de un pescado cualquiera se lo comió sin remordimiento alguno, aunque con ello había traicionado e incluso burlado de lo que era en su vida y representaba para su prójimo. Lo expuesto en la presente, son mis razones para verlos como los vi y sigo viéndolos. Ustedes, terráqueos, ¿Qué opinan al respecto? Con el sincero deseo de que la tolerancia y la comprensión sean con ustedes para que puedan tener la posibilidad de una vida más llevadera, queda como su seguro servidor: MICROMEGAS

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