En El Tajín, tecnología de punta

jueves, 11 de abril de 2013 · 20:23
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Con el uso de tecnología basada en la combinación de sensores remotos y de teledetección (que por primera vez se aplica en México), se localizaron en la zona arqueológica de El Tajín tres canchas de juego de pelota, un par de edificaciones denominadas “balcones” y un área habitacional de más de mil años de antigüedad. Esos vestigios están ocultos por la vegetación y sedimentos y se ratificará su existencia con excavación arqueológica. Guadalupe Zetina Gutiérrez, investigadora de la zona arqueológica de El Tajín y especialista en Sistemas de Información Geográfica y Sensores Remotos, explica que desde hace dos años se efectuó la incorporación de dispositivos de control remoto en la exploración arqueológica en el sitio, como ocurre en las zonas de Egipto y de Estados Unidos. Con el descubrimiento de las tres nuevas canchas de juego de pelota, asciende a 20 ese número de estructuras en El Tajín, la ciudad prehispánica más importante del estado de Veracruz, ubicada en su costa norte. “Todos los juegos de pelota que hay en el sitio son diferentes en dimensiones y características, y en estos tres nuevos se han podido determinar características con una precisión de hasta cinco centímetros, gracias a la tecnología denominada LiDAR, un escáner láser con el que se desarrolló un modelo digital alojado a un Sistemas de Información Geográfica.” Que El Tajín sea la metrópoli con mayor número de juegos de pelota se debe, según varios especialistas, a una necesidad ante la diversidad cultural que presentaba la ciudad. Las dos estructuras denominadas “balcones” consisten en plataformas de aproximadamente 10 por 15 metros de base y de 10 a 12 metros de altura: “Se hallan en las zonas altas, en puntos estratégicos de la parte norte de la zona arqueológica, un área que no ha sido explorada.” En cuanto al hallazgo de áreas habitacionales en la parte occidental del núcleo de la zona, puntualiza que “son espacios en cuya arquitectura se observa que hubo gran inversión de tiempo, trabajo y materiales”, y que, por sus dimensiones y características, “podemos decir que probablemente ahí vivieron familias extensas”. Con el uso de este equipo también se determina que las antiguas edificaciones del área abierta al público de la zona “se encuentran en buen estado de conservación”. Zetina (quien en 2012, junto con la doctora Patricia Castillo, obtuvo la mención honorífica del Premio Manuel Gamio que otorga el INAH, en la categoría de Mejor Trabajo de Planeación Estratégica y Gestión del Patrimonio Cultural) informa que la tecnología usada consta de la combinación de tres técnicas juntas, “siendo los pioneros en México en aplicar esta metodología”. Se trata de la ortofotogrametría (fotos aéreas georreferenciadas y sin error de curvatura de la Tierra); el LiDAR o escáner láser (para detectar elementos y generar imágenes digitales), y la termografía o cámara térmica (para conocer etapas constructivas o grietas dentro de los edificios, etcétera). El Tajín, capital del imperio totonaca y conocida también como Ciudad del Trueno, fue descubierta en 1785 por el ingeniero Diego Ruiz, cuando realizaba una inspección buscando campos de tabaco ilegales. En el siglo XIX El Tajín fue visitado, para hacer notas del lugar, por Guillermo Dupaix, Alexander von Humboldt y Carl Nebel; este último, ingeniero, arquitecto y dibujante alemán, fue quien delineó la posible Pirámide de los Nichos rodeada por la selva tropical en uno de sus grabados más conocidos. Los primeros arqueólogos que llegaron al lugar en el siglo XX fueron Teobert Maler, Eduard Georg Seler, Francisco del Paso y Troncoso y Herbert Spinden y Ellen, entre otros. En los treinta, Agustín García Vega, topógrafo de profesión, hizo la limpieza y la exploración de la zona. El primer edificio que quedó totalmente libre de vegetación de la selva fue la Pirámide de los Nichos. José García Payón realizó investigación arqueológica inicial de 1943 a 1963. De entre 1964 y 1984 casi no se hizo nada, según el fallecido arqueólogo Juergen Brueggenmann, quien en 1990 dirigió en El Tajín uno de los 12 proyectos de restauración de zonas arqueológicas del INAH, y en 1992 fue declarado Patrimonio de la Humanidad (CV).

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