Música: María Alejandres en "La Traviata" de Florida
MIAMI, FLORIDA (Proceso).- Por invitación del Koubek Center, para ofrecer unas charlas introductorias para mayor conocimiento y disfrute de la obra, y de la Florida Grand Opera, para presenciar las funciones, tuvimos el placer de atestiguar el debut triunfal en Estados Unidos de la soprano mexicana mas importante de los últimos años, María Alejandres, en el papel de Violeta de La Traviata, la conocidísima y gustada ópera de Giuseppe Verdi.
La puesta en escena, tradicional pero interesante (que, de entrada, recrea en la obertura la atmósfera sombría propia del tercer acto para paulatinamente irse aclarando hasta desembocar en la primera gran fiesta en casa de Violeta), es cuidadosa en los detalles a lo largo de toda la representación, logrando una muy aplaudible coherencia de principio a fin. Mérito atribuible a Bliss Hebert y su equipo de trabajo, Allen Charles Klein en la escenografía y vestuario, Thomas Hase en las luces, Christopher Diamantides en el maquillaje (que hace verdaderas transformaciones de algunos de los intérpretes) y la adecuada y festiva coreografía de Rosa Mercedes, quien con apenas cinco bailarines, tres mujeres y dos hombres, consigue una verdadera escena española en la segunda escena del segundo acto.
Buen marco, pues, para el desenvolvimiento de los artistas que, encabezados por Alejandres, ofrecieron dos funciones que motivaron al publico a aplaudir de pie.
Y es que esta niña está haciendo una Violeta verdaderamente sensacional; hay en ella una completa comprensión del personaje y de sus necesarias, vitales y dolorosas transformaciones, que deben expresarse muy claramente, tanto vocal como actoralmente. Y esto es lo que hace María Alejandres, conducir de la mano a Violeta, de la frivolidad de la jovencísima cortesana que vive sólo para el placer, a la apacible enamorada que disfruta a cabalidad la breve primavera de su vida, a la mujer de madurez inaudita (por el rápido y sorpresivo entendimiento de su real situación) que es capaz del más grande acto de solidaridad y amor hacia alguien que ni siquiera conoce, y hasta la victima que sucumbe presa de dolorosa enfermedad.
Estas transiciones que, musicalmente, están dadas por el genio de Verdi desde El brindis hasta el Addio del Passato, pasando por, entre otras, Ditte a la giovane y Amami Alfredo, fueron abordadas y, por momentos, literalmente bordadas por esta dueña del escenario a quien, desafortunadamente, poco tenemos oportunidad de disfrutar en México, hecho que esperamos cambie con la llegada a la dirección de Ópera del maestro Ramón Vargas.
El resto del elenco, en los papeles principales, se integró por el italiano Ivan Magri como Alfredo, tenor de buena presencia escénica y grata voz con interesante carrera en Europa; el también importado Giorgio Coaduro hizo el Germont, y la estadunidense Lacy Sauter encarnó la Flora.
Muy atinada la dirección musical de Ramón Tebar, quien supo concertar auténticamente, cuidó tempi y niveles y produjo un resultado muy elogiable.
Una grata experiencia y la constatación, una vez más, de nuestra inmensa riqueza artístico-vocal que triunfa en el extranjero y no solamente en voces masculinas.