Música: "Turandot"
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Turandot es la última ópera del gran compositor italiano Giacomo Puccini (1858-1924), quien muere de cáncer en la garganta sin poder ver el estreno de su obra; de hecho, no la pudo terminar. Franco Alfano (1876-1954) completó el tercer acto; Alfano es autor de 12 óperas y hoy sólo se le conoce porque terminó la orquestación de Turandot.
El célebre Arturo Toscanini dirigió el estreno en 1926 y se tocó sólo lo escrito por Puccini, que llega justo cuando muere la esclava Liu. Toscanini dijo al público: “Señores, aquí se detuvo la pluma de Puccini”. Pero poco después se estrenó la versión completada por Alfano, que es la que se representa y graba hasta nuestros días.
Puccini hizo un trabajo delicado, se pueden identificar en su partitura siete melodías de origen chino. Turandot estuvo prohibida en China, ya que el gobierno opinaba que esta obra da una mala imagen de lo que es ser chino; pero, por fin, en 1998 la obra pudo representarse en el impresionante escenario de la Ciudad Prohibida. Dirigió Zubin Mehta.
Turandot es un cuento del italiano Carlo Gozzi, donde el príncipe tártaro Calaf debe resolver tres enigmas si quiere desposar a Turandot; pero si falla pagará con su vida. Calaf vence y la altiva princesa se rinde al amor.
En Bellas Artes se presentó esta ópera en seis funciones entre el 21 y el 30 de Abril. Dirigió la escena Luis Miguel Lombana, de triste memoria por su caótico Nabucco. Más acertado, en Turandot realizó un trabajo tradicional, sin locuras innovadoras. Abigarramiento en el primer acto a causa de tanta gente en escena y la escenografía del legendario David Antón; mejor en los demás actos.
José Luis Duval, tenor, dio vida al personaje de Calaf y cumplió cabalmente en la primera función; pero a mitad de la segunda fue sustituido, no cantó en la tercera, tuvo problemas en la cuarta y no cantó la quinta. Problemas de salud, se explicó al público. Turandot no es una ópera para su voz y Duval tiene que esforzarse mucho, aunque ya la ha hecho muchas veces sin problema. Lo sustituyó Carlos Galván, quien se lució y fue muy ovacionado por el público. Felicidades a la Ópera de Bellas Artes por preparar un suplente y tenerlo listo y a la mano para “entrarle al quite”.
Tamara Mancini, soprano estadunidense, cantó la Princesa Turandot; personaje plagado de dificultades, es muy tenso y exigente para una soprano dramática. Mancini no convenció del todo, pero cumplió honrosamente. Maribel Salazar cantó la Liú; puede mejorar mucho ese rol, si bien cómodamente se llevó la noche con unos agudos pianísimos escalofriantemente emotivos y hermosos, en una actuación humana y convincente.
Alejandro López, bajo, cantó Timur de maravilla; pero descuidado escénicamente. Ping, Pang y Pong, “las máscaras” como les llamaba Puccini, fueron Germán Olvera, José Guadalupe Reyes y Luis Alberto Sánchez; muy correctos, en especial Olvera, con sorprendente actuación y presencia escénica.
Enrique Patrón de Rueda demostró por qué se le considera el mejor director operístico de México, Puccini es su especialidad, y supo concertar y equilibrar las diversas fuerzas sonoras cuidando al máximo a los cantantes. Estas funciones marcan su regreso a Bellas Artes después de dos sexenios.
El Emperador Altoum fue interpretado brillantemente por Flavio Becerra, un querido tenor mexicano de grato recuerdo por su solvencia canora y, como se esperaba, su desempeño fue memorable.
Destacadísimos los niños del coro Schola Cantorum de México: cantan, actúan y se desempeñan como unos verdaderos profesionales; el mejor coro infantil de México, por mucho.