Puntos en común

martes, 7 de mayo de 2013 · 13:58
MÉXICO, D.F. (apro).- Distinguidos lectores: en mi anterior carta a este buzón, servidor de ustedes les comunicó que, según mi entender, fundamentado en dos milenios corridos de experiencias en hechos, estaba autorizado a decirles que había puntos en común entre el llamado Congreso de Viena y la globalidad en la que respiramos en nuestros días. En la presente sigo señalando e incluso matizando detalles sobre el mismo tema, ya que mientras rememoro mis vivencias, voy viendo otros puntos en común entre esos dos momentos tan importantes, por determinantes, en nuestra historia. Veamos algunos. El Congreso de Viena va a cumplir 200 años, ya que funcionó del 15 de septiembre de 1814 al 15 de junio de 1815, espacio de tiempo, cuyo aniversario lo tenemos a la vuelta de la esquina del mismo, estalló, en 1914, la denominada Primera Guerra Mundial, que tuvo como consecuencia la primera entrega de la dirección del planeta a los USA; por la misma fecha un nostálgico romántico del pasado, Marcel Proust, dio inicio a una serie de novelas que se hicieron célebres con el nombre general de A la busca del tiempo perdido y DW Griffith, hombre del que se ha dicho y así es, el inventor del seductor lenguaje de la primera fase de las imágenes en movimiento, el cine, el primero que lo usó con fines estéticos, en fin, el padre del mismo, un hombre que a golpes de genial intuición sacó de la cabeza un nuevo arte tan influyente en nuestras vidas, estrena a inicios de 1915 su obra magna: El nacimiento de una nación, filme, por decir lo menos, es simpatizante del bando perdedor en la llamada Guerra de Secesión de los USA, al hacer en el mismo una apología del Ku-Klux-Klan, siniestra organización secreta sureña, creada para sembrar el pánico entre los negros, para asesinarlos llegado el caso, y así facilitar en los mismos un resignado sometimiento, es decir, que hizo la apología de lo más conservador y hasta retrógrado de la ideología de los USA. Si por lo hasta aquí expuesto no fuera suficiente, hay dos antecedentes que son para los admiradores del Congreso de Viena y de la globalidad en la que nos movemos, algo así como hitos o puntos simbólicos y motivo de la existencia e incluso victoria de ambos: la destrucción por la plebe de París de la prisión real de La Bastilla en 1789 y en 1989, la destrucción del Muro de Berlín; y en ese mismo año de 1989, uno de los entusiastas partidarios del Nuevo Orden, de la globalidad, conformada por el neocapitalismo y dirigido principalmente por los USA, F. Fukuyama, escribe su celebrado y polémico artículo titulado ¿El fin de la historia?, en el que apoyado en Hegel, presagiaba y celebraba el final de la historia, que lo que seguía era una extensión de la democracia neoliberal, sin fin en el mundo, bajo la dirección ineluctable, pero benévola, de los USA, por lo que el futuro para todos sería únicamente más de lo mismo, gustara o no gustara a algunos. Por añadidura, hay igualmente otros puntos más en común entre el Congreso de Viena y la globalidad neoliberal; el ser defensores de grandes principios. El primero, a través de la denominada Santa Alianza, se autoinstituyó como fiel campeón del derecho divino de los soberanos, ya que, como todo, el poder también viene de Dios; la segunda, si bien no apunta tan alto, más modesta, únicamente se dice defensora de los derechos del individuo, plural, incluyente y respetuosa de las minorías, mas a uno y otra, justificándose con sus respectivos idearios, el primero ayer y la segunda hoy, animó y anima un espíritu intrusivo, una inclinación injerencista, un pensamiento de que es legítimo, justo y necesario por lo tanto, intervenir en los asuntos internos de todo aquel país que no se sujeta al ideario ya establecido, fuere el de la Santa Alianza o sea el de la globalidad neoliberal… para salvarlos o incluso castigarlos por sus errores… ¿y para enseñarles que aprendieran a vivir bajo el mandato divino, en el caso de la Santa Alianza o para enseñarles y aprendan lo que es vivir en libertades, pero respetando los sagrados derechos de la economía y los del libre mercado. Ejemplos paradigmáticos: en el pasado, la intervención militar en España, conocida con el nombre de Los cien mil hijos de San Luis; y apenas ayer, la guerra de Irak, para la que se recurrió incluso a la felona mentira. Y todavía hay otros puntos en común entre el Congreso de Viena y la globalidad neoliberal: los de las desvergonzadas abstenciones y las cínicas traiciones cometidas por uno y otra a sus considerados sagrados principios y las consecuencias, no pocas veces trágicas, que tuvieron y tienen las mismas para sus respectivas sociedades. Pero eso sería motivo de otra carta a este buzón. Por el momento, queden con el debido respeto que me merecen. EL JUDÍO ERRANTE

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