"El sueño de una noche de verano", una realidad

sábado, 27 de julio de 2013 · 08:58
MÉXICO, D.F. (proceso.com.mx).- Las sonoras, límpidas, casi cristalinas notas de Henry Purcell (1659-1695) emitidas por las trompetas, llenaron todo el recinto aún antes de que subiera el telón y se empezara a dibujar sobre el escenario un singular versión del Sueño de una noche de verano, ésa por demás lúdica obra de William Shakespeare. Por sus características visuales que van más allá del argumento, la obra no sólo puede provocar una esplendorosa representación teatral sino también, como ya ha sucedido, cinematográfica y hasta dancística, como la noche del recién pasado viernes 19 nos mostró el Ballet Carmen Roche de España en Bellas Artes, parte del “Ciclo Danza en el Palacio 2013”. Sueño que fue una realidad esa noche de verano por demás lluviosa en el exterior y, todo un dechado de música, danza y belleza en el interior, con la espléndida muestra del barroco que es la música de Purcell, majestuosa, señorial pero también alegre y radiante envolviéndolo todo y en todo momento. Conjunción deliciosa de tres artes escénicas, experimentos que cuando no salen bien son un desastre, en este caso amalgamaron acertadamente, y aunque el propio compositor creó en su momento música para y en base a esta pieza shakesperiana, no fue esa exclusivamente la usada para esta representación dancística sino que se incluyeron varias otras de sus composiciones: Trompeta Voluntario (si la memoria y el oído no me fallan)  y otras para trompeta posiblemente de las escritas para la corte de la reina Margarita, a lo que hay que agregar música vocal. En específico una aria estupendamente ejecutada y muy bien grabada como todo el resto de la música incluida. Magia y ensueño desde el original de don William, conjunción que no mezcla sin sentido de los mundos de la realidad y la fantasía, Sueño de una noche de verano es un paseo delicioso por la imaginación y la magia que entrevera reyes-dioses, nomos, hadas, personajes humanos tocados por la locura del amor que convierten, en parte por lo menos, el mundo real en imaginario. Juego de luces y de enredos materializados en escena de una manera distinta, absolutamente contemporánea, de hoy, en la que la danza es reina pero la música consorte --corte-pueblo sin el cual el reinado no podría existir. Danza fresca, juvenil, desenfadada, pero tal vez justamente por eso rigorista en la exigencia de la técnica, precisa, exigente, traslúcida que permite ver el trabajo que hay atrás de la facilidad y la gracia con que los seis bailarines del elenco de la maestra (a quien se ha llamado “Maestra de maestros”) Carmen Roche se desenvuelven. Y desenvuelven la coreografía de Tony Fabre, ese coreógrafo que bien puede afirmarse, al igual que a la maestra Roche, de pilar en la existencia de la danza española contemporánea. A ellos y, por supuesto, a Nacho Duato y otro pequeñísimo grupo de creadores se debe la existencia y calidad de la Compañía Nacional de Danza de España. Coreografía ágil, transparente, que cuenta a cabalidad la historia con sólo seis bailarines, tres mujeres y tres hombres que interpretan nueve personajes, sin rebuscamientos y prácticamente con un escenario vacío, ya que la escenografía de un par de cajas, otros tantos trastos y unas cuantas cuerdas es, más utilería inteligentemente distribuida, que una escenografía en el sentido al cual estamos acostumbrados. Al alto nivel técnico de los bailarines y la clara narrativa coreográfica plagada de dificultades técnicas que se esconden atrás de los bellos trazos tanto de conjunto como individuales, se agrega un vestuario moderno, sencillo y funcional así como un por demás adecuado manejo de luces que, utilizando muy bien la escaza utilería, consigue crear varios espacios diferentes. Una bella y refrescante presencia en el “Ciclo Danza en el Palacio 2013”, que aún presagia otras muy buenas veladas.

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