Arte: "El nacimiento del fenómeno"

lunes, 8 de julio de 2013 · 20:21
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Aun cuando sólo duró de 1987 a 1989, El Sindicato del Terror fue un protagonista relevante en la escena alternativa que se desarrolló en el Distrito Federal, durante los últimos años de la pasada década de los 80. Creado por Roberto Escobar (México, 1967-2009) como un grupo de arte experimental, el colectivo se nutrió de las ideas, poéticas y transversalidades disciplinarias del atrevido y vital líder del grupo. Dedicado a la realización de performances que se distinguían por el irreverente y lúdico dramatismo de las intervenciones corporales –con sangre ficticia, cuerpos desnudos, carne animal y despojos reales–, el Sindicato formó parte de esa emergencia neoconceptual que anunciaba, al mismo tiempo que evidenciaba, un contundente cambio en los valores y actitudes artísticas. Estudiante de la Escuela de Iniciación Artística Número 4 del Instituto Nacional de Bellas Artes durante la segunda mitad de los ochenta, Escobar se formó en paralelo con el auge de los neoexpresionismos y neorrealismos posmodernos que, a través de lenguajes transvanguardistas, mexicanistas y de influencia de los nuevos salvajes alemanes, definieron en esos años la escena institucional y comercial del Arte Joven Mexicano. Concentrado en la cerámica, su formación coincide también con el desarrollo de la enseñanza en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP) de la escultura en barro, de la cual sobresalieron profesionales como Paloma Torres y Javier Marín. Sin embargo, las poéticas de Escobar manifestaron estéticas muy distintas, de clara vinculación con la irreverente, agresiva y lúdica posmodernidad suburbana. Interesado en la música minimalista de Philip Glass, el graffiti de Keith Haring y la expresividad corpórea de la danza Butoh japonesa, Roberto Escobar generó un proyecto inspirado en la multidisciplina –visual, musical, teatral– y reflexión social del grupo esloveno Neue Slowenische Kunst (NSK, 1984-1992). Con una eficaz estética que vinculaba la ficción del cómic, la ingenuidad de signos infantiles, el humor grotesco y el dramatismo del rito corpóreo, Escobar estuvo presente con su Sindicato del Terror no sólo en espacios alternativos emblemáticos como El Salón de los Aztecas y La Quiñonera sino, también, en la galería La Agencia y el Museo de Arte Moderno. Integrado, entre otros, por Eric Castillo, Carlos Salom y Carlos Jaurena, el Sindicato –título que hacía referencia a los malvados que combatía el héroe de una animación– se canceló en 1989 y, a partir de 1990, Escobar se dedicó a la música a través de la famosa estación radiofónica Rock 101. Organizada a manera de homenaje, la exposición que se presenta en X-Teresa Arte Actual en la Ciudad de México recupera una faceta poco conocida del personaje: su pintura y escultura. Realizadas en blanco y negro con sutiles marcas matéricas, sus propuestas pictóricas transitan entre el signo y la figuración alterando, a través del color, el orden de los imaginarios infantiles. Divertida y expresiva, su escultura en cerámica y plastilina destaca por un dramatismo ingenuo que evoca el terror de la existencia. Acertada por la recuperación del personaje, la muestra Roberto Escobar, El nacimiento del fenómeno, merece una segunda parte que permita vincularlo con el dinámico escenario alternativo que desapareció al institucionalizarse durante los años 90.

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