¿Hacia dónde cae la verdad?

martes, 13 de agosto de 2013 · 14:46
MÉXICO, D.F. (apro).- Son excepcionales, la sal de la tierra, levadura de otros, cuna y ejemplo de la libertad… así se ven a sí mismos y así los ven sus fervorosos partidarios, ¿debido a ingenuidad o a ignorancia?... son la maldición del mundo actual… ¿por inevitable necesidad?... ¿o por haber traicionado sus principios fundadores? Lectores de toda mi consideración: los anteriores y contradictorios juicios surgieron de improviso en una acalorada plática de amigos que tuvo lugar en días pasados, entre los que había acérrimos partidarios de los USA y de la política de sus gobernantes, y enconados críticos de todo lo estadunidense. ¿Resultado de la misma?: tablas, pues nadie se apeó del burro de sus personales opiniones. Ante esto, Armando Líos, el dueño de la casa en la que tenía lugar la reunión, que por cierto poco había participado en la misma y más bien se limitó a observarnos con sonrisa maliciosa, nos dijo que dejáramos de hablar con la pasión y tomáramos el camino de los hechos, con todos los pero que pudieran tropezarse en el mismo, para aclarar a qué opinión daban más certeza los mismos. Se levantó de su asiento y de un estante saco un libro, la autobiografía de Thomas Jefferson, tomó de nuevo asiento, buscó unas páginas y nos leyó lo siguiente: “Sostenemos como verdades evidentes que todos los hombres han sido creados iguales; que a todos confiere su Creador derechos inalienables entre los que están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar esos derechos, los hombres constituyen gobiernos que derivan sus justos poderes del consentimiento de los gobernados…”, hizo una pausa y continuó con lo siguiente, remarcando en especial algunas palabras: “…y si hay gobierno que demuestra el designio de someter al pueblo a un despotismo absoluto, es derecho del pueblo, es su deber, derrocar ese gobierno y establecer nuevas garantías para la futura seguridad…” Terminó de leer nuestro amigo y, reflexivo, dijo: “En verdad sí, sí es excepcional este documento, la Declaración de Independencia de los USA, por muy diversos motivos”. Con esas palabras se reavivó la discusión entre los partidarios y los críticos de los estadunidenses. Los primeros, apoyándose en lo que habíamos escuchado, entusiasmados, decían que la Declaración, de manera tajante y universal, establecía que el gobierno era responsable ante el pueblo, que de manera rotunda dejaba en claro que la soberanía del pueblo, no de las jerarquías ni la nación de manera abstracta, por lo que la Declaración era intensamente democrática e incluso revolucionaria, ya que las ideas expuestas en la misma rechazan las jerarquías y afirman el derecho del pueblo, e incluso le incita y declara que es su deber el derribar al gobierno que no reconozca su legítimo derecho a una vida feliz y a la igualdad de todos los hombres. A estas razones, los contrarios, los críticos de los USA, dijeron que las mismas no eran más que producto de la ignorancia, ya que era evidente e imposible negar que el autor de la mentada Declaración y los que la firmaron, todos ellos fervientes partidarios de la igualdad y de los derechos inalienables de todo hombre, sí lo eran… pero de dientes para fuera como lo demostraba el que fueran o bien dueños de esclavos, negociantes que debían su dinero a la trata de negros o especuladores de tierras, que desde antes de la guerra para independizarse de los ingleses habían contribuido no poco a los infames, por tramposos, tratados con los indios para así despojarlos legalmente de sus tierras, negarles el derecho a la igualdad y a una vida feliz, y añadieron que los fantasmas de los jefes Pontiac, Cochise y Toro Sentado y otros más, así como los cientos de miles que los siguieron y murieron por defender sus tierras y su modo de vida, debían estar más rojos debido al coraje producido ante tal Declaración de Independencia. Aquí, cuando la discusión amenazaba tornarse más violenta, el amigo Armando pidió la palabra y nos dijo que esa era otra de las caras de la excepcionalidad estadunidense: el vivir siempre entre el realismo geopolítico y los principios universales de su Declaración de Independencia. Ese pensamiento expresado por Armando Líos nos calmó a todos, pero por más que lo intentamos no pudimos aclarar si se debía a confusión o a astuta hipocresía ese vivir estadunidense y ahí lo dejamos. Estimados lectores de la presente: ¿cuál es su opinión? Sin más por el momento, el seguro servidor de ustedes. LIGORIO D’REVUELTAS

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