Presentan el libro "Rock en salsa verde", de Jorge H. Velasco
MÉXICO, D.F. (apro).- Con presencia de la cantautora Teresa Estrada, el periodista Javier Hernández Chelico y Armando Vega-Gil, del grupo Botellita de Jerez, fue presentado hoy por la noche en el Museo Universitario del Chopo de esta capital el volumen Rock en salsa verde. La larga historia del rock mexicano (Conaculta/INBA/ Uva tinta. Col. Microhistorias mexicanas. 173 páginas y 21 fotos en blanco y negro) por su autor, Jorge Héctor Velasco.
Se trata de una compilación de textos aparecidos en diferentes publicaciones nacionales desde los años sesenta hasta el nuevo siglo por el también economista Jorge Velasco, quien tocara el bajo con el grupo de blues Real de Catorce y las cantantes Lupita Pineda o Nina Galindo.
Justo hace ya diez años, en 2003, Velasco recibió de manos del Nobel colombiano Gabriel García Márquez, el caifán Óscar Chávez y el ya fallecido compositor tampiqueño Mario Kuri-Aldana, autor de “Página blanca”, el IX Premio Literario Hispanoamericano “Lya Kostakowsky” por su excelente investigación intitulada El Canto de la Tribu: Un ensayo sobre la historia del movimiento alternativo de música popular en México (Conaculta, 2004).
Sin la misma intención u objetivos (ni, por lo mismo, alcances) que el magnífico libro anterior, este nuevo ensayo de Jorge Velasco, compilado en Rock en salsa verde que, con fotografías en general de poco interés, ofrece 30 textos de diferentes autores (repitiendo algunos, como José Agustín, Parménides García Saldaña, Federico Rubli, Javier Hernández Chelico y Óscar Sarquiz, cuya firma aparece hasta tres veces), está dividido cronológicamente en cuatro secciones.
Los títulos de las cuatro partes: “Ahí viene la plaga, me gusta bailar. Los inicios, la apropiación de lo ajeno” (tres textos de fines de los años cincuenta y los sesenta); “Prefiero en mi cerebro caminar. La onda chicana, búsqueda de un sonido propio” (cinco escritos de los años setenta); “Muchos azules en la ciudad… Avándaro, hoyos fonqui, represión y sobrevivencia” (nueve textos) y “Venganza, venganza de Moctezuma… Rock mexicano, resurgimiento y diversificación” (once escritos desde los ochentas al presente).
Rock en salsa verde comienza con un poema de Alberto Blanco, Mi tribu, donde leemos:
LA TIERRA es la misma
el cielo es otro.
El cielo es el mismo
la tierra es otra.
De lago en lago,
de bosque en bosque,
¿cuál es mi triubu?
--me pregunto--
¿cuál es mi lugar?
Tal vez pertenezco a la triubu
de los que no tienen tribu;
o a la tribu de los ovejas negras…
Explica Velasco en su introducción:
“Sobre el rock nacional existe una abundante literatura: estudios académicos, reportajes, crónicas y entrevistas, productos del apasionado trabajo de investigadores, periodistas, músicos y críticos vinculados a esta cultura musical. Sería imposible hacer una lista de todas las personas que han escrito sobre el rock mexicano, en la mención siempre quedaría alguien fuera.”
Y tras salir al paso con el refrán “no son todos los que son, ni están todos los que son”, justifica su recopilación por ser “un reconocimiento a la labor de toda la gente que ha dedicado su tiempo a pasar del pensamiento y la experiencia personal a la palabra escrita para hablarnos de la historia y características del rock vernáculo”.
Su objetivo, añade, “no es examinar exhaustivamente la historia del rock hecho en México… las limitaciones del espacio no lo permiten, tan sólo presenta una breve selección de textos que permitan al lector reforzar su gusto mediante el disfrute que da el conocimiento de la música que escucha, el artista creador de este patrimonio del pasado, así como a las personas no necesariamente ligadas al rock nacional pero que desean introducirse en su mundo”. Cómo que agarrando piedras y El blues de Javier Bátiz del escritor ondero acapulqueño José Agustín proviene no de su ensayo original de comienzos de 1960 La nueva música clásica, sino de su libro homónimo de 1985 y un artículo revisitado en el Reforma, del año 2001. En ambos, tanto su pasión amorosa e idolatría hacia Angélica María La novia de México, como la exultación a El brujo Bátiz de Agustín permanecen incólumes después de todos aquellos años.
Como una verdadera reliquia surgen los textos de su cuatacho de la llamada Literatura Mexicana de la Onda, el difunto Parménides García Saldaña, Los hoyos funkis (un ensayo clásico, memorable) y Chavo de Onda. Three Souls in my Mind, sobre el original grupo de Alex Lora que devino en 1984 simplemente como El Tri (“Triste canción de amor”).
Otras joyas: Viaje fantástico del Pájaro Alberto, redactado por el director de la revista México Canta en 1974, el ecologista roquero Carlos Baca, y su entrevista sobre los creadores del rock “Nasty Sex” tocando en la Ciudad de México, La Revolución de Emiliano Zapata entra a la capital (de 1971). Además, del inolvidable José Luis Pluma, Peace & Love, el sentimiento latino y algo más, tomado a su vez de otra recopilación: Catálogo Subjetico y Segregacionista del Rock Mexicano, de Toño Malacara Palacios (Angelito Editor, 2001).
Hay textos que rayan en la hilaridad, como el magistral Los hoyos fonquis de Federico Arana, autor de la célebre Güaraches de ante azul. Historia del rock mexicano (originalmente en cuatro tomitos de la Editorial Posada), donde el cantamusa de Naftalina va siguiendo versos del Inferno de Dante Alighieri para describir el ambiente nauseabundo de los antros conocidos como hoyos fonky en los setenta, refugio del rock tras la prohibición del Festival de Avándaro, 1971, y hasta mediados de los ochenta cuando la UNAM reabrió el Museo Universitario del Chopo.
De lo más chusco es el fragmento del libro de Federico Rubli Estremécete y rueda loco por el rock’n’roll (Chapa Ediciones, 2007): Avándaro y su famosa chava tiene como tema las leyendas acerca de la chica que se desnudó durante el Festival de Avándaro para revelar su verdadera identidad.
Si bien Velasco conjunta el texto del difunto Profeta del Nopal y Sacerdote del Rock Rupestre, Rockdrigo González sobre la alianza entre el blues y el huapango, así como del renacimiento del Museo Universitario del Chopo en 1980, por Jorge Pantoja (Cuando el Chopo despertó el dinosaurio ya no estaba ahí, 1990), Velasco le escatima incluso una sola mención literal acerca de la importancia del Movimiento de Rock Rupestre que surgió en el Museo del Chopo con el Tianguis del Rock (sumándose al movimiento una pléyade de protagonistas cantautores como Roberto González, Rafael Catana, Fausto Arrellín, Nina Galindo, Eblén Macari, Armando Palomas o Gerardo Enciso, cuyo memorial y vigencia se publicó este año por iniciativa del propio Pantoja en un trabajo que ha corrido con buena suerte y al que se accede gratis por la red Internet: Rupestre. El libro).
De los ensayos sobresalientes, destacan los de Sarquiz, Chelico y Xavier Quirarte, Hugo Serna, Alejandro González Castillo y Víctor Roura, entre otros. Igual, el de David Cortés (Música y contracultura. El pasado se escribe desde el futuro); Sirenas toman el timón, de la talentosa Tere Estrada (creadora de la enciclopedia del rock femenino en México Sirenas al ataque); Neozapatismo y rock mexicano, de Benjamín Anaya y Rock mexicano, breve recuento del siglo XX por José Luis Paredes Pacho y Enrique Blanc.